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Ascetismo

Te explicamos qué es el ascetismo en religión y en filosofía. Además, su historia y representantes en Oriente y Occidente.

¿Qué es el ascetismo?

El ascetismo es una doctrina religiosa y/o filosófica que persigue la purificación del espíritu a través de la privación del cuerpo de los placeres materiales. Es decir, son ascéticas las tradiciones que abrazan la abstinencia, la soledad, la reclusión, la pobreza y el ayuno, entre otras formas de privación material, como caminos hacia la iluminación mística.

El ascetismo puede formar parte de tradiciones culturales muy diferentes entre sí, pero que en general entienden la iluminación como un proceso alejado de los placeres mundanos y de la vida terrenal. A quienes lo practican se les conoce como ascetas o anacoretas.

Este tipo de prácticas poseen una historia milenaria en Oriente, en especial en el budismo zen y a otras tradiciones ascéticas hindúes. También se hizo presente en el islam, especialmente en la mística del sufismo.

Sin embargo, el término “ascetismo” es de origen griego: en la antigüedad clásica se hablaba de askesis para referirse a la doctrina de ejercicios atléticos y militares que tenían como fin conducir al ciudadano griego hacia la virtud.

También existe una muy vasta tradición ascética cristiana, compuesta por diversas órdenes religiosas que buscaban una mayor cercanía con Dios a partir de la renuncia: votos de castidad y de pobreza, reclusiones voluntarias en monasterios, o incluso el abandono de la vida urbana.

Un ejemplo del ascetismo cristiano fueron los “Padres del desierto” o “Padres del yermo” del siglo VI, que abandonaron las ciudades romanas para internarse en soledad en los desiertos de Siria y Egipto. Casos similares aparecen en la iglesia ortodoxa y en la católica, en las que era frecuente el castigo del cuerpo o la renuncia a los placeres.

Una de las escuelas ascéticas más conocidas fue la española, que duró desde la Baja Edad Media hasta el siglo XVII, y que tuvo múltiples vertientes: la jesuita, la carmelita, la franciscana, la agustina, la dominica, etcétera. El propio San Juan de la Cruz (1542-1591) escribió que “Hay que perder el gusto por el apetito de las cosas”.

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