Crisis del absolutismo: características y causas
La crisis del absolutismo fue un cambio de sistema político que se dio desde mediados del siglo XVII y tuvo su máxima expresión con la Revolución francesa. Estaba relacionada con los conflictos externos entre las diferentes potencias y las guerras de sucesión. Los estados absolutistas se desarrollaron en Europa a medida que el feudalismo iba disminuyendo.
Los monarcas absolutos creían que gobernaban por derecho divino, una idea establecida por el obispo Jacques Bénigne Bossuet (1627-1704). Estos reyes centralizaban su poder, con la ayuda de brillantes asesores, procurando aumentar los ingresos del Estado y asumiendo un mayor control de la Iglesia.
Los monarcas absolutos tenían la capacidad de hacer leyes, gravar impuestos, administrar justicia, controlar a los funcionarios del estado y determinar la política exterior. El absolutismo se desarrolló más ferozmente en Francia. El pueblo francés exigía un líder fuerte después de años de conflictos religiosos y hambruna devastadora.
Absolutismo en Francia
Enrique IV fue el primer rey borbónico de Francia; trató de aliviar las tensiones religiosas con el Edicto de Nantes (1598), el cual concedía a los protestantes franceses cierta libertad para la adoración religiosa en las ciudades fortificadas.
Enrique equilibró el presupuesto francés en solo 12 años y pagó la deuda real. Su asesinato en 1.610 dejo a Francia en más de una década de turbulencia política.
El heredero del trono Luis XIII y su consejero el cardenal Richelieu condujeron a Francia a la Guerra de los Treinta Años, en un intento de aumentar el poder y prestigio francés.
El plan funcionó, convirtiendo a Francia en la nación más poderosa de Europa. Cuando Richelieu murió, el cardenal Mazarin asumió el cargo de consejero principal de Luis XIII, pero rápidamente ocupó el papel de líder de la nación cuando Luis XIII murió en 1643, dejando a su hijo de cinco años, Luis XIV, en el trono.
El joven Luis XIV aprendió una valiosa lección sobre la conducta de la nobleza francesa durante la Fronda (1648-1653), un levantamiento que le enseñó que la aristocracia no era digna de confianza, una lección que nunca olvidó.
Cuando tenía 23 años, Luis XIV tomó el control de Francia y comenzó su gobierno personal. Vendió títulos de nobleza a muchos franceses de clase media alta y luego les otorgó puestos de trabajo en el gobierno.
Estos nuevos nobles eran ciegamente leales a su rey. Siempre desconfiado de la alta nobleza, Luis construyó el palacio en Versalles y se aseguró de que los aristócratas estuvieran demasiado ocupados y distraídos como para causar problemas. Luis también revocó el Edicto de Nantes y permitió la persecución abierta de la disidencia francesa.
Causas de la crisis del absolutismo
Debido a las inmensas ansias de poder de Luis XIV se desencadenaron una serie de guerras que marcaron crisis del absolutismo y entre las más destacadas se listan las siguientes:
La guerra de devolución (1667-1668)
Tras la muerte de Felipe IV (1665). Luis XIV afirmó que las posesiones españolas en los Países Bajos le habían sido transferidas a través de su esposa, María Teresa de Austria – hija de Felipe IV.
El nuevo Rey Carlos II, rechazó esta imposición, por lo que los franceses invadieron en 1667 los Países Bajos españoles.
En respuesta, los holandeses, los ingleses y los suecos formaron una alianza para proteger el equilibrio de poder en la zona y finalmente indujeron a Luis XIV a aceptar el Tratado de Aquisgrán.
Mediante el cual Francia conservó algunas ciudades fortificadas en los Países Bajos españoles, pero acordó renunciar a reclamar a los Países Bajos españoles en su conjunto.
La guerra holandesa (1672-1678)
Los holandeses representaron una barrera para la expansión francesa y fueron un importante rival comercial, lo que los convirtió en un objetivo estratégico.
Luis XIV se dispuso a aislar a los holandeses de Inglaterra y Suecia. Firmó tratados con los ingleses y los suecos, e invadió los Países Bajos.
Los ejércitos de España, Austria y Brandeburgo se movieron contra Luis XIV. Después de años de lucha, Luis XIV conquistó los siguientes territorios: el Franco Condado de España, el Territorio Imperial Alsacia-Lorena y Luxemburgo.
La guerra de los nueve Años o la Guerra de la liga de Augsburgo (1688-1697)
Después de la guerra holandesa, otras naciones europeas se opusieron cada vez más al apetito de Luis XIV por el poder.
En 1686, Baviera, el Sacro Imperio Romano, el Palatinado, Sajonia, España y Suecia formaron la Liga de Augsburgo para oponerse a las políticas expansionistas de Luis XIV.
La guerra comenzó en 1.688 cuando Luis XIV nuevamente forzó la expansión al noreste. Francia dominó la mayoría de las batallas terrestres, mientras que la Liga de Augsburgo resultó victoriosa en el mar.
Las batallas se extendieron a las posesiones coloniales españolas, inglesas y francesas en el nuevo mundo. Como ambos lados se quedaron sin dinero para librar la guerra, negociaron el Tratado de Ryswick en 1697.
Luis XIV tuvo que renunciar a gran parte del territorio conquistado y Francia ganó muy poco después de nueve años de conflicto.
La guerra de la sucesión española (1701-1713)
Fue la última y más funesta guerra en la que se vio involucrado Luis XIV. Cuando el rey español Carlos II murió en 1700 y ante la falta de un sucesor evidente, Europa quedó a la expectativa por saber quién heredaría el trono español.
Luis XIV había reclamado el derecho de su hijo Luis de Francia (1661-1711) de ser el heredero legítimo ya que su madre María Teresa de Austria,era hermana del rey Carlos II.
Sin embargo, el emperador romano Leopoldo II, también se había casado con una de las hermanas de Carlos II y afirmaba que el trono debía pertenecer a su dinastía. Antes de la muerte de Carlos II, las dos facciones en disputa acordaron particiones que dividirían las tierras españolas.
Justo antes de fallecer, Carlos II tuvo una última voluntad no dividir el territorio español, razón por la cual designó como heredero de todas las posesiones españolas a Felipe de Anjou, el nieto de Luis XIV, quien se convirtió en Felipe V, lo que dio a una ya poderosa Francia con una enorme cantidad de tierras y recursos en Europa y el Nuevo Mundo.
Ninguna nación Europea quería que los franceses heredaran el trono español, por lo que los adversarios al reinado francés instauraron una guerra para intentar restablecer el equilibrio de poder en el continente y detener los intereses comerciales de Luis XIV en el extranjero.
Guiados por el británico William III, las naciones europeas formaron la Gran Alianza de 1701, compuesta por Inglaterra, Holanda y el Sacro Imperio Romano. España se alió con los franceses para honrar la voluntad de Carlos II e impedir la división del territorio español.
La lucha comenzó en 1702, con una guerra lenta y estratégica. La Gran Alianza logró cosechar muchas victorias claves gracias a las capacidades de sus calificados líderes militares.
El general John Churchill, Duque de Marlborough (1650-1722), dirigió a las tropas inglesas y colaboró con el líder de los Habsburgo, el príncipe Eugenio de Saboya (1663-1736) para derrotar a los franceses en Blenheim en 1704 con un ataque sorpresa. Los ingleses también adquirieron la importante ciudad portuaria mediterránea de Gibraltar en 1704.
Después de otras victorias aliadas, Luis XIV inició las negociaciones para un acuerdo de paz en 1708. Sin embargo, las demandas de sus enemigos eran demasiado duras y Luis XIV no las aceptaba. Los diversos estados en guerra continuaron luchando por sus propias razones, ya que la guerra atravesó la mayor parte de Europa.
El cual concedió el trono de España al nieto de Luis XIV, Felipe V, pero con el entendimiento de que los tronos franceses y españoles nunca serían heredados por la misma persona. El tratado también repartió otras tenencias españolas.
Los austríacos adquirieron la mayor parte de los territorios mediterráneos conquistados: Nápoles, Cerdeña, Milán y los Países Bajos españoles.
El Duque de Saboya ganó Sicilia y el Duque de Brandeburgo se convirtió en Rey de Prusia. Francia se vio obligada a abandonar muchos de sus territorios norteamericanos y dejó de lado sus ambiciones de expandirse a los Países Bajos.
Los británicos adquirieron Gibraltar, la Isla de Menorca en el Mediterráneo, y muchos de los territorios perdidos por Francia en Norteamérica, todos los cuales aumentaron el poder de Gran Bretaña.
Los británicos también adquirieron de España los derechos de abastecer a la América española con esclavos africanos y los tratados restablecieron la política de equilibrio de poder en Europa.
Las frecuentes guerras de Luis XIV, junto con sus gastos desordenados, habían llevado a Francia al borde de bancarrota. Todos estos eventos desencadenaron el declive de la monarquía absoluta, dando paso a nuevas teorías de gobierno basadas en la soberanía del pueblo, monarquías constitucionales o incluso en repúblicas parlamentarias.
Referencias
- M. (2015). Routledge Revivals: The Age of Absolutism 1660-1815.New York, Routledge.
- Hickman, D et al. (2016). The Sung King: Louis XIV, France and Europe, 1.643 -1.715.Cambridge, Cambridge University Press.
- Wilson, P. (2000). Absolutism in Central Europe. New York, Routledge.