5 hábitos que alimentan nuestras inseguridades
En la teoría y en la práctica, nadie es perfecto. Todos contamos con imperfecciones, debilidades y “puntos ciegos” en nuestro repertorio de virtudes, y eso no es ningún problema. Lo que sí es un problema, en cambio, es lo que pasa cuando nuestra percepción de estos defectos genera inseguridades que nos mantienen con miedo y sin querer salir de una zona de confort muy restringida.
Desafortunadamente, esta inseguridad con diferentes facetas es algo que interiorizamos de manera inconsciente si nos acostumbramos a participar en determinadas maneras de interacción con los demás y con el entorno que nos rodea.
Estas grietas en nuestra autoestima no aparecen porque sí, sino que dependen de las experiencias por las que pasamos y que generamos. No todo está perdido: como las inseguridades son aprendidas, también las podemos desaprender hasta conseguir que sean insignificantes y lo suficientemente pequeñas para que no nos afecten demasiado. Nunca se irán del todo, ya que nuestra memoria emocional difícilmente puede ser reseteada, pero al fin y al cabo la salud mental tiene que ver con hasta qué punto somos funcionales, no de si somos perfectos.
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Hábitos que intensifican nuestras inseguridades
A continuación veremos varios de los hábitos más frecuentes que avivan nuestras inseguridades y hacen que se sigan perpetuando en el tiempo.
1. Mantener relaciones de dependencia
Este tipo de relaciones humanas suelen ser significativamente dañinas durante el tiempo en el que tienen lugar, y no solo se limitan al ámbito de la pareja y del amor romántico.
Normalmente, estos vínculos cuentan con una persona que, entre sus estrategias para mantener al otro en estado de dependencia, utiliza diferentes fórmulas para alimentar las inseguridades de esta última. Por ejemplo, ridiculizando sus logros, tomándose a broma sus propuestas, etc.
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2. Exponerse a contextos altamente estresantes
Experimentar de manera frecuente ansiedad tiene repercusiones negativas muy variadas en nuestra salud física y mental. Entre estas consecuencias indeseadas, se encuentra la de ver de manera habitual cómo nuestros esfuerzos y nuestra capacidad para concentrarnos en tareas no nos son suficientes para alcanzar los objetivos deseados, de manera que fracasamos muchas veces y cometemos fallos tontos.
Por supuesto, parte de estas inseguridades se basan en el hecho objetivo de que mostramos un desempeño peor en muchas tareas, pero eso no es consecuencia de lo que somos, sino de las circunstancias por las que estamos pasando. Por eso, al dejar de someternos a esa cantidad de estrés, es más fácil que nuestra percepción de nosotros mismos se ajuste más a la realidad y no nos lleve al pesimismo.
3. Compararse con personas idealizadas
Este es uno de los hábitos más relacionados con la inseguridad. Y es que desde que vivimos en la sociedad de la información, cada vez es más común compararnos con personas que básicamente no existen, ya que o son representaciones muy “filtradas” de usuarios reales de una red social que muestran solo lo bueno y no muestran lo que perciben como defectos propios, o son representaciones de personas ficticias creadas a partir del trabajo de departamentos de marketing trabajando a partir del material real aportado por los famosos (cantantes, modelos, etc.).
Así pues, resulta muy necesario ser conscientes de la existencia de estos filtros para evitar que nuestra autoestima y nuestro autoconcepto no dependan de las comparaciones con estos espejismos.
4. Evitar los problemas
Hay quien, a la mínima señal de que puede producirse un evento estresante, hace lo posible por evitar exponerse a él, incluso si enfrentar esa situación es claramente positivo o necesario dadas unas circunstancias, aunque sea para tentar a la suerte y darnos la oportunidad de que nuestra situación mejore. En estos casos, quienes ya se han habituado a esta dinámica generadora de inseguridades, racionalizan su miedo a salir de la zona de confort para así justificar su pasividad: “no hace falta que haga esa llamada, de todas formas ya sé que me va a rechazar”, por ejemplo.
Asumir como normal este comportamiento no hace más que promover la tendencia a mantener un perfil bajo, ajeno a cualquier tipo de ambición, y muy expuesto a los miedos basados en el temor de no ser lo suficientemente buenos para lograr aquello que nos gustaría conseguir.
5. Basar la autoestima en la crítica
Hay quienes solo encuentran una manera de reafirmarse criticando a los demás o burlándose de ellos. Esto no solo daña a otros; además, hace que la autoestima dependa de estos ataques constantes. Por otro lado, si alguna vez la dirección de esas críticas se invierte, se es mucho más vulnerable, porque esa autoimagen basada en la superioridad moral se desvanece.
Construir una autoestima sana
Tal y como hemos visto, la autoestima y nuestra manera de valorarnos depende principalnente de cómo interactuamos con nuestro entorno. Tener claro esto es fundamental para no asumir que las inseguridades nacen de uno mismo de manera aislada, como si formasen parte de su esencia.