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La teoría de los marcos relacionales de Hayes


El lenguaje es una de las capacidades más importantes para el ser humano. Forma parte de nuestra forma de comunicarnos e incluso de nuestros procesos de pensamiento (al fin y al cabo cuando razonamos solemos hacerlo a través del habla subvocal). Esta habilidad ha sido estudiada desde muy diferentes puntos de vista y corrientes teóricas. ¿Cómo lo adquirimos? ¿Cómo es posible que establezcamos relaciones entre el símbolo y la realidad, o entre constructos o conceptos?

Algunos de las corrientes que se han hecho estas preguntas son el conductismo y sus derivados, y en este sentido se han desarrollado diferentes teorías que puedan explicarlo. Una de ellas es la teoría de los marcos relacionales de Hayes.

Una teoría basada en el conductismo

La teoría de los marcos relacionales de Steven C. Hayes es un intento de ofrecer una explicación al porqué somos capaces de realizar las diferentes asociaciones entre lenguaje y realidad, afectando a procesos tanto comunicacionales como cognitivos. Se trata pues de una teoría que explora e intenta explicar el lenguaje, la cognición y la relación entre ambos.

Se parte de una concepción derivada del condicionamiento operante y del análisis conductual, con el reto de intentar explicar la complejidad del lenguaje y el pensamiento como resultado de la asociación entre nuestras conductas y las consecuencias de éstas. Al contrario que el conductismo clásico y las primeras versiones del operante, en esta teoría se parte de la idea de que toda palabra, adquisición de significado, pensamiento o proceso cognitivo es considerado un acto o conducta adquirido mediante aprendizaje a lo largo de nuestra vida.

Así es la teoría de los marcos relacionales de Hayes

Para la teoría de los marcos relacionales de Hayes, nuestra capacidad cognitiva y lingüística parten de la existencia de conductas relacionales, es decir de actos mentales en la que ponemos en relación diversas informaciones o estímulos. El comportamiento relacional es el que permite que generemos redes de contenidos mentales, conocidas bajo el nombre de marcos relacionales.

Generación de los marcos relacionales

El inicio de dichas redes se encuentra en el condicionamiento. Aprendemos a asociar una palabra o un conjunto de sonidos a un elemento, como por ejemplo la palabra pelota a una pelota. Este hecho es sencillo y permite que establezcamos una relación entre ambos estímulos. En dicha relación se establece una equivalencia entre ambos estímulos. La palabra equivale al significado, y este a la palabra.

Esta propiedad es conocida como vinculación mutua. Además estos mismos estímulos pueden aparejarse con otros y a partir de dicha relación extraer la posible relación entre los estímulos previamente asociados, también denominada como vinculación combinatoria. A su vez, la captación de estas relaciones puede provocar que se generen cambios y variaciones en el uso y significado del estímulo en cuestión, provocando una transformación de funciones de éste según se van adquiriendo más y más ejemplos de diferentes relaciones entre estímulos.

Durante nuestro desarrollo vamos aprendiendo poco a poco a responder a las diferentes equivalencias observadas a lo largo de nuestro crecimiento, y con el tiempo el ser humano es capaz de establecer una red de relaciones o marco relacional, la base que nos permite aprender, potenciar y hacer cada vez más elaborado nuestro lenguaje y cognición.

Por ejemplo, aprendemos que una palabra concreta tiene una consecuencia en un momento dado y con el tiempo observamos que en otros lugares tiene otros, de manera que vamos asociando asociaciones y generando nuevas interpretaciones y funciones del lenguaje y del pensamiento.

¿De donde surgen los marcos relacionales?

El marco relacional sería pues una red de relaciones establecidas y reforzadas a partir de claves contextuales. Estas relaciones son arbitrarias, no dependiendo siempre del estímulo en sí y sus características sino de las relaciones que hayamos realizado entre éste y otros estímulos.

El marco relacional no aparece de la nada sino que es generado mediante el procesamiento de la información proveniente del medio y el contexto social. Aprendemos las diferentes claves que nos permiten establecer estas relaciones de manera que captamos si estamos ante estímulos semejantes, diferentes o comparables.

Por ejemplo pueden partir del uso de jerarquizaciones, de vinculaciones espacio-temporales, de el entorno laboral, familiar o social o de la observación de los efectos de las conductas propias o ajenas. Pero no solo participa el medio, sino que también existe influencia por parte de aspectos como nuestra voluntad o la intención que tenemos para hacer, decir o pensar algo.

Así pues podemos hablar de contexto relacional como del conjunto de claves que indican el sentido y tipo de relación entre estímulos. También disponemos de un contexto funcional, el cual parte de la propia psique y que provoca que a partir de nuestra mente podamos seleccionar el sentido que le queremos dar independientemente del medio en sí.

Propiedades de los marcos relacionales

Si bien hemos hablado del conjunto de propiedades que permiten establecer un marco relacional, estos marcos también tienen propiedades propias interesantes de tener en cuenta.

Como resultado de procesos de condicionamiento y aprendizaje, cabe destacar que los marcos relacionales son construcciones que se van adquiriendo a lo largo del desarrollo y que también van desarrollándose a lo largo del tiempo según se van añadiendo nuevas relaciones y asociaciones.

En este sentido, también destaca el hecho de que se trata de redes muy flexibles y modificables. Al fin y al cabo, la transformación de funciones de los estímulos actúa de manera contínua y puede introducir cambios.

Por último, el marco relacional puede llegar a controlarse tanto de manera previa como posterior a su surgimiento, según el sujeto sea expuesto a distintas estimulaciones cuyas consecuencias sean manipuladas o establecidas. Este último aspecto supone una gran ventaja a la hora de realizar diferentes tipos de tratamiento, como por ejemplo en la terapia psicológica en casos de sujetos con trastornos mentales.

Se generan normas de funcionamiento

El establecimiento de los marcos relacionales permite que el ser humano pueda ir sumando y vinculando los distintos significados y significantes que aparecen en su vida. Los diferentes marcos relaciones se vinculan también entre sí de manera que se establece una comprensión de la estimulación, de manera que nuestro pensamiento y lenguaje se van volviendo cada vez más complejos.

A partir de este lenguaje y las relaciones establecidas entre estímulos, generamos invariantes y normas de comportamiento a partir de las cuales podemos regular nuestro comportamiento y adaptarnos al medio de la mejor manera posible. Y no solo nuestra conducta, sino que también generamos nuestra identidad, personalidad y manera de vernos a nosotros mismos y al mundo.

Vinculación con psicopatología

Sin embargo hay que tener en cuenta que las vinculaciones entre palabras y estímulos pueden dar pie a marcos relacionales dañinos para el propio sujeto o a que se generen reglas de comportamiento excesivamente laxas o rígidas que pueden degenerar en el padecimiento de diferentes trastornos psíquicos, siendo esta la explicación que la teoría le da a los diversos trastornos y el origen de terapias de notable éxito en la actualidad como la de aceptación y compromiso.

Y es que durante el surgimiento es posible que se genere mediante el contexto funcional una red de asociaciones que provoquen que el paciente sufra, como la consideración de que la propia conducta no tiene un efecto sobre el medio, que el medio es un lugar inhóspito y lesivo o que el propio sujeto tenga mala consideración hacía sí mismo.

También pueden generarse categorizaciones negativas que provoquen aspectos como los estereotipos o la falta de sensación de pertenencia. También generar la necesidad de controlar el medio o la lucha por mantener las equivalencias y normas generadas por el propio lenguaje a través de los marcos relacionales y la propia conducta. Todo ello puede generar que evaluamos el mundo o a nosotros mismos de manera poco adaptativa y disfuncional.