Las 8 habilidades más importantes de un terapeuta
No cabe duda de que la Psicología es una de las ciencias más complejas y que quien se dedica a ella profesionalmente nunca ha leído lo suficiente como para saberlo todo acerca de la mente y la conducta humana.
Sin embargo, muchas veces el énfasis que se pone en los conocimientos teóricos ocultan el hecho de que, al menos en el caso de la psicoterapia, gran parte de las aptitudes y capacidades del profesional no tienen tanto que ver con la memorización de datos e información textual, sino con el dominio de ciertas habilidades prácticas, ligadas a la interacción en tiempo real con pacientes.
Y es que no hay manual clínico (ni manual de instrucciones) que permita por sí mismo ofrecer un servicio de calidad a quien necesita ayuda de este tipo: hay que disponer de varias aptitudes que permitan adaptarse a lo que va ocurriendo durante la sesión.
Por eso, en este artículo hablaremos acerca de las habilidades más importantes que puede poseer un terapeuta para desenvolverse bien en su trabajo y ser capaz de dar lo mejor de sí ante los pacientes, sobre todo en el mundo de la terapia psicológica.
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Las habilidades del teraputa más importantes al atender pacientes
A la hora de ofrecer la atención psicoterapéutica adecuada, las habilidades más importantes que deben aplicar los profesionales son las siguientes.
1. Dominio del contexto
Si en cualquier situación comunicativa el contexto siempre es capaz de darle un significado u otro a las palabras, esto aún ocurre más en el ámbito de la terapia psicológica, en el que se tocan temas muy personales sobre los que el paciente puede mostrarse reacio a hablar de forma directa. Por eso es muy importante que los terapeutas desarrollen su capacidad para leer entre líneas y entender lo que se oculta más allá de lo literal, para de ese modo detectar los sentimientos y los conceptos que están ligados a lo que preocupa a los pacientes o lo que les duele a nivel emocional.
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2. Asertividad
La asertividad, entendida como la capacidad para comunicar ideas importantes sin ceder al miedo a incomodar (aunque siempre teniendo en cuenta los sentimientos e intereses del interlocutor) es clave en terapia. Los terapeutas deben saber guiar la conversación hacia aquellos temas que son relevantes en cada momento, y esto pasa por no huir de ciertas conversaciones o de determinadas preguntas clave que hay que hacer cuando se presta el momento.
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3. Organización del tiempo
Saber controlar los tiempos es fundamental no solo a lo largo de una sesión de terapia (en la que hay que saber cuándo y cómo abordar ciertos temas), sino también a la hora de planificar los días y las semanas en general. No debemos olvidar que el trabajo del psicólogo psicoterapeuta no termina cuando no está tratando directamente con pacientes; hay que encargarse de mantener un correcto mantenimiento y orden en el espacio de trabajo (imprescindible para, entre otras cosas, trabajar de manera fluida y sin interrupciones al trabajar con gente que necesita ayuda) y también es necesario llevar a cabo tareas relacionadas con la comunicación y el marketing, el trato con colaboradores, la realización de cobros y pagos, el control de las finanzas, etc. Por muy vocacional que sea este trabajo, no deja de ser precisamente eso, un trabajo realizado con recursos materiales y en asociación con otros profesionales. Estas son tareas aparentemente banales pero de importancia vital para mantenerse a flote en el mercado de trabajo.
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4. Tolerancia a la incertidumbre
En terapia siempre habrá un espacio cedido a la incertidumbre. Estamos tratando con personas con todo lo que ello conlleva: no son puzzles a resolver, sino seres humanos muy complejos y en constante evolución, por lo que sería totalmente contraproducente intentar saber exactamente todo lo que experimentan, cómo piensan en cada momento, etc. Caer en estas pretensiones tan solo lleva a la frustración y al desgaste laboral.
Por eso, otra de las habilidades clave del terapeuta es, a la vez que se ofrece asistencia psicológica, asumir que no se puede ni se debe intentar captar por completo la esencia de la persona con la que se trata, ni ofrecer explicaciones absolutas acerca de sus patrones de comportamiento. El foco siempre debe estar en su problema o necesidad a cubrir, para a partir de ahí, ir detectando piezas de información relevantes.
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5. Sensibilidad empática
Más allá de la información que puede ser expresada en palabras, es importante conectar emocionalmente con el paciente. Eso sí, hay que guardar un equilibrio entre el trato cercano e incluso el aprecio personal (si surge este último) y la profesionalidad. Por eso, la manera de abordar los problemas por los que el paciente ha acudido a la consulta no debe ser puramente intelectual ni movida por la curiosidad: hay que saber respetar ciertos límites y hacer lo posible por hacer que el proceso sea cómodo (sin renunciar a objetivos terapéuticos que pueden pasar por afrontar los miedos y salir de la zona de confort).
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6. Capacidad de aprender a aprender
Aprender a aprender consiste, entre otras cosas, en adoptar rutinas de consulta de fuentes de información fiables, pero no solo eso. También consiste en ponerse a prueba uno mismo, acostumbrarse a ir revisando información, formarse de manera colaborativa y combinarla con el estudio y la práctica individual, y más.
7. Capacidad de síntesis
La capacidad de síntesis hace posible que los terapeutas no se queden con una simple recopilación de datos dados por el paciente: hay que saber seleccionar lo importante y crear, con ello, un mapa del problema a tratar y de las posibles soluciones. Es decir, hay que saber crear información nueva con la información ya dada, lo cual también aporta una referencia para, a medida que avanza el proceso terapéutico, saber si se ha estado trabajando con la hipótesis acertada o no.
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8. Capacidad de autocrítica
Finalmente, no hay que olvidar que el trabajo de los psicoterapeutas implica una constante rutina de aprender de los errores. Hay demasiadas variables en juego como para no equivocarse con cierta regularidad, aunque sea en los detalles más nimios. Pero si damos por sentado que como profesionales nosotros siempre tenemos la visión más objetiva e informada acerca de lo que le pasa al paciente, esta habilidad se pierde.
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