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Cómo pensar lógicamente en el día a día: 8 consejos


La capacidad de pensar lógicamente no es una habilidad mental innata. Requiere años de práctica, además de crecer en un contexto cultural en el que hay un nivel de desarrollo que lo permita. Por eso, hasta hace varios miles de años, prácticamente nadie era capaz de percibir la realidad desde una perspectiva vinculada a la lógica.

Ahora bien, aunque llegar a dominar el hábito de pensar lógicamente requiera de un cierto esfuerzo y aprendizaje, resulta esencial para vivir en las sociedades actuales, tanto en el ámbito personal como en el profesional. Fundamentalmente, es algo que permite sacarle el máximo partido a nuestra inteligencia y capacidad de pensar en términos abstractos, con todas las aplicaciones que esto tiene a la hora de adaptarse a un entorno tan cambiante como el de las sociedades humanas.

Consejos para aprender a pensar más lógicamente

Sigue esta serie de consejos para acostumbrarte a pensar de una manera lógica en la mayoría de situaciones. Eso sí, tendrás que adaptar estas ideas clave a las características de tu vida.

1. Aprende a distinguir ideas

Es importante asegurarse que no confundimos conceptos, haciendo que una misma palabra tenga en realidad dos significados imprecisos en vez de uno solo que sea claro y acorde a su definición. Por ejemplo, no es lo mismo referirse a “el pueblo” hablando sobre los habitantes de un país, que hablando sobre un Estado.

Así pues, adopta el hábito de detenerte a analizar si los términos más frecuentes en los que piensas son consistentes y si no mezclas conceptos.

2. Ordena tus pensamientos

¿Qué aspectos son los que tienen más importancia para ti en lo relativo a una cuestión? ¿Es razonable que sean esas tus prioridades a la hora de analizar un hecho o fenómeno? ¿Te ciñes injustificadamente a un elemento muy específico de una realidad mucho más compleja? Ordenar los pensamientos y dotarlos de una cierta jerarquía ayuda a pensar lógicamente.

3. Analiza tus saltos de fe

La información que tienes acerca de la realidad que te rodea es limitada, y por eso, hasta cierto punto, siempre tendrás que asumir cosas acerca de hechos que desconoces. Sin embargo… ¿están justificados esos saltos de fe? ¿Realmente tus conclusiones se derivan de las premisas de las que partes? ¿O estás simplificando un problema simplemente para llegar a una conclusión que te parece la más cómoda?

4. Evita las falacias argumentativas

Recuerda que las falacias no son las creencias erróneas, sino los razonamientos fallidos. Nos es imposible saber si todas nuestras creencias son acertadas o no, pero sí podemos analizar si hay fallos de consistencia en nuestra manera de razonar y de argumentar.

Por eso, familiarízate con las falacias y revisa, en el día a día, si caes en ellas. Lo más probable es que sí que lo hagas varias veces, pero estas ocasiones deben servisrte para aprender y corregir tus errores.

5. Conoce gente nueva

La posibilidad de relacionarnos con gente nueva, especialmente si es gente que piensa de un modo diferente a nosotros, es una gran ayuda a la hora de acostumbrarse a pensar lógicamente. ¿Por qué? Porque encontrarnos en situaciones que desafíen a nuestra inteligencia y nos lleven a tener que argumentar nuestras creencias.

Así pues, exponerse al choque de ideas distintas e incompatibles nos lleva a revisar nuestras convicciones y a ver si hay grietas en nuestros sistemas de creencias, lo cual

6. Detecta patrones de simplificación

¿Tiendes a atribuir a los individuos hechos que son más complejos y tienen una raíz social (como por ejemplo, la pobreza)? ¿Crees que las ideas abstractas pueden ser tratadas como objetos físicos (por ejemplo, hablando sobre la ley de la atracción)? Estos son errores comunes que te llevan a pensar de una manera alejada de la lógica y que te aportan una imagen caricaturizada de la realidad.

7. Adopta una perspectiva distanciada

No dejes que tus deseos y sentimientos te arrastren a la hora de pensar fríamente acerca de cosas importantes. No hacerlo suele terminar en llegar a conclusiones acordes a cómo te sientes, o bien a aquellas que encajan mejor con tus deseos. Esto es una manera de des deshonesto con uno mismo y no hace ningún bien a nuestras posibilidades de tener una comprensión más completa de lo que realmente ocurre.

8. Cuidado con los falsos referentes

A veces, creemos falazmente que la opción más realista y lógica es aquella que interpretamos como la más moderada entre dos opciones opuestas. Sin embargo, esto no tiene por qué ser así. Por ejemplo, es posible que nuestras referencias de lo que son “los extremos” sea cualquier cosa.

Nuestra postura ante lo que es el racismo, por ejemplo, puede ser un punto medio entre quienes quieren exterminar razas enteras y quienes ignoran la existencia de esas diferencias, si nos atenemos a esa lógica. Por eso, antes de posicionarnos, hay que preguntarnos si esos extremos son representaciones de opciones válidas, en primer lugar.