Los 4 tipos de agentes patógenos (y sus características)
No cabe duda de que uno de los grandes avances de la humanidad ha sido la medicina. Gracias a esta ciencia, nuestra longevidad se ha alargado significativamente en cuestión de décadas.
Sin embargo, las enfermedades infecciosas siguen hoy en día siendo unas de las causas de muerte más frecuentes en el mundo, y su estudio nunca ha cesado. Gracias a estas líneas de investigación, sabemos que estas afecciones se originan por la infección del paciente por parte de algún tipo de agente patógeno.
Para entender un poco más este proceso, aquí veremos un resumen de los tipos de agentes patógenos más importantes.
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¿Qué es un agente patógeno?
Entendemos como patógeno o agente infeccioso todo microorganismo que infecta otros organismos, provocando daños y lesiones.
Tradicionalmente se consideraba todo organismo invasivo, aunque ahora se separa en dos términos: patógenos, que engloba a los microorganismos acelulares, procariotas y hongos; y parásitos, para el resto de eucariotas (protozoos, helmintos y ectoparásitos) que generan enfermedades parasitarias.
Así pues, los agentes patógenos son estudiados por campos de la ciencia como la Medicina o la Biología.
Tipos de agentes patógenos
Los microorganismos, son los mayores causante de enfermedades en los seres humanos. Los patógenos están adaptados a vivir dentro de otros organismos (huésped), ya que por ellos mismos no pueden cubrir todas sus necesidades, como alimentarse o reproducirse. Por este hecho, inducen daños a las células del huésped, lo que desencadena la enfermedad.
La forma de clasificar los tipos de agentes patógenos depende de la categoría taxonómica a la que pertenecen, es decir, si se trata de una bacteria o de un virus, por ejemplo. En este caso iremos nombrando estos tipos de agentes patógenos de los más simples a los más complejos (a nivel estructural).
1. Priones
Este extraño tipo de patógeno es, fundamentalmente, una proteína. Ni siquiera tiene material genético, pero tiene una gran capacidad para dñar al organismo; es causante de la encefalopatía espongiforme transmisible (TSE), una enfermedad neurodegenerativa letal y de la cual no tiene cura. Se conocen diversas variantes, y hay una que afecta a los mamíferos, entre ellos los humanos.
La proteína que origina esta infección en estos casos es la “prp” (PRoteína Prionica). Lo curioso es que es una proteína propia de nuestras células, que principalmente está presente en las neuronas y el gen que la produce está en el genoma de los mamíferos, por lo que se origina es este grupo de vertebrados.
Para que la proteína normal (prpc) se convierta en su forma patogénica (prpsc), debe producir un cambio en su estructura proteica. Esta variación hace que la proteína pierda su función natural y adquiera la capacidad de autorreproducirse, que gane resistencia a las proteasas (enzimas que degradan ciertas proteínas) y que acumule cuerpos amiloides, lo cual provoca la muerte de las neuronas, degenerando en la enfermedad.
Los priones están ligados a afecciones como las enfermedades del kuru (por canibalismo humano), la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (genética) o la enfermedad espongiforme bovina, que comúnmente se le denominó como el “mal de las vacas locas”.
2. Virus
El siguiente tipo de agente patogénico lo forman los virus. Acelulares, se trata generalmente de una estructura proteica (Cápside) que en su interior alberga material genético. Son microorganismos parásitos intracelulares obligados, ya que no pueden reproducirse por sí solos, y necesitan la maquinaria de una célula para multiplicarse en número. Este hecho provoca que al dañar las células del huésped, se genere la enfermedad. Se usan varios criterios para clasificarlos, según su contenido genético o por su estructura.
Los virus son causantes de una gran número de infecciones en los humanos, y actúan de maneras muy diversas. Pueden causar afecciones temporales (como el virus de la gripe), crónicas (virus de la Hepatitis B crónica) o latentes (virus del herpes). Este último caso hace referencia a patógenos que entran en el huésped y generan una afección, pero al recuperarse de esta, el agente infeccioso no es totalmente eliminado del cuerpo y pasa desapercibido, activándose periódicamente, originando una nueva afección. En algunos casos, pueden degenerar en cáncer con la inserción del material genético en el cromosoma de la célula, como es el caso del virus del papiloma humano (VPH) y el cáncer de cuello de útero.
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3. Bacterias
El siguiente tipo de agente patógeno son las bacterias, aunque no todas de ellas actúan así, dado que esta es una categoría biológica muy diversa, abarcando todo un reino de las células procariotas. Las células procariotas se diferencian de las eucariotas (la que tenemos nosotros) por no presentar un núcleo en su interior para albergar su material genético (el ADN), no tener orgánulos membranosos (maquinaria de la célula) y poseer una pared celular que los protege (con alguna excepción).
Para clasificar las bacterias se usan muchos criterios, pero principalmente por la composición en la pared celular (tinción de gram), su forma estructural (Bacilo, coco o espiroqueta) y su interacción con el oxígeno (aerobio o anaerobio).
Cuando actúan como patógeno, las bacterias se diferencian según su forma de interacción con el huésped.
Al igual que los virus, hay bacterias que son patógenos intracelulares obligatorios, porque no tienen mecanismos propios para obtener ATP, la energía de la célula. Ejemplo de ello es Chlamydia.
Otras bacterias tienen capacidad de entrar dentro de las células, pero tampoco es necesario para su supervivencia, y puede también estar por fuera de las células; en este caso, se lo conoce como patógeno intracelular facultativo. Eso no quita que deba estar dentro de otro organismo, es decir, no vive en un ambiente abierto. Ejemplo de este grupo de agentes patógenos es la Salmonella.
Por último, tenemos los patógenos extracelulares, es que se encuentran sobre dentro del organismo, pero nunca entran al interior de las células. Ejemplo de este grupo es el Streptococcus.
Aunque no seamos conscientes, estamos rodeados por microorganismos, y en nuestra piel, boca o aparato digestivo viven millones de bacterias. Que obtengamos la enfermedad en ocasiones no es más que el producto de una combinación de factores, como la cantidad inicial del patógeno o el estado del sistema inmune del huésped, nuestro organismo. En el caso de las bacterias infecciosas, sus daños puede ser por su propia acción en las células o por el efecto de las toxinas que segregan, las cuales a veces provocan destrucción de tejidos.
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4. Hongos
El último tipo de patógeno son los hongos. Se trata de organismos eucariotas, que a diferencia de los procariotas, ya presentan núcleo intracelular y orgánulos membranosos. Además, las células de los hongos están reforzadas con una pared celular. Su organización celular puede ser unicelular (las levaduras) o en hifas filamentosos (cadenas).
En el caso de los hongos infecciosos, estos actúan de dos maneras diferentes. La primera son las infecciones superficiales, en este caso el patógeno son los dermatofitos, y que atacan sobre la piel, el pelo o las uñas (por ejemplo, el pie de atleta).
En el segundo caso sería la infección micótica, que es cuando su actuación es en el interior del huésped, ya sea sobre las mucosas o en órganos (por ejemplo, Candida).
¿Qué hay de los parásitos?
Aunque actualmente ya no se suelen incluir dentro de los tipos de agente patógenos, en el pasado sí que lo fueron. Veamos sus diferentes categorías.
Los protozoos son microorganismos unicelulares eucariotas. Al igual que las bacterias, esta categoría abarca distintas formas de vivir, entre las que se encuentran la parasitaria de organismo tanto extracelular como intracelular. El Plasmodium, que origina la enfermedad de la Malaria, sería el protozoo más letal actualmente, haciendo estragos en países en vías de desarrollo.
Otro grupo de parásitos son los helmintos, que son gusanos, es decir, organismos multicelulares eucariotas. Como antes, existe de vida libre como parasitaria, y normalmente poseen un ciclo vital muy complejos, con fases de reproducción sexual (unión de células sexuales o gametos) y asexual (copias identicas). Ejemplos son las Tenias intestinales, Ascaris (Nematodo intestinal) o Trichinella (nematodo causante de la Triquinelosis).
Por último, están los ectoparásitos. Estos son artrópodos, concretamente insectos (como el piojo) y arácnidos (el ácaro) que se adhieren a la piel del huésped o excavan en ella durante un largo periodo de tiempo. Normalmente no causan grandes males. El mayor peligro de los artrópodos es cuando actúan como vectores, en otras palabras, cuando transporta en su interior un patógeno (como la bacteria Borrellia y la garrapata en la enfermedad de Lyme) o parásitos (Plasmodium y el mosquito en la Malaria) y lo transfiere con su picadura.
Referencias bibliográficas:
- Kumar V., Abbas A. y Aster J. (2013). “Robbins, patología humana” (9º ed.) Editorial Elsevier Saunder.
- Cacace V. (2011). “Biology of Prions”. https://arxiv.org/ftp/arxiv/papers/1106/1106.3533.pdf.
- Iracheta M. A. (2009). “Bacterias y virus ¿Cómo nos defendemos?”. http://www.rac.es/ficheros/doc/00919.pdf.
- Permán J. y Salavert M. (2013). “Epidemiología y prevención de las infecciones nosocomiales causadas por especies de hongos filamentosos y levaduras”. https://seimc.org/contenidos/documentoscientificos/eimc/seimc_eimc_v31n05p328a341.pdf.