¿Qué actitudes y aptitudes son deseables en un coach?
El éxito de un proceso de coaching no solo depende de que se siga una determinada metodología, sino que una gran parte del éxito radica en cómo usa el coach las herramientas y recursos de los que dispone.
Cuando hablamos de herramientas del coach nos referimos a las actitudes y aptitudes que posee para desarrollar su labor profesional. Las actitudes se relacionan con la personalidad, forma de ser y temperamento del coach, mientras que las aptitudes son las habilidades o destrezas adquiridas.
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Actitudes deseables en un coach
Las actitudes tienen que ver con la forma de actuar de una persona ante determinadas situaciones (ser proactivo, ser honesto, ser resiliente, etc.) Así, las actitudes mejor valoradas en un coach serían:
1. Empatía
Un coach "de verdad" sintoniza y entiende los sentimientos del coachee, identificándolos como los del otro y no los suyos propios.
2. Autenticidad
Entendida esta como una combinación de honestidad y de mostrarse tal como es teniendo en cuenta sus propios sentimientos, sin ocultarlos, pero siempre teniendo en cuenta en primer lugar los del coachee.
3. Aceptación incondicional del coachee
Un buen coach confía plenamente en las capacidades del coachee, no le juzga, acoge todos sus sentimientos y le trata con la máxima cordialidad y calor humano.
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Aptitudes deseables en un coach
Las aptitudes, al contrario que las actitudes, son destrezas aprendidas y adquiridas. Las que debe trabajar el coach para conseguir ser efectivo en sus procesos de coaching son:
Escucha activa
Aunque todas las aptitudes que enunciamos aquí son importantes, saber escuchar de forma activa puede ser la que más determine ser o no un buen coach.
Porque escuchar activamente no es simplemente escuchar lo que dice el coachee. Practicar la escucha activa en un proceso de coaching es ir mucho más allá de las palabras para tener un nivel de comprensión del otro completo: se trata de atender, también, al tono empleado, el ritmo, el volumen, el timbre e, incluso, las pausas. Y, por supuesto, a prestar atención a la comunicación no verbal y lenguaje gestual.
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Reformulación
Es la habilidad del coach para saber resumir con sus propias palabras lo que ha entendido por parte del coachee, no en cada intervención del otro, sino tras determinados comentarios que considere importante resaltar o para clarificar ciertos aspectos que han podido quedar desordenados.
La reformulación proporciona seguridad al coachee porque, por un lado, permite mostrar claridad en pensamientos o emociones que a él le parecen inconexos y, por otro, porque con ella se demuestra una buena práctica de escucha activa por parte del coach.
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Responsabilizar
El coach debe tener claro cuál es su papel: un acompañante, un guía del coachee que es, realmente, el responsable de sus metas y circunstancias. El coach debe evitar generalizaciones y abstracciones y entender que su cliente es el que tiene que tomar las decisiones y usar sus recursos para alcanzar el objetivo marcado.
Reencuadrar
Una habilidad que debe poseer un coach para ejercer con garantías es la de saber realizar afirmaciones que lleven al coachee a entender que su dificultad no es extraña o grave, sino que es su manera de afrontar determinadas circunstancias tan válida como otras. Un extra dentro de esta habilidad es que el coach sepa hacer ver al coachee una dificultad realmente angustiosa como un reto a superar más que como un problema.
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Confrontar
Esta destreza consiste en que el coach sea capaz de hacer que el coachee tome conciencia de la relación dispar que existe entre lo que piensa, lo que siente y cómo actúa. El coach conseguirá esto gracias a la creación de un clima de confianza, el trato respetuoso con su cliente y demostrando una profunda creencia en la libertad y la responsabilidad del coachee.
Preguntar
Esta habilidad es la que permite que un proceso de coaching sea más o menos exitoso, por lo que el desarrollo de la misma por parte del coach es de vital importancia para ser un buen profesional. A través de las preguntas que el coach va planteando durante las distintas sesiones no se busca tanto obtener información, sino llevar al coachee a que se acabe reformulando sus propios interrogantes para abrir nuevas opciones.
Esta aptitud implica conocer que el abanico de interrogantes que se puede plantear es muy amplio (preguntas directas, abiertas, cerradas, evocativas, de solución, etc.) y que hay que saber usarlas en los momentos precisos y con el equilibrio justo para que una sesión de coaching no se convierta en un interrogatorio, sino en un proceso de indagación.
Invitar a la acción
El coach debe tener la destreza de hacer que el coachee entienda que el movimiento y la acción son fundamentales para lograr su objetivo, pero no empujándolo directamente a ello, sino con sugerencias del tipo ‘y ahora qué’. No hay que olvidar que el coach acompaña, nunca debe decir al cliente lo que debe hacer porque le quitaría su poder en su viaje de autodescubrimiento.
Aunque trabajar sobre las actitudes es más complicado, porque normalmente se poseen en mayor o menor medida dependiendo del carácter de cada uno, aprender y desarrollar las distintas aptitudes que debe poseer un coach es fundamental para poder trabajar con eficacia y calidad.
En nuestro Máster Propio en Coaching Profesional enseñamos y practicamos en profundidad cada una de las aptitudes que debe poseer un coach para ser un gran profesional; e incluso, ayudamos a perfilar o destacar las actitudes deseables que, a veces, nuestros alumnos poseen y no han sabido desarrollarlas. Todo ello con el fin de conseguir que los coaches formados tengan las mejores herramientas a su disposición para ejercer como coaches con total confianza y seguridad.