Antonio Gramsci: biografía de este filósofo marxista
Antonio Gramsci fue uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano y uno de los intelectuales marxistas más destacados del pasado siglo.
Sus obras y su pensamiento siguen siendo actualmente objeto de estudio y debate, y su influencia se deja aún entrever en partidos políticos y empresas culturales de todo tipo.
En este artículo veremos una pequeña biografía de Antonio Gramsci, una descripción resumida de su vida y de sus principales obras, así como de sus contribuciones a la teoría marxista.
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Breve biografía de Antonio Gramsci
Antonio Gramsci (1891-1937) fue un periodista y activista italiano conocido y célebre por desarrollar los roles de la cultura y la educación dentro de las teorías de economía, política y clase del marxismo. Gramsci nació en la isla de Cerdeña en 1891 y creció en la pobreza entre los campesinos de la isla, y su experiencia de las diferencias de clase entre italianos y sardos continentales y el trato negativo de los sardos campesinos por parte de los continentales moldeó su mentalidad intelectual y política.
En 1911, Gramsci dejó Cerdeña para ir a estudiar a la Universidad de Turín, en el norte de Italia, y vivió allí mientras la ciudad se industrializaba. Pasó su tiempo en Turín entre socialistas, inmigrantes sardos y trabajadores reclutados de regiones pobres para el personal de las fábricas urbanas.
En 1913, Gramsci se unió al Partido Socialista Italiano. No completó la educación formal, pero se formó en la Universidad como marxista hegeliano y estudió intensamente la interpretación de la teoría de Karl Marx como una "filosofía de la praxis" bajo Antonio Labriola. Este enfoque marxista se centró en el desarrollo de la conciencia de clase y la liberación de la clase trabajadora a través del proceso de lucha.
Su vida como periodista, activista socialista y preso político
Después de abandonar la escuela, Antonio Gramsci escribió para periódicos socialistas y ascendió en las filas del partido socialista. Él y los socialistas italianos se afiliaron a las ideas de Vladimir Lenin y a la organización comunista internacional conocida como la Tercera Internacional. Durante este tiempo de activismo político, Gramsci abogó por los consejos de trabajadores y las huelgas laborales como métodos para tomar el control de los medios de producción, controlados por los capitalistas ricos en detrimento de las clases trabajadoras.
Finalmente, ayudó a fundar el Partido Comunista Italiano para movilizar a los trabajadores por sus derechos. Gramsci viajó a Viena en 1923 y conoció a Georg Lukács, un destacado pensador y filósofo marxista húngaro, así como a otros intelectuales y activistas marxistas y comunistas que darían forma a su trabajo intelectual. En 1926, Gramsci, entonces jefe del Partido Comunista Italiano, fue encarcelado en Roma por el régimen fascista de Benito Mussolini durante su potente campaña de acabar con la política de la oposición.
Gramsci fue sentenciado a veinte años de prisión pero fue liberado en 1934 debido a su pésima salud. La mayor parte de su legado intelectual fue escrito en prisión, y se conoce como Los cuadernos de la cárcel, donde reflexiona acerca de algunos temas centrales para el marxismo, como las relaciones entre estructura y superestructura, entre ideología y ciencia, o entre el pensamiento y la acción política.
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Las contribuciones de Gramsci a la teoría marxista
La contribución intelectual clave de Antonio Gramsci a la teoría marxista fue su elaboración de la función social de la cultura y su relación con la política y el sistema económico. Si bien Marx discutió brevemente estos temas en sus obras, Gramsci se basó en los fundamentos teóricos de Marx para elaborar el papel fundamental de la estrategia política en el desafío de las relaciones dominantes de la sociedad, y el papel del estado en la regulación de la vida social y el mantenimiento de las condiciones necesarias para el capitalismo..
Gramsci se centró en comprender cómo la cultura y la política podrían inhibir o estimular el cambio revolucionario, es decir, se centró en los elementos políticos y culturales del poder y la dominación (además de y junto con el elemento económico). Como tal, el trabajo de Gramsci es una respuesta a la falsa predicción de la teoría de Marx de que la revolución era inevitable, dadas las contradicciones inherentes al sistema de producción capitalista.
En su teoría, Gramsci vio el Estado como un instrumento de dominación que representa los intereses del capital y de la clase dominante. Desarrolló el concepto de “hegemonía cultural” para explicar cómo el Estado logra esto, argumentando que la dominación se logra en gran parte por una ideología dominante expresada a través de instituciones sociales que socializan a las personas para consentir la regla del grupo dominante.
Gramsci además postuló que las creencias hegemónicas amortiguan el pensamiento crítico y, por lo tanto, son barreras para la revolución. Para él, las instituciones educativas eran uno de los elementos fundamentales de la hegemonía cultural en la sociedad occidental moderna y elaboró esta idea en alguno de sus ensayos, como por ejemplo en "La formación de los intelectuales".
Aunque estuvo influido por el pensamiento marxista, en sus obras Gramsci abogó por una revolución en fases y más a largo plazo que la imaginada por Marx. Él fue partidario del cultivo de "intelectuales orgánicos" de todas las clases y estilos de vida, que entendieran y reflejaran las visiones del mundo de una diversidad de personas. Además, criticó el papel de los "intelectuales tradicionales", cuyo trabajo reflejaba la cosmovisión de la clase dominante y, por lo tanto, facilitaba la hegemonía cultural.
Gramsci abogó por una "guerra de posiciones" en la que los pueblos oprimidos trabajaran para interrumpir las fuerzas hegemónicas en el ámbito de la política y la cultura, mientras se realizaba un derrocamiento simultáneo del poder a través de diversas maniobras, y con una participación amplia de las masas en lo que sería, inevitablemente, un camino largo, difícil y repleto de avances y retrocesos, pero tras el cual, si se logra la victoria política y cultural, ésta sería decisiva y estable.