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¿Cómo es la psicoterapia ante el duelo por la muerte de un hijo?


De todas las muertes que podemos vivir en nuestro entorno, la de un hijo es una de las que pueden ellgar a ser más traumáticas. Ningún padre ni madre se espera sobrevivir a su hijo, y mucho menos cuando este fallece siendo todavía muy joven.

El duelo por la muerte de un hijo es uno de los procesos más difíciles por los que los padres pueden pasar y, en caso de no ser adecuadamente gestionado, puede degenerar en un duelo patológico.

Por este motivo es tan importante la psicoterapia ante el duelo por la muerte de un hijo, una cuestión de la que vamos a hablar en las siguientes líneas y vamos a desmenuzar cómo viven los padres este proceso.

¿Qué es el duelo?

Pese a que la muerte es la única certeza que existe en esta vida sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad. El impedimento de hablar de la muerte de forma abierta es todavía más notorio cuando se trata de la muerte de un hijo. En estos casos la tendencia es de esconderlo aún más, considerando inoportuno y de muy poco tacto sacar el tema o abordarlo en una conversación con familiares, y mucho menos con los padres del fallecido.

Es cierto que el tiempo puede curar la tristeza y el dolor que trae consigo la muerte de un hijo, pero en muchas ocasiones es necesario abordarlo abiertamente para evitar desarrollar un duelo patológico. Esto es especialmente importante dado que la muerte de un hijo es uno de los acontecimientos más traumáticos a los que se puede enfrentar cualquiera. Por ello es tan necesaria la psicoterapia ante el duelo por la muerte de un hijo.

Pero antes de hablar de la importancia de la psicoterapia y su papel para afrontar el fallecimiento de un hijo, hablemos de lo que se entiende por duelo. Ya que son pocas las ocasiones de las que se puede hablar abiertamente de la muerte, aprovecharemos ahora. El duelo se define como una respuesta adaptativa normal frente a un acontecimiento significativo para la persona, pudiendo ser tanto la muerte de un ser querido como una ruptura de pareja o la pérdida del empleo.

Duelo por la muerte de un hijo

El duelo por la muerte de alguien no deja de ser parte de nuestra vida, pero a pesar de ello no deja de ser tampoco un proceso vital doloroso y estresante. Este dolor alcanza proporciones titánicas cuando el fallecido es nuestro hijo, entrando en un episodio sumamente desgarrador y para el que ningún padre está preparado. Se supone que son los hijos quienes sobreviven a los padres, y no al revés.

El duelo es un proceso muy complejo, vivido de forma única e irrepetible, con gran impacto en las emociones de quien lo vive. La duración de este proceso es muy variable, aunque los especialistas acuerdan que va de entre los seis meses y un año, durante los cuales se viven y atraviesan diversas fases (negación, ira, negociación, depresión y aceptación). Esto no quiere decir que pasado un año todo el mundo se encuentre recuperado completamente. Cada uno lo vive a su manera, y las secuelas que vienen después también son muy variadas y únicas.

La duración e intensidad del duelo depende de múltiples factores, siendo el parentesco y relación con la persona fallecida el parámetro que más predice cómo de intenso y prolongado va a ser este período. El tipo de muerte también afecta, puesto que no es lo mismo vivir la muerte de un familiar que llevaba años enfermo que no uno que ha padecido una muerte súbita y violenta.

Puede suceder, por sorprendente que le pueda parecer a algunos, que el duelo se puede vivir sin que la persona sea consciente de que lo está atravesando. El nivel de conciencia del mismo es relativo.

Características del duelo por la muerte de un hijo

El fallecimiento de un hijo es un evento altamente traumático y duro. Ningún padre espera que su hijo o hija muera antes que él. Por esto podemos decir que las características del duelo por la muerte de un hijo son muy distintas a las que se esperan de un duelo provocado por la muerte de otro familiar que, aunque siguen siendo doloroso, no lo llegan a ser tanto como la pérdida de un hijo. Si este hijo era hijo único o un recién nacido, la muerte puede ser todavía más traumática.

Entre las características del duelo por muerte de un hijo compartidas con el resto de duelos encontramos:

  • Aislamiento social: baja interacción con familiares, amigos y círculo social general.
  • Abandono de las actividades de interés
  • Aparición de problemas de salud mental: trastorno de ansiedad, depresión, abuso de sustancias…
  • Aumento del riesgo de muerte por suicidio
  • Somatización: dolores físicos, náuseas, insomnio… causadas por malestar emocional
  • Emociones abrumadoras: desesperanza, culpa, tristeza, rabia...

Entre los patrones emocionales y conductuales compartidos por los padres que acaban de perder a un hijo encontramos:

La terapia ante el duelo por la muerte de un hijo

Sobrellevar la muerte de un hijo es un proceso más lleno de valles que picos, por el cual es imprescindible la ayuda de un profesional para conseguir superarlo de la forma más natural y sana posible.

Es necesario que los padres y el resto del núcleo familiar establezcan una fluida comunicación sobre los sentimientos y dificultades emocionales asociados al proceso en vez de intentar ocultar todo intentando hacerse los fuertes.

Puesto que los padres van a estar destrozados nada más ocurrir el fallecimiento de su hijo, es altamente necesario que deleguen las tareas del hogar y otros hábitos cotidianos a familiares y conocidos dispuestos a ayudarles en estos duros momentos. Cosas tan simples como ir a la compra o limpiar los platos se convierten en tareas titánicas en una persona que acaba de perder a su hijo y, aunque no lo quieran reconocer, necesitan ayuda. El psicólogo será quien los ayude a recuperar la normalidad tras un proceso de terapia reparadora.

En la terapia con padres que acaban de sufrir la muerte de un hijo se trabajan los dos aspectos siguientes, principalmente.

Hablar abiertamente sobre lo sucedido

Uno de los objetivos es conseguir que los padres hablen abiertamente del fallecimiento de su hijo como forma de gestionar los sentimientos que les produjo esta experiencia. Esto también se enfoca en conseguir que digan de forma asertiva cómo se sienten a las personas de confianza, para evitar así aislarse y, también, para que el entorno ejerza un rol terapéutico al ver a unos padres que siguen necesitando ayuda, por mucho que la apariencia exterior no lo sugiera.

En muchas ocasiones pasa que estos padres corren el riesgo de aislarse debido a que, si bien los primeros días son arropados por su círculo social, al cabo de un tiempo estos conocidos retoman sus actividades, volviendo a sus rutinas. Pero para los padres no volver a la rutina no es tan fácil, pues seguirán con un hijo fallecido para siempre.

Por ello es tan importante que logren encontrar a esa persona de su entorno con quien sí se sienten comprendidos. Si esa persona también participa en la terapia, acudiendo a las sesiones con el clínico y el padre, mejor.

Con la ayuda del psicólogo también se consigue que los padres vuelvan a retomar sus antiguas rutinas y salgan de la depresión activándose. El terapeuta los motivará a que vayan empezando poco a poco a hacer cosas para recuperar su normalidad, como hacer ejercicio, fijarse unos horarios para acostarse y levantarse, mantener la higiene personal, volver al trabajo, cuidar la alimentación… Todo ello facilitará su proceso de ganar fuerzas para afrontar mejor el duelo.

Aceptación

Una de las claves en el proceso de duelo y que determinará lo saludable que acabe siendo es la aceptación. Siendo muy personal todo el proceso, aceptar la pérdida tras la muerte de un hijo ayuda a los padres a superar el dolor y a cerrar el proceso de duelo de una forma no traumática y con las menores secuelas posibles.

Con la aceptación la tristeza, que no dejará de estar presente, será más adaptativa, dando lugar a otras emociones que permitirán vivir su vida. La aceptación será un aspecto clave para que los padres vayan poco a poco retomando las actividades por las que antes sentían placer y que les hagan sentir que tienen un propósito en la vida, que la vida vale la pena vivirla.

En terapia se hace que los padres sean conscientes que por sentirse felices no están traicionando la memoria de su hijo. Todo lo contrario, se les hace saber que seguramente su hijo, esté donde esté, quería que fueran felices y que siguieran adelante.