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Miedo a hablar con la gente: 4 técnicas para superarlo


El miedo a hablar con la gente es uno de esos problemas basados en la ansiedad que más problemas dan a gran parte de la población cuyo estilo de vida obliga a interactuar frecuentemente con los demás.

Se trata de un inconveniente que se plasma en el día a día, dado que casi cualquier conversación con alguien relativamente poco conocido, por mundana que sea, es propensa a derivar en problemas de nervios. Sin embargo, reconocer la existencia de un problema de estas características no implica saber cómo resolverlo.

Para ello, no existen recetas mágicas que hagan desaparecer el malestar de la noche a la mañana, pero sí hay técnicas que permiten estructurar un aprendizaje dirigido a superar el miedo a hablar con la gente. A continuación veremos cuáles son las pautas básicas a seguir, si bien ninguna lectura puede igualar el resultado que se obtiene trabajando con un profesional de la psicología sobre cada caso concreto.

¿Cómo superar el miedo a hablar con la gente?

Para entender mejor los pasos que hay que seguir a la hora de hacer que los nervios a la hora de conversar con los demás dejen de atormentarnos, hay que tener en cuenta en primer lugar que cada diálogo es único.

Lo que queremos cambiar es el patrón general, lo que hace que el miedo a hablar con otros sea generalizado; pero no debemos tener como objetivo hacer que sea imposible sentir miedo o inseguridad al estar en presencia de alguien. Esta idea, que parece tan básica, es fundamental, y por ello es necesario que a lo largo de todo el proceso la tengamos presenta la volver a analizar todo lo que nos va pasando, para no frustrarnos y rendirnos.

Teniendo esto en cuenta, veamos cuáles son las pautas que dan forma a estos consejos para dejar de tener miedo a hablar con las personas. Para notar los resultados, aplícalas en tu día a día, y no esperes resultados significativos desde las primeras horas; notar los beneficios suele tardar varios días.

1. Trabaja en tu autoconcepto

Uno de los componentes que entran en juego en esta clase de problemas de ansiedad es la autoestima. Concretamente, los problemas de autoestima. Sin embargo, esto no tiene por qué significar que quien se siente inseguro en un diálogo con alguien crea que vale menos que el otro, ni que es menos hábil en general.

La creencia es que se tiene menos valor conversacional; que las palabras de uno mismo no fluyen igual ni el contenido de lo que se dice no es igual de interesante que en el caso del interlocutor o interlocutora. Esta idea se transforma en profecía autocumplida, ya que la inseguridad que genera hace que la atención quede dividida entre lo que se hace y se dice y el miedo a lo que se hace y dice. El resultado lleva a un habla escasa o desorganizada.

Por eso, es importante centrarse en las fortalezas que uno mismo tiene a la hora de afrontar una conversación cotidiana. Para ello no hay que centrarse en la experiencia ni en la habilidad para hablar fuidamente con extraños, ya que es obvio que por el momento no se cuenta con esa cualidad; pero sí que podemos fijarnos en lo que nos hace ser capaces de aportar contenido interesante a una conversación.

Por ejemplo, si tienes estudios universitarios o dispones de amplia experiencia en un ámbito de conocimiento que crees que puede resultar interesante, recordar esto y asociarlo a tu identidad te servirá para sentir que vas a relacionarte con la gente con una mejor equipación. Lo mismo se puede decir si por tu edad tienes mucha experiencia sobre la vida, o si eres una persona con mucha curiosidad y ya te has hecho muchas preguntas que a otros ni se les han ocurrido.

2. Fíjate en el suelo conversacional

La gran mayoría de las conversaciones no tienen mucha sustancia. Aprende a detenerte por un momento y analiza el contenido literal de lo que ocurre en un diálogo normal y corriente que no tenga que ver, por ejemplo, con el contexto laboral: las muletillas ocupan gran parte del diálogo, las frases dirigidas a mostrar respeto e interés por el otro no cumplen más función que expresar amabilidad, y en general no se hace gala de una gran cultura general ni de una inteligencia prodigiosa.

Este tipo de nivel de exigencia mínimo que se da en las conversaciones, lo que podríamos llamar “suelo conversacional”. Estar por encima de esto es prácticamente como ensayar para un reto mayor que nunca llega, una especia de tutorial sencillo sobre cómo interactuar con los demás mediante las palabras. En general, nadie quiere emplearse muy a fondo en cada diálogo que se tiene a lo largo del día, así que tampoco deberías de hacerlo tú.

Sin embargo, si a pesar de ser consciente de esto notas que te atascas o te bloqueas, esto no te debe llegar a pensar que tus habilidades mentales son ínfimas. Simplemente, esto es un signo de que allí donde en un principio parecía haber un mar de diferencias entre los demás y tú, tan solo hay una fragilísima barrera: la ansiedad. Cuando esta desaparezca, todo será mucho más fluido.

3. No memorices frases, cuestiona

Memorizar frases que utilizar en una conversación es una trampa en la que se suele caer mucho para intentar hacer que el miedo a hablar con la gente desaparezca.

No funciona justamente porque añade tareas cognitivamente más exigentes de lo que ocurriría en el caso de no tenerlas en cuenta: el simple hecho de pensar en qué momento es más propicio usar una de estas líneas de diálogo ya distrae mucho. Puede servir si ya se tiene una cierta soltura en las conversaciones, pero no al principio.

En vez de usar este recurso, opta por centrarte en escuchar lo que la otra persona dice y construir tu participación en el diálogo reaccionando a lo que te parezca interesante. De esta manera obtienes una participación más natural desde el principio, tal y como ocurriría en un diálogo en el que no tuvieses ninguna preocupación, y tendrías una manera de afrontar la conversación teniendo claro que no tienes por qué ser la parte más habladora, a cambio de hacer que tus intervenciones sean significativas.

4. Aprende a distanciarte

Tal y como hemos visto, todas las conversaciones tienen un lado fuertemente convencional y previsible. En muchas ocasiones, lo que alguien dice en 5 o 6 intervenciones ya se puede predecir a partir de su primera intervención, y todo lo que viene después son matizaciones. Del mismo modo, también hay frases que sirven para dar a entender que se escucha, que se está de acuerdo, etc. Un diálogo real es muy diferente a lo que ocurriría en la mayoría de novelas, o en películas como las de Tarantino.

Tener claro esto, y observarlo, nos permite quedar por encima de este tipo de interacciones, y verlas como si fuesen casi una representación teatral en la que hay poco contenido, y muy esparcido a través de las frases. Esto servirá para hacer que parte de la tensión se vaya. Del mismo modo en el que entiendes por qué cada persona utiliza estos componentes aparentemente irrelevantes a pesar de aportar poco, tú también lo harás haciendo sin complejos a medida que el miedo se vaya.