Efecto actor-observador: ¿qué es y cuáles son sus causas?
Los sesgos atribucionales son sesgos o distorsiones que hacen que cometamos ciertos errores a la hora de explicar el origen de una conducta. Uno de estos sesgos es el llamado efecto actor-observador, ampliamente estudiado en psicología social.
Este efecto ha sido avalado por la evidencia empírica, y sostiene que solemos atribuir las causas de las conductas de diferente manera, según si hablamos de nuestras conductas o de las de los demás. Vamos a ver en qué consiste este efecto, así como sus características, explicaciones y limitaciones
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Efecto actor-observador: ¿en qué consiste?
El efecto actor-observador es un fenómeno psicológico estudiado en la psicología social, que consiste en una tendencia general de las personas a atribuir las propias acciones a factores situacionales o externos, y las acciones de los demás a disposiciones personales estables (es decir, a factores internos). Este efecto lo dieron a conocer dos autores: Jones y Nisbett, en el año 1972.
En este caso, cuando hablamos del “actor” nos referimos a “nosotros mismos”, y cuando hablamos del “observador” nos referimos a “los demás”; de ahí el nombre del efecto. Este efecto, como ya hemos mencionado al inicio, ha sido muy apoyado y demostrado por la evidencia empírica.
Por otro lado, es interesante mencionar que el efecto actor-observador aparece especialmente cuando la conducta o el resultado de la conducta es negativa (como veremos más adelante en un ejemplo). Es decir, este efecto haría alusión al hecho de que tendemos a “culpar” a los demás de sus acciones negativas, y que nos “excusamos” de las nuestras, buscando un factor externo o situacional que explique el resultado negativo de nuestra conducta. En otras palabras, en cierta manera sería una forma de “eludir” responsabilidades.
Podría pensarse en este efecto como una especie de mecanismo de defensa o mecanismo que pretende proteger nuestra autoestima o autoconcepto. Sin embargo, hay diversas explicaciones que se han propuesto para explicar este efecto, como veremos a lo largo de este artículo.
Ejemplo
Un ejemplo para ilustrar el efecto actor-observador, sería un examen suspendido por parte de un alumno; en este caso, mientras que el profesor puede atribuir ese suspenso a disposiciones personales estables del observador (por ejemplo “pereza” por parte del alumno), el propio alumno (el “actor”) puede atribuir ese mismo suspenso a factores situacionales o externos (por ejemplo problemas familiares que le han impedido estudiar).
Hipótesis sobre sus causas
Se han postulado algunas hipótesis para explicar por qué se produce el efecto actor-observador. Veamos las cinco más importantes:
1. Hipótesis del nivel de información
Según esta primera hipótesis del efecto actor-observador, el nivel de información que tenemos influye en cómo analizamos las causas de los comportamientos.
Así, esta primera hipótesis sostiene que solemos tener más información sobre nuestra conducta y sobre la variabilidad situacional propia, en comparación con la de los otros. Eso hace que atribuyamos las conductas de los demás a factores internos, y las nuestras a factores externos o situacionales. Esta hipótesis, sin embargo, dispone de un escaso apoyo empírico.
2. Hipótesis del foco perceptivo
La segunda hipótesis del efecto actor-observador hace alusión al foco perceptivo (o punto de vista). Según esta hipótesis, nuestro punto de vista será distinto en función de si analizamos nuestra propia conducta o la de los demás. Así, si varía nuestro punto de vista, también variarán las atribuciones que hagamos de la conducta del actor (“los demás”) y de la del observador (“nosotros”).
Experimento
Esta hipótesis también es conocida como “explicación perceptual del efecto actor-observador”, y se basa en un experimento realizado por Storms en el año 1973. En el experimento se observó cómo el hecho de percibir una situación desde ángulos o perspectivas distintas a las mostradas inicialmente, podía cambiar las atribuciones que realizaban las personas sobre las mismas.
Así, en el experimento se vió como las atribuciones de los actores (“de uno mismo”) se volvían atribuciones más externas (factores externos), y las atribuciones de los observadores (“de los demás”) se volvían más internas (explicadas por factores internos).
3. Hipótesis de la conducta y situación
Por otro lado, hay una tercera hipótesis, similar a la primera, que sostiene que cuando observamos a una persona, solemos tener más información respecto a la conducta que ejecuta que sobre la situación o historia del individuo a quien observamos (porque muchas veces no lo conocemos).
Esto hace que se cometa un sesgo a la hora de atribuir su conducta a unos factores o a otros, es decir, el propio efecto actor-observador.
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4. Hipótesis de la motivación (autoconcepto)
Esta hipótesis plantea, como ya sugeríamos al inicio del artículo, que las personas solemos aplicar mecanismos que nos permitan proteger nuestro autoconcepto, cuando tenemos que explicar por qué nos comportamos de cierta manera o por qué obtenemos “X” resultados con nuestras acciones. O sea, que sería una forma de mantener una buena imagen de nosotros mismos.
Por otro lado, el efecto actor-observador sería también una manera de “justificar” nuestras malas acciones o nuestros malos resultados (por ejemplo al obtener una mala calificación en una prueba y justificarnos con que no nos encontrábamos bien ese día (factores externos o situacionales).
En cambio, cuando hablamos de los demás, no nos importa tanto que su conducta negativa se deba a una causa interna, porque muchas veces no conocemos a la persona, o simplemente es alguien ajeno a nosotros, siendo este pensamiento ciertamente egoísta o individualista.
5. Hipótesis de la saliencia
La cuarta hipótesis se centra en el concepto de saliencia (¿dónde fijamos nuestra atención?). Esta hipótesis establece que cuando observamos nuestra propia conducta (y focalizamos nuestra atención en ella), tendemos a centrarnos en la situación, el contexto; y, sin embargo, cuando observamos la conducta de otras personas, nos centramos más en su comportamiento. Todo esto, obviamente, influirá en las atribuciones que realicemos de las acciones.
¿Cuándo aparece especialmente este sesgo?
El efecto actor-observador, considerado como un sesgo atribucional o error a la hora de explicar las causas de las conductas, se da especialmente no sólo ante conductas negativas, como ya hemos visto, si no que también aparece más frecuentemente con personas desconocidas o que conocemos poco. Consecuentemente, el efecto se debilita con personas conocidas o cercanas.
Esto se explica por lógica, ya que en el caso de personas desconocidas, tenemos menos acceso a sus sentimientos o pensamientos (las conocemos menos) y eso hace que nos sea más fácil “juzgarlas” a la hora de explicar sus conductas como provenientes de factores internos y disposicionales.
Limitaciones de este sesgo atribucional
Existen dos limitaciones en el efecto actor-observador. Por un lado, este efecto no se da de igual forma (ni con la misma intensidad) en todas las culturas; es decir, aparecen diferencias culturales. Por el otro, el efecto pierde consistencia cuando en las acciones o conductas están implicados resultados positivos y negativos en lugar de neutros.
Así, debemos entender este efecto como algo muy común o frecuente, que muchas veces ocurre de forma inconsciente; sin embargo, hay que ser cautos, ya que como en todos los procesos psicológicos, siempre existen excepciones y no todo es blanco y negro. De esta manera, muchas veces deberemos ir más allá de la “regla general” y analizar los casos de forma individual.
Referencias bibliográficas:
- Blanchard, F. y Fredda (1996). Causal attributions across the adult life span: The influence of social schemas, life context, and domain specificity. Applied Cognitive Psychology; Vol 10 (Spec Issue) S137-S146.
- Hogg, M. (2010). Psicología social. Vaughan Graham M. Panamericana. Editorial: Panamericana.
- Melià, J.L.; Chisvert, M. y Pardo, E. (2001). Un Modelo Procesual de las Atribuciones y Actitudes ante los Accidentes de Trabajo: Estrategias de medición e intervención. Revista de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones, 17 (1), 63 - 90.