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​La escala Kinsey de sexualidad: ¿somos todos bisexuales?


Muchos psicólogos cognitivos creen que el ser humano tiene una tendencia clara a percibir e interpretar la realidad de la manera más simple posible.

Según esta visión sobre nuestra mente, nos gusta clasificar las cosas en buenas y malas, juzgamos a las personas con mucha rapidez durante los primeros minutos en los que las conocemos, y solo tenemos en cuenta los matices en casos especiales, cuando la situación lo requiere.

Escala Kinsey: reformulando nuestra orientación sexual

Cuando pasamos a considerar la condición sexual de las personas, tenemos en cuenta dos categorías: homosexualidad y heterosexualidad, que pueden combinarse formando la bisexualidad. Sin embargo... ¿hasta qué punto esta forma de clasificar las tendencias sexuales es fiel a la realidad? ¿Hay una diferenciación tan clara y rotunda entre la homosexualidad y la heterosexualidad?

Un hombre llamado Alfred Kinsey rompió esta concepción dualista de las orientaciones sexuales al proponer un modelo según el cual existen muchos grados intermedios entre heterosexualidad y homosexualidad. Esta gradualidad quedó plasmada en lo que hoy se conoce como escala Kinsey.

Cuestionando la sexualidad dicotómica

Desde el feminismo y los estudios de género asociados a la antropología se defiende mucho la idea de que, históricamente, se ha entendido la orientación sexual como algo entendible desde dos posiciones: la heterosexualidad y la homosexualidad, siendo una la negación de la otra. Estas dos opciones sexuales serían invenciones, artefactos creados por la cultura y que no se sostienen en la biología.

Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XX el biólogo y sexólogo Alfred Kinsey infligió serias heridas a esta concepción dicotómica de la sexualidad. ¿Los motivos? Durante 15 años, realizó un extenso estudio que le llevó a concluir que las ideas de homosexual, bisexual y heterosexual son demasiado encorsetadas y limitantes.

Sencillamente, la gente que incluía en su investigación no encajaba fácilmente en los esquemas de la heterosexualidad: los estados intermedios en la orientación sexual eran mucho más frecuentes de los esperado. Así pues, según Kinsey, existe todo un abanico de la orientación sexual, una escala de varios grados que van desde la heterosexualidad pura hasta la homosexualidad pura, pasando por varias categorías intermedias.

En resumidas cuentas, la escala Kinsey hacía añicos la clasificación cualitativa para adentrarse en una descripción cuantitativa en la que las cosas se miden como se mide la temperatura con un termómetro. La idea es que todos podemos tener una parte bisexual, mas o menos evidente, y que eso, más que definir nuestra identidad, es una simple preferencia con umbrales o límites no siempre demasiado claros.

La historia de la escala Kinsey

Si esta concepción de la sexualidad es provocadora hoy en día, te puedes imaginar lo que supuso la defensa de la escala Kinsey durante los años 40 y 50. El estudio, que se basaba en miles de cuestionarios pasados a una gran variedad de hombres y mujeres, levantó una gran polémica y despertó un durísima oposición por parte de instituciones conservadoras. Sin embargo, justamente eso hizo que sus ideas se difundieran rápidamente por todo el mundo, y que sus escritos y reflexiones se tradujesen a muchos idiomas.

El llamado informe Kinsey, dividido en los libros Comportamiento sexual del hombre (1948) y Comportmiento sexual de la mujer (1953), arrojaban datos que en aquél momento cuestionaban lo que se sabía sobre la sexualidad humana y la propia naturaleza de los géneros.

A partir de la información que dieron 6.300 hombres y 5.940 mujeres, Kinsey concluyó que la heterosexualidad pura es extremadamente rara o, directamente, casi inexistente, y que solo debía ser tomada como un concepto abstracto que sirviera para construir una escala con dos extremos. Lo mismo ocurría con la homosexualidad pura, aunque esta idea no resultó tan inaceptable por razones obvias.

Esto significaba que la identidad masculina y femenina habían sido construidas como parte de una ficción, y que muchas conductas que se consideraban "desviadas" eran, de hecho, lo normal.

¿Cómo es esta escala?

La escala ideada por Kinsley cuenta con 7 niveles de heterosexualidad a homosexualidad, e incluye la categoría en la que irían las personas que no experimentan con la sexualidad.

Estos grados son los siguientes:

  1. Exclusivamente heterosexual

  2. Predominantemente heterosexual, incidentalmente homosexual.

  3. Predominantemente heterosexual, pero más que incidentalmente homosexual.

  4. Igualmente homosexual y heterosexual.

  5. Predominantemente homosexual, más que incidentalmente heterosexual.

  6. Predominantemente homosexual, incidentalmente heterosexual.

  7. Exclusivamente homosexual.

X. Sin relaciones sexuales.

Otra concepción de la mente humana

La escala de Kinsey ofreció en su momento una perspectiva diferente sobre lo que es la mente humana, específicamente en lo relativo a la sexualidad. Tradicionalmente la división sexual del trabajo y los roles de género han favorecido una visión muy dicotómica de lo que significa ser hombre y mujer, y esta línea de investigación puso en cuestión esta clasificación tan cerrada.

Por eso, con el paso de los años los estudios de género han tomado las influencias de esta escala para señalar hasta qué punto la heteronormatividad, que sitúa a la heterosexualidad en el centro de lo que se considera normal, es una construcción social demasiado simplificadora e injustificada, que sirve para ejercer presión social a minorías situadas fuera de esta orientación sexual normalizada.

La escala Kinsey, hoy

Kinsey no hizo una escala de siete grados porque creyese que este número de escalones reflejara el funcionamiento de la sexualidad, sino porque creía que era una buena manera de medir algo que en realidad es fluido y no tiene discontinuidades.

Es por ello que su trabajo tuvo un fuerte impacto en la filosofía occidental, cambiando nuestro modo de entender las orientaciones sexuales y teniendo un impacto positivo en los movimientos por la igualdad y la lucha contra la discriminación de las personas homosexuales. Sin embargo, el debate sobre cuál es la naturaleza de las orientaciones sexuales y si es práctico entenderlas como un continuo o como categorías estancas sigue muy vivo.

De hecho, este debate no ha sido uno puramente científico, ya que las implicaciones sociales y políticas que entraña la escala Kinsey de sexualidad hacen que sea vista como una herramienta ideológica.

Los conservadores consideran que es una amenaza ante los valores de la familia nuclear tradicional y una herramienta de la ideología de género (aunque en realidad la escala Kinsey puede ser defendida sin adscribirse a este esquema de pensamiento) y los colectivos LGTBI ven en ella un buen marco conceptual desde la que se puede estudiar la sexualidad de un modo menos rígido de lo habitual.

Modificando el enfoque del estudio de la homosexualidad

Además, esta escala de las orientaciones sexuales resta importancia a la idea de homosexualidad y heterosexualidad puras, reduciéndolas a entelequias, lo cual hace que la presión social por encajar en estas dos categorías disminuya. En todo caso, la escala Kinsey ha ayudado a sentar un precedente; el fenómeno a estudiar ya no es la homosexualidad, vista como una anomalía o una desviación de lo que se consideraba que era "lo natural".

Ahora lo que se investiga es el modo en el que la homosexualidad y la heterosexualidad interactuan, la relación que hay entre ambas. Antes tan solo se estudiaba una rareza, pero hoy lo que se trata de comprender es un continuum con dos polos.

En cualquier caso, hay que tener claro que las investigaciones de Kinsey estaban llenas de limitaciones y fueron realizadas desde metodologías que hoy en día serían rechazadas; en parte es normal, dado que este investigador era hijo de su tiempo, y muchos de los debates que han servido para mejorar la calidad de los estudios en ciencias del comportamiento aún no habían tenido lugar cuando él desarrolló su escala. Lo que sí sigue vigente hoy en día es la idea de que las orientaciones sexuales no pueden ser categorizadas en categorías herméticas, y que sus límites son difusos y hasta cierto punto impredecibles.

Referencias bibliográficas:

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  • Kinsey, A.C., Pomery, W.B.; Martin, C.E. (1948). Sexual Behavior in the Human Male. Bloomington: Indiana University Press.
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  • Ruse, M. (1988). Homosexuality: A Philosophical Inquiry. Oxford: Basil Blackwell.