¿A quién le has dado tu poder?
La confianza en nosotros mismos es escurridiza. Hay áreas en las que nos sentimos más fuertes y otras ante las que nos sentimos tan inseguros que impacta en la percepción que tenemos de nosotros mismos.
Solemos ser buenos para muchas tareas, pero nuestra mente no se detiene a festejar eso, sino en resaltar aquellas experiencias donde sentimos que se abre la tierra bajo nuestros pies.
La mente funciona así por defecto. A esta no le importa cómo nos sentimos, sino que estemos a salvo. Lástima que esto hace que carguemos con un pesar interno muy difícil de sortear porque nuestra falta de autoconfianza nos hace sentirnos rotos, insuficientes, carentes y asustados. ¿Cómo podemos reclamar nuestra valía cuando nos sentimos así?
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Recuperar la confianza en uno mismo
Lo primero que quiero decirte es que hay mucha luz al final del túnel, y lo sé porque yo estuve ahí. Mi despertar comenzó cuando me di cuenta de que había estado atrapada buscando una puerta de salida, pero que en realidad las paredes que me rodeaban estaban hechas de cartón. Con la ayuda profesional apropiada, me animé a patearlas y a escribir mi historia tal y como yo lo deseaba. Vamos a sacar capa sobre capa hasta llegar al meollo de esta cuestión.
La primera capa: la mirada del otro
Desde pequeños aprendemos a externalizar cuánto valemos. Buscamos desesperadamente la aprobación de nuestros padres, pares, maestros, y la cultura en la que estamos inmersos.
Esto nos genera una gran ansiedad, porque si nuestro valor depende de lo que el otro diga y no de nuestra apreciación, estamos otorgándole lo más valioso que tenemos a los demás: nuestra seguridad, nuestro discernimiento, y nuestra fe en nosotros mismos.
Piensa en todas las veces que tuviste que tomar una decisión y la consultaste hasta el cansancio con tus familiares y amigos porque inconscientemente creías que ellos tenían la respuesta correcta, pero no tú.
Piensa en el número de ocasiones en las que hiciste lo que te decían que tenías que hacer o que realizaste lo que se esperaba de ti.
Esto no es más que el reflejo de haberle otorgado tu confianza y tu poder a los que te rodeaban. Sin saberlo, te desconectaste de tu propia fuente de sabiduría. Vivir así es extenuante porque te contorsionas en mil direcciones por pura conformidad ante tu entorno. Dicen que la salida siempre está dentro; lástima que con frecuencia lo olvidemos y la busquemos fuera.
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La segunda capa: perfeccionismo y control
Si sacamos esta primera capa, encontramos otra muy delicada, que son nuestras tendencias perfeccionistas. Esto está relacionado con lo anterior porque hay una creencia de que existe una vara a la que hay que llegar y que asegura que podemos ser impolutos a todo nivel: personal, familiar, académico, y profesional.
En mi trabajo con mis clientes escucho atentamente cómo me comparten que trabajan mucho para no fallar, para evitar equivocarse, para no perder lo que tienen, y para que los demás no los tengan en baja estima. Lo hacen con la ilusión de controlar las cosas que emprenden y sus consecuencias. Esto me hace acordar a los hámsteres en su ruedita, corriendo pero sin llegar a ningún lado.
Ese diálogo interno esconde una mentalidad de escasez importante: hago por miedo a perder, "me mato en lo que hago para que no se caiga lo que tengo". En realidad, la respuesta reside en el hacer porque me beneficia, porque lo disfruto y porque celebro quién soy y a dónde me dirijo. La mentalidad es abundante cuando sé que pase lo que pase, mis poderes resolutivos me van a sacar adelante.
Me caeré y me levantaré con mi nuevo aprendizaje. Punto. Es más, si nos sacamos de encima la presión que ejerce la mirada ajena, será aún más fácil captar qué queremos, hacia dónde necesitamos ir, y qué hacer.
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Diálogo interno y el arte de escucharnos
Pregúntate: ¿Cuándo perdí mi brújula interna? ¿A quién se la di? ¿Qué necesita mi Yo asustado? ¿Si mi Yo más lúcido me hablara, qué me diría?
Tal vez escuches que necesitas pausar, tal vez necesites ser más auto/a, compasivo/a, tal vez necesites aquietarte, o tal vez necesites establecer límites saludables, entre tantas respuestas más. Presta atención y recupera tu poder.
Mantén un diálogo interno con tus luces y tus sombras. Para esto, abrázate humano, comienza por sosegarte, y haz lo que más nutra tu alma. Ese es el comienzo de vivir de adentro hacia afuera.
Algo que a menudo invito a mis clientes a hacer es preguntarse: ¿Qué le diría yo a la persona que más amo en el mundo si estuviera en mi lugar?
A modo de ejemplo, te convido una conversación con un cliente que me decía que no daba más de sí, pero que no podía parar, y que en su trabajo sabían que él siempre se las arreglaba para poder con todo. Cuando le pregunté "si esta ansiedad fuera tu mejor aliada, ¿qué te diría?", su respuesta fue contundente: "para, te vas a estrellar, esto es inhumano, anímate a delegar".
La tercera capa: los cuentos que nos contamos
Si sacamos otra capa en este tema, nos encontramos con todo tipo de cuentos que nos contamos que nos debilitan y limitan. ¿Cuántas veces creemos que haciendo, acumulando logros, y dándolo todo impecablemente, vamos a “aprobar el examen de la vida”? Y esto no es para que te atormentes, culpes, o avergüences. Al contrario, agradécele al abanico de emociones que surjan con este trabajo interno y utiliza esa información para que ilumine los lugares que tienes que sanar.
En cada capa que quites, aprende y refuerza tu confianza. Recuerda que la vida no se puede controlar porque siempre trae sorpresas, es impredecible. Da lo mejor de ti y confía que vas a saber qué hacer cuando acontezca algún revés.
Por último, elogia a tus emociones y espíritu porque pueden vivir en un proceso de crecimiento constante. Un día a la vez, anímate a dar esos pasos en la dirección de tu re-empoderamiento. Ante todo busca tener la mejor relación posible con la persona más importante de tu vida: tú.