Medicina

Hiperemia: tipos, complicaciones, tratamientos


La hiperemia es el enrojecimiento y congestión de una región anatómica debido a la acumulación de sangre en su interior. Mas que una enfermedad es una expresión sintomática de alguna otra condición clínica, siendo muy importante determinar la causa de la hiperemia para poder decidir si es necesario instaurar algún tratamiento en particular.

En algunos casos la hiperemia es fisiológica, eso quiere decir que se espera que el área se encuentre enrojecida debido a una circunstancia clínica o ambiental específica. Cuando esto no ocurre, es decir no se espera que el tejido esté hiperémico, se trata de hiperemia patológica.

La hiperemia es un síntoma muy común que suele asociarse a aumento local de la temperatura y en ocasiones dolor, sin embargo estos síntomas no siempre están asociados.

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Causas de hiperemia 

La hiperemia es causada por procesos vasculares que hacen que la sangre quede “represada” en un área determinada.

En este sentido puede presentarse vasodilatación arterial la cual es responsable de un aporte sanguíneo mayor al normal hacia el área hiperémica. En estos casos se habla de hiperemia activa.

Por otra parte puede darse el caso de vasoconstricción venosa la cual disminuye la velocidad de salida de la sangre desde un área determinada, por tanto se acumulan más glóbulos rojos de lo normal y la zona se enrojece. Cuando la hiperemia se debe a vasoconstricción venosa se conoce como hiperemia pasiva”.

Existe una variante conocida como “hiperemia reactiva” en la cual hay acumulación de sangre en un área determinada posterior a un tiempo de isquemia (ausencia de flujo sanguíneo).

Mecanismos vasculares asociados a la hiperemia 

Si bien las condiciones que pueden producir tanto hiperemia activa como pasiva son múltiples y muy variadas, todas ellas confluyen en un mecanismo común: vasodilatación (hiperemia activa) o vasoconstricción (hiperemia pasiva).

La respuesta sobre los vasos sanguíneos puede estar mediada por el sistema nervioso autonómico (simpático: vasoconstrictor, parasimpático: vasodilatador), mediadores químicos (aminas vasoactivas, prostaglandinas) o una combinación de ambos.

Tipos de hiperemia

Si bien clínicamente pueden ser indistinguibles, existen diversos tipos de hiperemia de acuerdo a su fisiopatología y dentro de cada grupo existen diversas causas.

Una explicación detallada de cada una de ellas tomaría todo un tomo de patología, por tanto se hará énfasis en los tipos de hiperemia más comunes.

Hiperemia fisiológica

Se trata de la hiperemia que se presenta en condiciones normales. No está asociada a ninguna enfermedad y no tiene repercusión negativa alguna sobre quien la presenta.

La hiperemia fisiológica es una reacción normal a ciertos estímulos internos o externos los cuales redundan en vasodilatación de los capilares arteriales.

Una de las situaciones donde la hiperemia fisiológica se ve con más frecuencia es en los ambientes muy cálidos. En tales circunstancias el cuerpo necesita disipar calor para mantener su temperatura estable y para ello los capilares de la piel se dilatan permitiendo liberar calor como si se tratase de un radiador.

Cuando esto ocurre la piel se enrojece volviendo espontáneamente a su condición normal apenas la temperatura ambiente baja.

Otra situación similar es durante la actividad física. En este caso el mecanismo es exactamente igual solo que el calor en lugar de provenir del exterior lo hace del interior del cuerpo, secundario al trabajo muscular. Una vez más los capilares cutáneos se dilatan haciendo que la piel (en especial la piel más fina de la cara) se vea roja.

Finalmente en respuesta a ciertas sustancias como la adrenalina (secretada por el organismo ante ciertos estímulos y emociones) los capilares de la piel se dilatan haciendo que se torne rojiza; un fenómeno conocido como “rubor” o “sonrojo”.

En todos estos casos la hiperemia es normal, inocua y temporal, tomando la piel su color normal una vez que el estímulo que produjo la hiperemia cesa.

Hiperemia patológica

Es aquel tipo de hiperemia que constituye un síntoma de enfermedad o condición patológica. La hiperemia patológica puede dividirse a su vez en activa, pasiva y reactiva.

Hiperemia activa

Cualquier condición clínica durante la que se produzca vasodilatación de los capilares arteriales estará asociada a hiperemia activa.

Uno de los ejemplos típicos y más frecuentes es la fiebre. Durante los episodios febriles la temperatura corporal aumenta, lo mismo que la frecuencia cardíaca (estado hiperdinámico de la sangre), asociándose como mecanismo compensador de la temperatura la vasodilatación de los capilares arteriales. Es por ello que las personas con fiebre lucen enrojecidas.

Algo similar ocurre con las quemaduras solares de primer grado. La lesión térmica aumenta la temperatura local haciendo que los capilares arteriales se dilaten y den a la piel un tono rojizo. En este punto se asocian también mediadores químicos como las interleuquinas, secretadas en respuesta al daño celular por la radiación solar.

Las interleuquinas tienen propiedades vasodilatadoras por lo que en presencia de una quemadura solar o cualquier otra noxa (traumatismo, infección, inflamación de cualquier índole) inducen vasodilatación arteriolar y por tanto hiperemia.

De lo anterior se deduce que cualquier situación donde se presente daño tisular puede estar asociada a hiperemia activa, siendo síntomas asociados frecuentes la tumefacción (debido al aumento de la permeabilidad capilar en el área) y el aumento local de la temperatura.

Hiperemia pasiva

La hiperemia pasiva ocurre cuando por alguna condición los capilares venosos se contraen enlenteciendo el drenaje de la sangre desde una zona anatómica dada.

Un ejemplo clásico es cuando una persona pasa mucho tiempo apoyada sobre su brazo o pierna en una posición determinada. Al cabo de un tiempo el punto de apoyo se enrojece. Esto ocurre simplemente porque la presión al apoyarse sobre esa zona ocluye los capilares venosos por lo que la sangre puede entrar pero no salir, por tanto esa parte de la anatomía se torna roja.

Si bien hasta el momento se han descrito todos los casos de hiperemia en la piel, desde el punto de vista anatomopatológica esta condición puede darse también en los órganos internos.

En estos casos la hiperemia pasiva se denomina “hiperemia congestiva” la cual no es más que la acumulación de sangre en una víscera debido a la incapacidad de drenar adecuadamente la sangre.

Esto ocurre con frecuencia en la insuficiencia cardíaca congestiva donde el corazón no es capaz de movilizar toda la sangre del cuerpo de manera eficiente, por lo que esta se queda represada en los órganos periféricos, especialmente el hígado y el bazo.

Hiperemia reactiva

Es el tipo de hiperemia más frecuente en los pacientes con patología arterial. La hiperemia reactiva se presenta cuando posterior a un período más o menos prolongado de isquemia (aporte insuficiente de sangre a una extremidad u órgano) se restablece el flujo sanguíneo normal.

Durante la isquemia los capilares arteriales se dilatan tanto como pueden a fin de aportar tantos glóbulos rojos (y por ende oxígeno) a los tejidos que irrigan. Conforme se mantiene la isquemia en el tiempo se dilatan más y más capilares en un intento por mantener constante el aporte de oxígeno, sin embargo debido a obstrucción del flujo (lo que produce la isquemia) la extremidad permanece pálida.

Ahora bien, una vez que se restituye el flujo sanguíneo normal los capilares no se contraen ipso facto, de hecho toma algunas horas, incluso días (dependiendo del tiempo de isquemia previo) que el lecho capilar arterial vuelva a la normalidad.

Sin embargo, dado que el aporte sanguíneo al área aumentó, ahora la piel luce enrojecida ya que a través de los capilares dilatados por donde antes casi no circulaba sangre, ahora lo hace en ingentes cantidades.

Complicaciones

Dado que se trata de un síntoma la hiperemia en si no presenta complicaciones aunque no puede decirse lo mismo de las condiciones que produce.

Así pues, las complicaciones de la hiperemia son aquellas de la condición que la produce; por ejemplo, en la hiperemia activa secundaria a una quemadura solar las complicaciones de la hiperemia serán aquellas asociadas a dicho tipo de quemadura.

Por otra parte, si la hiperemia se debe a fiebre o a una infección de la piel (celulitis), cabe esperar complicaciones bien sea de la fiebre o de la infección.

Lo mismo ocurre con la hiperemia pasiva. Cuando una persona presenta hiperemia pasiva sobre un área de apoyo debido a movilidad reducida, cabe esperar que a la hiperemia se asocie tarde o temprano una escara (úlcera de presión), de manera que en este caso la complicación es aquella que se deriva de la limitación de movilidad.

Esta disertación se puede hacer una a una con todas las causas de hiperemia de manera que como corolario basta recordar, como se dijo anteriormente, que las complicaciones de la hiperemia son aquellas asociadas a la condición que la causa.

Tratamiento de la hiperemia 

Tal como ocurre con las complicaciones, no existe un tratamiento específico para la hiperemia, en este sentido el tratamiento definitivo debe estar orientado a mejorar, aliviar o eliminar la condición inicial que causó la hiperemia.

Sin embargo, existen medidas generales que pueden ayudar a aliviar los síntomas en la mayoría de los casos, en este sentido la aplicación de frío local mediante compresas heladas, bolsa de hielo o lociones frías es una solución común, efectiva y económica.

Por otra parte, en los casos de hiperemia secundaria a liberación de histamina (como en las reacciones alérgicas o picaduras de algunos insectos), es de gran ayuda la administración de bloqueadores H1.

En general se puede concluir que el tratamiento de la hiperemia se basa en tres pilares:

– Eliminar la exposición al agente causal (si es posible hacerlo).

– Controlar tanto como sea posible la condición de base que produjo la hiperemia.

– Tratamiento sintomático mediante la administración de medidas generales paliativas.

Referencias 

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