¿Existe la adicción al amor?
Cuando nos enamoramos y pasamos a amar a alguien especial, es frecuente sentir que estamos “enganchados” a esa persona. A veces vivimos esto como algo ilusionante y fuente de felicidad, como cuando la experiencia da lugar a una relación de pareja que poco a poco se va consolidando, y a veces lo vivimos como todo lo contrario, algo que puede pasar si el sentimiento no es mutuo o si bajo la apariencia de relación amorosa surgen dinámicas de dependencia o incluso de manipulación psicológica.
Por todo ello, no es raro escuchar que el amor es una especie de adicción. ¿Qué hay de cierto en este razonamiento? ¿Realmente existe la adicción al amor o a través del amor? Aquí daré mi punto de vista sobre el tema.
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¿Qué es una adicción?
Las adicciones son un conjunto de alteraciones psiquiátricas y neurológicas en las que la persona desarrolla una fuerte dependencia hacia el consumo de determinadas sustancias o la realización de ciertas acciones, hasta el punto de que experimenta un malestar clínicamente significativo si pasa varias horas o unos pocos días sin hacerlas.
Esta clase de patologías tienen una base biológica y otra psicosocial. Por un lado, a medida que se consolidan en el cuerpo de la persona que sufre la enfermedad, el sistema de recompensa de su cerebro se ve alterado por la adicción, de manera que reconfigura toda la actividad cerebral para que la realización del comportamiento adictivo (por ejemplo, beber alcohol) pase a ser la prioridad absoluta, y con el tiempo, la única fuente de motivación del individuo. Por el otro, la adicción hace que la persona interiorice determinadas rutinas y hábitos que exponen constantemente a la persona a la tentación de seguir con esa dinámica de comportamientos (por ejemplo, sustituyendo sus amigos de toda la vida por la compañía de otras personas con su misma adicción), de modo que incluso si quiere “desengancharse” de todo eso, el riesgo de recaer se incrementa.
Si bien la mayor parte de los trastornos psiquiátricos y psicológicos meten a la persona en un círculo vicioso del que cada vez es más complicado salir, las adicciones son especialmente buenas en esto, dado que a medida que pasa el tiempo la persona se va quedando sin opciones de romper con esa dependencia: el síndrome de abstinencia se vuelve muy fuerte, y además cada vez necesita consumir más o involucrarse más en la conducta adictiva para experimentar el mismo nivel de alivio o placer momentáneo.
Esto último, que es un fenómeno conocido como tolerancia, ocurre porque la adicción lleva al cerebro a transformarse a sí mismo para encaminar todos los procesos fisiológicos y mentales hacia la repetición constante de esa experiencia que genera placer o bienestar durante unos pocos minutos, de modo que exponerse a esa clase de vivencias ya no “choca” o interfiere tanto en sus dinámicas de funcionamiento, sino que encaja mejor en ellas, perdiéndose con ello la contundencia del efecto. Esto también explica el síndrome de abstinencia; el sistema nervioso se acostumbra a someterse una y otra vez a esas inundaciones de sustancias químicas, ya sean generadas por el propio cerebro (en el caso de las adicciones sin sustancias) o suministradas mediante le consumo de drogas, de manera que retirar esa “para” de repente hace que todo se tambalee durante unos días, el tiempo necesario para que las neuronas aprendan a volver relacionarse entre sí de una manera más o menos normal.
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¿Puede surgir una adicción al amor?
Por lo que hemos visto hasta ahora, el amor y las ganas de estar con la persona a la que amamos tienen algunas características que los asemejan a las típicas adicciones que año tras año llevan a miles de personas a buscar apoyo terapéutico para desengancharse de, por ejemplo, una droga como el alcohol, la cocaína o la metanfetamina. Ahora bien… ¿Puede realmente dar lugar a un trastorno adictivo sin consumo de sustancia, tal y como ocurre con la tendencia a participar una y otra vez en juegos de azar (juego patológico)? La respuesta es que, técnicamente, la adicción al amor no existe como alteración de la salud mental y este término tan solo puede ser usado como metáfora o explicación simplificada de un problema psicológico de otro tipo.
Esto se debe a diversas razones, pero resumiendo, podríamos decir que las adicciones no son tan solo una dependencia que genera malestar, sino un tipo muy concreto de dependencia que genera malestar.
En primer lugar, tal y como hemos visto, las adicciones generan un efecto conocido como tolerancia, por el cual la persona se vuelve cada vez más dependiente de la experiencia adictiva hasta el punto de que se deja en ello su vida social y su salud física y mental. Esto no ocurre con el amor: no necesitamos estar cada vez más tiempo ni sacrificar poco a poco todo lo que tenemos para estar con alguien por el simple hecho de querer a una persona.
Del mismo modo, cuando nos separamos durante unas horas o días de ella tampoco sufrimos los síntomas típicos del síndrome de abstinencia, que pueden llegar a ser muy intensos e incontrolables, de carácter tanto psicológico como fisiológico: temblores, niveles de estrés disparados, alteraciones somáticas, fatiga, en algunos casos fiebre, etc.
Por otro lado, si por “adicción al amor” entendemos la necesidad de pasar una y otra vez por la experiencia del enamoramiento, la comparación tampoco funciona. Las adicciones lo son de una acción o experiencia muy concreta y objetiva: tomar drogas o interactuar de un modo específico con un objeto o lugar. En cambio, el enamoramiento es una vivencia mucho más basada en los pensamientos abstractos y en el contexto, y no se reduce a un tipo de lugar ni a objetos con los que interactuar. Y además, prácticamente nadie sería capaz de consolidar una adicción a algo relativamente excepcional, porque muy raramente nos enamoramos varias veces seguidas en cuestión de horas o pocos días.
Esa escala temporal difícilmente haría que nuestro sistema de recompensa cerebral sufriera cambios estructurales y funcionales significativos, dado que entre un enamoramiento y el siguiente, otra clase de situaciones estimulantes ejercerían su influencia en nuestras neuronas, modificando su manera de interactuar con las demás.
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¿Eso significa que no pueden surgir trastornos por enamoramiento?
No exactamente: una mala gestión de las relaciones amorosas puede facilitar la aparición de psicopatologías, pero no de la categoría de las adicciones, sino de otro tipo.
Por ejemplo, en parte de los manuales diagnósticos se define una psicopatología basada en la dependencia emocional, y además, el Trastorno Límite de la Personalidad también es conocida por dar lugar a menudo a dinámicas de dependencia. Lo que ocurre que en estos casos el problema en sí no es el amor (naturalmente), sino más bien toda una serie de temores asociados al miedo al abandono y a las inseguridades con uno mismo, lo cual lleva a la persona a buscar refugio emocional en alguien especial constantemente.
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Mi nombre es Tomás Santa Cecilia y soy psicólogo especializado en el modelo de intervención cognitivo-conductual, muy eficaz y versátil ante los problemas de índole emocional. Atiendo presencialmente en mi consulta de Madrid y también de manera online por videollamada.