Calambur: concepto y ejemplos
El calambur es un recurso retórico que consiste en cambiar el orden de las sílabas de una palabra o las palabras de una frase para alterar el significado del mensaje. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) lo define como “la reunificación de las sílabas con el objetivo de transformar el sentido real de las palabras que se expresan”.
Un ejemplo de calambur es: ‘El ser eso no me gusta’ – ‘El cerezo no me gusta’. Tal como se observa en la segunda oración se reagrupan sílabas con respecto a la primera para cambiar el contenido del enunciado. Así en la oración uno, el sujeto dice que no le gusta ser “eso”, mientras que en la segunda dice que no le gusta el árbol del cerezo.
De acuerdo con el ejemplo anterior, el calambur es considerado un juego de palabras en virtud de que le imprime al texto flexibilidad y dinamismo. Además, este elemento literario le da un giro irónico o chistoso al mensaje que se transmite. En este sentido, el calambur puede usarse en adivinanzas, cuentos, canciones, chistes o poesías.
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Tal como se mencionó al comienzo, el calambur es una figura literaria que se basa en la modificación o alteración de las sílabas de una palabra con la finalidad de cambiar el mensaje de lo que se dice. Este elemento retórico se clasifica como un juego de palabras porque entretiene y agiliza el pensamiento.
Por otro lado, el origen etimológico del vocablo calambur proviene de la lengua italiana. El término se deriva de las palabras calami y burlare, la primera se traduce como “pluma” mientras que la segunda significa “burlarse”. Ahora bien, al unirse las primeras sílabas de dichas palabras surgió “calambur” que es hacer burla con el uso de la pluma.
En relación con el concepto anterior, el calambur se distingue por los siguientes aspectos:
El calambur es un recurso literario que denota expresividad, puesto que en su estructura se evidencian los tonos sarcásticos, irónicos y de doble sentido. De esta manera, el enunciado presenta variedad de puntos de vista.
Este recurso literario se reconoce como un juego de palabras, esto se debe a que el calambur produce una dinámica variada en relación al significado de las palabras y al sentido de la frase original con respecto a la segunda (es decir, a la que recibe modificación).
Además, esta figura literaria incide en el razonamiento para la comprensión del mensaje.
El calambur está compuesto por otras figuras retóricas que a la vez producen que tenga un doble sentido. De esta forma, un calambur puede expresarse bajo metáforas, paronimia, homofonía, polisemia u homonimia.
Una característica resaltante del calambur es la aplicabilidad dentro del lenguaje, sin bien puede usarse en el escrito y en el hablado, en el primero se comprende más fácilmente. Esto se debe a que la modificación o combinación de sílabas se percibe mejor por medio de la visualización que por la sonoridad.
De acuerdo con las características descritas anteriormente, se puede precisar el uso del calambur como recurso literario.
El calambur es un recurso retórico que se usa para cambiar o modificar el mensaje que contiene un enunciado. De tal manera, el calambur se convierte en un juego de palabras que transforma el sentido de lo que se expresa, en tanto está cargado de humor, tonos satíricos e irónicos. De allí que se emplee con frecuencia en adivinanzas y chistes.
Por otro lado, los escritores se valen de esta figura literaria para darle a sus poemas y narraciones ligereza, expresividad, sonoridad y dinamismo. Además, el calambur puede ser aplicado en campañas publicitarias con la intención de atraer a un público consumidor. Por lo general este elemento es más efectivo si se utiliza en lenguaje escrito.
– Si miento es por mal cimiento.
– Mi amigo me quiere. Mía, ¿Migo me quiere?
– ¿Cuál es el santo más dulce? (Adivinanza, “San Turrón).
– Mira, ata a Carlos. ¿Atacarlos?, ¿a quienes?
– Marco Mentario. Mal comentario.
– Paracaídas. Paraca, ¿idas?
– Eloísa. Él lo iza.
– Elba Lazo. El balazo.
– Alambrito delgado. Alan Brito Delgado.
– El martillo de torpeza. El martillo de Thor pesa
– ¿Vamos a la barbería o al Bar Vería?
– Avería, ¿está seguro?, A ve… ría.
– En tres entradas. Entre centradas.
– Amazonas. Ama zonas.
– Paquete, ¿pa’ que te vienes a acercar?
– Bote ya la botella rota.
– Yo no ando con ciertos malos seres en los conciertos.
– Con sumo cuidado consumo sal porque mucha me puede dañar.
– Milenarias. Mil en áreas.
– La falsedad es las más cara de todas las facetas. La falsedad es la máscara de todas las facetas.
– Atravieso. A travieso.
– Casimiro Las Casas. Casi miro las casas.
– La locura la ampara. Lalo cura lámpara.
– Se para el tiempo. El tiempo separa.
– Locos elegidos. Locos, elegí dos.
– Ven, gala. Véngala. Bengala.
– Ella es sincera, sí, sin cera en el oído.
– Yo te contemplo bien. Yo, té, con templo… bien.
– Si lloviera siempre, estaría feliz. Si yo viera siempre, estaría feliz.
– Ella dice: bendice él. Ella dice: “ven”, dice él.
– Te dije que con traste se pesca mejor. Te dije: qué contraste, se pesca mejor.
Los estudiosos han sostenido que el origen etimológico del término calambur proviene del italiano tal como se explicó en líneas anteriores. Sin embargo, se han registrado anécdotas de su procedencia francesa como un juego de palabras. A continuación se describe brevemente la historia de este recurso literario.
Históricamente se ha establecido que el calambur fue instaurado por el escritor y marqués francés Georges de Bievre.
Este lo hizo tras observar las constantes sesiones que se dieron en la corte del rey Luis XVI. Muy especialmente, en las frecuentes equivocaciones del conde Kalemburg quién no dominaba el idioma francés y por tanto se equivocaba en sus alocuciones.
Por otro lado, algunos estudiosos sostienen que su uso se inició en Francia como consecuencia de los sermones de un sacerdote de la localidad de Kahlenberg durante el siglo XIV.
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