La intimidad con nuestra ciudad y con nuestras personas queridas
Las ciudades tienen un encanto especial en pleno verano. Aunque cada vez menos, pues la gente espacia sus vacaciones durante todo el año de manera más frecuente últimamente.
Para quienes permanecemos en nuestras ciudades en verano tenemos la oportunidad de vivirlas con una intimidad mucho más difícil de experimentar en otras épocas del año. De alguna manera, es una intimidad parecida a la tenemos con nuestras parejas o con personas que son muy importantes para nosotros.
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La relación entre la intimidad con la ciudad y con los seres queridos
Os presento a continuación cinco aspectos en los que esa intimidad con nuestra ciudad y con nuestras personas especiales se entrelazan:
1. Deambulando sin rumbo fijo
En la actualidad contar con tiempo para dedicar a este deambular es un privilegio. Durante las vacaciones podemos pasear sin un objetivo predefinido por las calles de nuestra ciudad. Descubrir edificios en los que no habíamos reparado, la paleta de color de una cierta zona de la ciudad, el ambiente vibrante de un barrio por el que no solemos pasar, o el porte de los árboles que con frecuencia ignoramos.
De manera similar, cuando estamos con un ser querido sin prisas y sin agenda, volvemos a descubrirlo. Todos esos meses en los que hemos estado juntos con tantas prisas no nos han permitido deleitarnos con la persona que hemos elegido que esté junto a nosotros.
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2. Actividades de ocio y culturales
Las ciudades mantienen una programación de actividades incluso en el más tórrido de los veranos. Es la actualidad de la ciudad. Lo que está vivo y ocurriendo en este momento.
Las personas también contamos con una actualidad. Con lo que es para cada uno importante justo en este momento de nuestras vidas. Con las prisas de lo cotidiano no actualizamos la versión de las personas con quienes compartimos la vida.
Lo actual es relevante para sentirnos unidos en el presente a nuestras ciudades y a quienes amamos.
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3. Esas visitas postergadas
Siempre hay espacios, ámbitos, de los lugares donde vivimos que, aún pareciéndonos muy interesantes, dejamos para otro momento. Requieren una tranquilidad que durante el curso no suele acompañarnos. Esos espacios pueden ser un cierto monumento, una visita a ciertos cuadros, profundizar en un cierto período histórico de nuestro territorio, etc.
Ocurre un proceso similar con nuestras personas especiales. Hay aspectos de esas personas que sabemos que sólo conocemos superficialmente. Conversaciones que sentimos que no hemos terminado, pues implicarían poder conversar con más tiempo y serenidad. Es una búsqueda del otro intencionada en este caso. Los veranos ofrecen lo necesario para retomar las conversaciones postergadas. Hay tiempo para la exposición, para encontrarse, para desencontrarse – pues suelen ser temas delicados – y para volver a encontrarse.
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4. Lo que nos aleja
Hay cosas en nuestras ciudades que no nos gustan. Hasta para sentir esto necesitamos un cierto estado anímico. Puede ser la climatología, la infraestructura de transportes, el ambiente cultural, etc. Le decimos sí a una ciudad y la vivimos plenamente cuando hemos asumido las partes de ellas que nos disgustan.
Y es lo mismo con las personas. Cuando podemos estar juntos sabiendo lo que nos separa la unión se hace más significativa y sólida.
5. Lo que no encontramos y aún así elegimos quedarnos
A nuestras ciudades les faltan cosas que para cada uno de nosotros son importantes. Nos referimos a las ausencias irreparables y a que son tan relevantes que el anhelo continúa. A veces este es el motivo que inicia los viajes. Esos paisajes, esa luz, ese ambiente cultural, que no existe en mi ciudad y sí en otros lugares. Viajo y regreso. De alguna manera me nutro de lo que es importante para mí en ese otro lugar y vuelvo a la ciudad donde he decidido vivir.
En las relaciones con nuestros seres queridos es importante el espacio para cada uno, para nutrirse fuera de la relación con las actividades y los entornos que para cada uno son indispensables. La pareja, o la relación especial, se hace más fuerte pues llegan a ella personas más plenas y felices.
A modo de conclusión
Estos son algunos ámbitos en los que se entretejen la intimidad con nuestras ciudades y con nuestros seres queridos.
Los seres humanos necesitamos vivir nuestra intimidad – poder estar con nuestra sensibilidad a flor de piel sabiendo que la otra persona nos va a cuidar – de la manera más saludable posible. Necesitamos sentir que tenemos una relación especial con otra persona o con “un otro”, por ejemplo el lugar en el que vivimos.
El verano y la marcha de las personas a otros lugares nos da la oportunidad de volver a enamorarnos de nuestras ciudades y de nuestros seres queridos.