Falocentrismo: qué es y qué nos dice sobre nuestra sociedad
El término “falocentrismo” hace referencia al ejercicio ubicar al falo en el centro de las explicaciones sobre la constitución psíquica y sexual. Dicho ejercicio ha estado presente en gran parte de las teorías científicas y filosóficas de occidente, en incluso es visible en la organización social. Como concepto, el falocentrismo surge en la primera mitad del siglo XX para criticar distintas prácticas y conocimientos, entre los que se encuentran el psicoanálisis, la filosofía y la ciencia.
A continuación veremos con más detalle qué es el falocentrismo, de dónde surge este concepto y cuáles han sido algunas de las consecuencias que ha tenido su aplicación.
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Falocentrismo: el falo como símbolo originario
Tal como el propio término lo indica, el falocentrismo es la tendencia a colocar en el centro de las explicaciones sobre la constitución subjetiva, al “falo”; concepto que puede utilizarse como sinónimo de “pene”, pero que también se utiliza para designar a un referente simbólico.
Esto último viene principalmente del psicoanálisis freudiano y lacaniano, pero es posteriormente retomado y criticado por algunas corrientes de la filosofía, así como por las teorías y movimientos feministas, que reivindican una comprensión distinta de la psique y de la sexuación.
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Antecedentes y desarrollo del concepto
A finales del siglo XVIII y principios de XIX, Sigmund Freud desarrolló una teoría del desarrollo psicosexual en la que proponía que la constitución psíquica de los sujetos pasa por la toma de conciencia sobre la diferencia sexual.
Dicha toma de conciencia trae consigo dos posibilidades: tener, o bien, carecer del objeto valorado. Este objeto es el pene, y lleva consigo un valor simbólico que posteriormente (en el psicoanálisis lacaniano) es trasladado a otros elementos más allá de la estructura anatómica.
Desde la infancia, quien porta el pene entra en una fase de estructuración psíquica basada en la amenaza de la castración (es decir, de perder el falo). Por el contrario, quien no lo tiene pasa por un proceso de estructuración basado principalmente en dicha carencia, lo cual, genera una envidia constitutiva a la que se llamó “envidia del pene”.
Así pues, el falo se encontraba en el centro de esta teoría sobre el desarrollo psicosexual, sosteniendo que la constitución psíquica femenina ocurría en tanto que negación de la masculina, o bien, como un suplemento de la misma.
El falo, posteriormente entendido como referente simbólico; y su portador, el sujeto masculino, se posicionan así en el centro de las explicaciones sobre el desarrollo psíquico y sexual.
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Primeras críticas
Las reacciones y oposiciones a la teoría psicoanalítica del desarrollo psicosexual ocurrieron tanto fuera como dentro del mismo círculo de discípulos de Freud. Una de ellas, Karen Horney, criticó de manera importante la teoría de la envidia del pene, y sostuvo que la constitución psíquica de las mujeres no era necesariamente atravesada por dicho resentimiento.
Igual que Melanie Klein, Horney defendió que existe una feminidad primaria, que no es una derivación o negación de la constitución psicosexual masculina.
Ya en la década de 1920, el psicoanalista y posteriormente biógrafo de Sigmund Freud, Ernest Jones, retoma las críticas que Klein y Horney habían hecho a teoría de la envidia del pene, para sostener que los postulados psicoanalíticos hechos por hombres estaban fuertemente cargados de una visión “falocéntrica”.
Esto último fue lo que dio formalmente origen al concepto de “falocentrismo”, y dado que en inicio el psicoanálisis freudiano no distinguía entre el falo y el pene, el término fue utilizado exclusivamente para hablar del empoderamiento de los hombres.
Es hasta la teoría psicoanalítica lacaniana cuando el “falo” dejó de corresponderse necesariamente con la estructura anatómica, y pasa a designar aquello que se encuentra en el centro del objeto de deseo de cada sujeto.
Décadas después, esto último fue retomado y criticado por filósofos y feministas, ya que mantenía la primacía del falo como el origen y el centro del poder, la psique y la sexuación a distintas escalas.
Falocentrismo y falogocentrismo
Hemos visto que el término “falocentrismo” hace referencia a un sistema de relaciones de poder que promueven y perpetúan el falo como el símbolo trascendental del empoderamiento (Makaryk, 1995).
Parte de esto último se popularizó en la segunda mitad del siglo XX, cuando el filósofo Jacques Derrida lo utilizó en una de las críticas más representativas de la época contemporánea.
De acuerdo con Galvic (2010) Derrida sostiene que, tal como históricamente la escritura se ha establecido como un suplemento o accesorio del habla (del logos), las mujeres se han constituido como suplementos o accesorios de los varones.
A partir de ahí, establece un paralelismo entre el logocentrismo y el falocentrismo, y genera el término de “falogocentrismo”, que hace referencia la solidaridad de ambos procesos; o mejor dicho, sostiene que se trata de fenómenos indisociables.
Así pues, el falogocentrismo asegura tanto la oposición binaria y jerárquica hombre/mujer, como el “orden masculino”, o por lo menos, alerta de que dicha oposición puede dar paso a una exclusión (Glavic, 2010).
La perspectiva del feminismo
A partir de la segunda mitad del siglo XX, los movimientos feministas han criticado cómo el psicoanálisis, y posteriormente algunas teorías científicas, han sido organizadas alrededor de la idea del hombre como “un todo”. Parte de estas críticas retomaron parte importante del desarrollo teórico de Derrida.
Por ejemplo, nos dice Makaryk (1995), que el falocentrismo ha sostenido un sistema de relaciones de poder donde se incluye lo que Derrida llamó “las narrativas maestras del discurso occidental”: las obras clásicas de la filosofía, de la ciencia, la historia y la religión.
En dichas narrativas, el falo es referente de unidad, autoridad, tradición, orden, y valores asociados. Por lo mismo, gran parte de la crítica feminista, especialmente angloamericana, tiende a relacionar el falocentrismo con el patriarcado, señalando que, con frecuencia, las personas más empoderadas son precisamente los sujetos sexuados en masculino.
No obstante, y desde distintas perspectivas, por ejemplo en los enfoques decoloniales, estos últimos debates se han trasladado para hacer críticas dentro del propio feminismo.
Referencias bibliográficas:
- Makaryk, I. (1995). Encyclopedia of contemporary literary theory. University of Toronto Press: Canadá.
- Ernest Jones (S/A). Institute of Psychoanalysis, British Psychoanalytical Society. Recuperado 27 de agosto de 2018. Disponible en http://www.psychoanalysis.org.uk/our-authors-and-theorists/ernest-jones.
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- Galvic, K. (2010). La operación materna en Jacques Derrida: problemas y posibilidades para una deconstrucción de lo femenino. Tesis para obtener el grado de Magíster en Filosofía con Mención en Axiología y Filosofía Política. Universidad de Chile.
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- Al Sur de Todo (2013). Por un cierto feminismo de la deconstrucción. Apuntes a la noción de falogocentrismo. Revista multidisciplinaria de estudios de género. Recuperado 27 de agosto de 2018. Disponible en http://www.alsurdetodo.com/?p=485.
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