El miedo a lo desconocido: cómo evitar que te paralice
El miedo es una de las emociones más básicas relacionadas con el ser humano. Asociado al instinto de supervivencia, desde hace siglos acompaña al hombre para advertirle de los peligros del mundo que le rodea. Se trata de una emoción primaria que deriva de la aversión natural a la amenaza, y todos los animales la poseen.
Pero, ¿qué pasa cuando peligros instintivos como ser devorados por un león desaparecen en una sociedad desarrollada? Hoy explicamos qué es el miedo a lo desconocido, y cómo evitar que nos afecte negativamente.
El miedo se inventa sus propios peligros para seguir funcionando
La mayor parte de los miedos que tenemos en nuestra sociedad son miedos neuróticos, es decir, miedos basados en construcciones mentales y no en amenazas reales. Miedos por lo que podría suceder, y no por lo que realmente está sucediendo.
No en vano las personas nos pasamos la mayor parte de nuestra vida sufriendo por cosas que jamás nos sucederán.
El miedo neurótico nos pone en alerta continuamente y hace que vivamos extralimitados, privándonos de los enriquecimientos que nos puede proporcionar lo desconocido.
Y es que la mayor parte de las personas tenemos un miedo injustificado a lo que no conocemos. Adelantamos acontecimientos y evitamos situaciones nuevas que creemos que no vamos a poder gestionar o solventar.
¿Por qué aparece el miedo a lo desconocido?
Este miedo es en su mayor parte aprendido. El niño, cuando empieza a caminar, posee el instinto de explorar y de realizar continuamente tareas diferentes para descubrir el mundo que le rodea.
Y es ahí donde los adultos, con afán de protegerle, le inoculan una infinidad de miedos que seguramente le acompañarán durante gran parte de su vida. “No hables con desconocidos”, “no abras la puerta a extraños”, “no te subas ahí que te caerás”, “no te sueltes de mi mano o te perderás”, “no te alejes que te pueden raptar” y un largo etcétera de prohibiciones que hacen que el niño explorador se vaya convirtiendo en un niño temeroso del mundo, que irá reduciendo su área de interacción hasta llegar a la fase adulta donde tendrá ya consolidada su zona de confort.
Zona segura o de confort
Se ha hablado mucho estos últimos años de la “zona de confort”, definiéndose como aquella área vital conocida por la persona, que no siempre tiene por qué ser confortable, pero que es previsible y permite al cerebro funcionar en piloto automático dentro de ella. Digo que no es confortable porque la zona de confort para alguien puede ser una relación tóxica, un trabajo aburrido y mal pagado o una vida sedentaria.
Es muy probable que las personas muestren malestar dentro de esta zona, y sin embargo no se atrevan a salir de ella.
¿Por qué las personas no salen de su zona segura?
Por falta de confianza en sus propias capacidades. Algunas personas no se ven con los recursos suficientes para enfrentar situaciones desconocidas, por lo que prefieren quedarse en lo “seguro”, en lo previsible, en aquel lugar que se ven capaces de manejar o controlar.
Como aprendieron de pequeños, es mejor evitar lo desconocido “por lo que pueda pasar”.
Entonces, ¿por qué es recomendable salir de la zona de confort?
Es la única manera de adquirir nuevos conocimientos y habilidades. Hacer cosas diferentes o acudir a lugares nuevos es probable que incomode un poco en un principio. Como cuando te tiras a la piscina por primera vez para aprender a nadar. Sin embargo es el único sitio donde suceden cosas nuevas. Es la manera de expandir el mundo y autorrealizarse.
¿Cómo empezar a salir hacia la zona de aprendizaje?
Experimenta. “Haz cada día algo que te asuste”. Es recomendable dejar de vivir tanto en el mundo del pensamiento y pasar al mundo de la acción, que es donde las cosas realmente ocurren.
No se trata de perder el miedo, sino de hacer las cosas a pesar del mismo. No dejar que el miedo tome las riendas de las decisiones, sin perder de vista que la zona de confort es un estado mental, y no un terreno real.
“Todo lo que quieres en la vida está fuera de tu zona de confort”