Psicología educativa

Función educativa de la familia en la sociedad: qué es, estilos educativos


¿Qué es la función educativa de la familia?

La función educativa de la familia en la sociedad es de vital importancia, ya que constituye el primer espacio de socialización y aprendizaje para los niños. En este sentido, comparte este rol con el sistema educativo formal.

La familia es un grupo de personas unidas por lazos afectivos y/o legales (a través del matrimonio o la convivencia) que comparten características comunes. Se compone por padre-madre e hijos, aunque hoy en día este modelo puede ser totalmente distinto: monoparental, padre-padre o madre-madre e hijos. 

En las familias se aprenden valores, como el compartir, la solidaridad, y se aprenden las funciones básicas de la convivencia, como comer, hablar, discutir y respetar. Este aprendizaje es el primero con el que se enfrenta un niño.

¿Qué aprenden los niños en la familia?

Todo proceso educativo se inicia en el hogar familiar como fuente primera, y posteriormente continúa desarrollándose desde otras vertientes en la escuela.

Habilidades emocionales y sociales

La influencia de la familia tiene un papel central en la adquisición de las habilidades para expresar emociones, la relación que establece con los progenitores (apego), la práctica de habilidades sociales en la comunicación interpersonal, etc.

Por ello, podemos decir que la familia es el componente donde se aprenden las aptitudes primarias y las habilidades sociales más importantes de los primeros años de vida, donde se afrontan las primeras experiencias.

Relación con hermanos

Una de estas es la llegada de los hermanos. Constituye un enorme cambio en la rutina de los hijos que, hasta el momento, han sido únicos.

Comienzan a aparecer modificaciones conductuales, donde la relación paterna experimenta un cambio, aumentan las obligaciones y se disminuye la interacción con la familia.

Normas y valores

No cabe duda de que la familia tiene unas funciones educativas básicas, donde siempre debe existir el afecto y el apoyo como regla fundamental de convivencia diaria dentro del hogar familias.

Todo esto permite un desarrollo infantil satisfactorio, beneficiando el aprendizaje de las normas, la adquisición de valores, la generación de ideas y de patrones de conducta ajustados al contacto exitoso con la sociedad.

Autonomía

Además, es importante que garanticen la estabilidad a través de la rutina y generen experiencias nuevas que aporten aprendizaje al niño y prepararlo para situaciones en las que deba responder con autonomía.

Estilos educativos familiares

A través de la vinculación afectiva que el niño tenga con sus progenitores, se crearán diversos vínculos que darán lugar a un crecimiento idóneo, generando un sentimiento de confianza para que asegure un apego eficiente.

De los diferentes estilos educativos derivan los patrones conductuales con los que se reacciona ante situaciones cotidianas familiares. Se trata de la forma en la que la familia obrará para alcanzar los objetivos educativos propuestos.

Estos estilos están formados a partir de dos dimensiones básicas: apoyo y control. El apoyo, por un lado, parte del afecto (expresión de las emociones) y la comunicación (interacción y participación entre padres-hijos).

Por otro lado, el control está relacionado con la disciplina (gestión de normas) y las exigencias (responsabilidad y autonomía que se espera de los niños).

Los principales estilos educativos son:

Estilo autoritario

El autoritarismo viene marcado por la imposición y el control, el poder como herramienta educativa. Es la figura paterna/materna la que toma las riendas y decide, bajo cualquier concepto, sin tener en cuenta la implicación del niño en cuanto a las normas, las cuales suelen ser excesivas.

Es en los progenitores donde recae la responsabilidad de guiar a los hijos por el mejor camino y, por tanto, comprenden que el respeto viene ligado al temor que se les tenga. Muestran diferentes conductas y razones como verdad absoluta.

Normalmente, la imposición es el principal aliado para la resolución de conflictos y, por ello, plantean la acción directiva en todo momento, siendo la solución a los problemas meras exigencias u obligaciones.

También son ellos los que toman las decisiones, el niño comprende que lo más eficaz para resolver problemas es utilizar la fuerza, dando lugar a dependencia y miedo, pues entienden que a malas conductas obtendrán grandes y temibles repercusiones.

Estos niños suelen caracterizarse por una baja autoestima, dejando al margen la competencia social en lo que respecta a la socialización y a las habilidades sociales.

Este modelo educativo suele originar personas con un fuerte carácter agresivo e impulsivo en su cotidianidad.

Estilo permisivo

La permisividad se manifiesta a través de la escasa exigencia de los padres hacia sus hijos. Son los hábitos y las actitudes del niño las que son aceptadas como rutina y valoradas. Además, no se da la imposición ni el consenso de las normas, pues son inexistentes y, por tanto, las exigencias quedan anuladas.

Los padres dan por hecho que sus hijos son buenos y que van por el mejor camino. Por ello, según los padres, es su responsabilidad la de darles todo lo que necesiten y soliciten, evitándoles toda molestia.

En buena parte de los casos, los hijos buscan el beneficio permanente. Los padres suelen eliminar todos los obstáculos, acostumbrándolos a que todo les sea solucionado, y originando continuas faltas de respeto.

Los niños educados en un estilo permisivo suelen caracterizarse como personas con una alta autoestima, a la vez que una baja competencia social para relacionarse con su entorno más cercano.

No son educados para controlar los impulsos, pues están acostumbrados a obtener todos y cada uno de sus caprichos.

Estilo democrático

La democracia como estilo educativo contempla al niño en su totalidad. Es decir, se tiene en cuenta su percepción de los acontecimientos y de sus necesidades.

Sin olvidar la importancia de la disciplina, la figura paternal interviene como guía y no es impositora de normas, pues las exigencias son expuestas tanto por los padres como por los hijos a través del diálogo y las adecuadas explicaciones.

Por tanto, el niño es escuchado y las diversas normas y exigencias son adaptadas a la situación específica. Se apuesta por la participación del niño en la toma de decisiones, en el establecimiento de normas y, en consecuencia, en el afrontamiento de los resultados que se puedan obtener.

Los niños aprenden que pueden equivocarse, que pueden solucionar los problemas por ellos mismos, y la función de los padres es ayudarlos en la búsqueda del camino correcto, ya que la posibilidad de hacer frente a los problemas hará que maduren.

Estos niños se caracterizan por una alta autoestima y un buen desarrollo socioemocional con una adquisición eficaz de habilidades sociales.

Se manifiestan como personas con autocontrol y autónomas ante las diversas situaciones que se les plantean.

Referencias

  1. BARCA, A. (COORDS.). Psicología de la instrucción. Componentes contextuales y relacionales de aprendizaje escolar. Barcelona EUB.
  2.  SHAFFER, D. (2000). Las influencias extrafamiliares I: la televisión, las computadoras y la escolaridad. Desarrollo social y de la personalidad. Madrid: Thomson.