Medicina

Pruebas cruzadas: para qué sirven, técnica, fundamento, fases


Las pruebas cruzadas son una serie de estudios de laboratorio que se realizan para determinar si los hemoderivados provenientes de un donante (principalmente sangre total y concentrado globular) son compatibles con la sangre del receptor.

Se trata de una prueba complementaria adicional a la compatibilidad ABO y al factor Rh. La razón de realizar las pruebas cruzadas estriba en que a veces dos individuos (donante-receptor) pueden tener el mismo grupo ABO y Rh pero aún así su sangre es incompatible.

Tal incompatibilidad se debe a la presencia de anticuerpos contra una serie de proteínas de los glóbulos rojos conocidas como antígenos menores. Estos antígenos no se evalúan de rutina tal como se hace con el grupo sanguíneo (ABO) y el factor Rh.

Esto se debe a que los antígenos menores son mucho menos frecuentes y tienen una expresión variable en cada individuo, por lo tanto es virtualmente imposible agruparlos en categorías tal como se hace con el grupo y factor Rh.

En lugar de ello se mezclan glóbulos rojos del donante con suero del paciente (prueba de compatibilidad mayor) y glóbulos rojos del paciente con suero del donante (prueba de compatibilidad menor) a fin de detectar la presencia de reacciones antígeno-anticuerpo.

Cuando existen anticuerpos contra antígenos menores, bien sea en el suero del paciente o del donante, se dice que la prueba es positiva, por lo que en la mayoría de los casos no se puede transfundir esa unidad de sangre en particular.

Índice del artículo

Grupo ABO

Para comprender bien de que se tratan las reacciones cruzadas primero es menester conocer los fundamentos sobre grupos sanguíneos.

En este sentido lo más importante es saber que la sangre se puede clasificar en cuatro grupos: A, B, AB y O.

Cada uno de estos grupos expresa sobre la superficie de los glóbulos rojos una proteína particular (antígeno), la cual es identificada como un elemento ajeno por los anticuerpos de un potencial receptor de un grupo diferente.

Lo más llamativo de las reacciones antígeno-anticuerpo en la compatibilidad de la sangre es que no se requiere exposición previa al antígeno para que existan anticuerpos. A esto se le conoce como anticuerpos naturales.

Anticuerpos naturales

Generalmente, para que existan anticuerpos en el organismo de un individuo, es necesario que los glóbulos blancos del mismo hayan estado expuestos previamente al antígeno.

Esto quiere decir que en el primer contacto entre el antígeno extraño y el organismo no existen anticuerpos, ya que estos se generan más tarde, después del contacto inicial. Por lo tanto, es imposible que el sistema inmune tenga anticuerpos contra por ejemplo un virus particular, si no ha estado expuesto al mismo en el pasado.

La única excepción a lo anteriormente expuesto son los antígenos anti AB. En estos casos, la persona presenta anticuerpos contra el antígeno que no tienen sus glóbulos rojos aún cuando nunca haya estado en contacto con glóbulos rojos de otra persona. A esto se le conoce como anticuerpos naturales.

Antígenos y anticuerpos relacionados con el grupo sanguíneo

Los grupos sanguíneos están determinados en el caso del sistema ABO por la presencia de antígenos específicos (A o B) en la membrana de los glóbulos rojos y, en contraposición, anticuerpos contra el antígeno ausente en la membrana del eritrocito.

Así pues, una persona con grupo de sangre A expresa antígeno A en la superficie de sus glóbulos rojos, mientras en el suero hay anticuerpos anti-B.

Por el contrario, en los pacientes del grupo B se encuentra el antígeno B mientras que los anticuerpos son anti-A. 

Ahora bien, los pacientes con sangre AB poseen antígenos tanto A como B. Por lo tanto no existen anticuerpos ya que de hacerlo destruirían los glóbulos rojos de esa persona. 

Todo lo contrario ocurre en el grupo O, donde la membrana del eritrocito no presenta ninguno de los dos antígeno (ni A ni B), mientras que en el suero hay anticuerpos anti-A y anti-B.

Incompatibilidad de grupo ABO

De lo anteriormente expuesto se puede deducir fácilmente la compatibilidad de los grupos sanguíneos ABO, ya que al saber el antígeno de la membrana eritrocitaria automáticamente se conocen los anticuerpos en el suero. Así pues:

– La sangre A es compatible con el grupo A y el grupo O.

– El grupo sanguíneo B es compatible con sangre B y O.

– Las personas con grupo O solo pueden recibir sangre O (ya que tienen anticuerpos anti-A y anti-B), aunque su sangre es recibida por todos los demás grupos sin problemas ya que carece de antígenos.

– Finalmente. quienes tienen grupo sanguíneo AB pueden recibir sangre de todos los demás grupos (A, B, O y por supuesto AB), dado que no poseen anticuerpos contra ninguno de los antígenos. Sin embargo, solo pueden recibir sangre AB las personas del grupo AB, ya que todos los demás grupos tienen anticuerpos que destruirían estos glóbulos rojos.

Antígenos menores 

Tal como sucede con los grupos ABO, en la superficie de los eritrocitos se pueden encontrar una serie de proteínas que funcionan como antígenos al igual que sucede con los antígenos del grupo ABO.

Sin embargo estos antígenos no se presentan en todos los individuos. Su combinación es heterogénea y la penetrancia (nivel de expresión de la proteína) es variable, por lo tanto resulta imposible una clasificación en grupos como la que existe para ABO y Rh. De allí deriva su nombre de “antígenos menores”, también conocidos como “antígenos de baja incidencia”.

Aunque no son frecuentes, pueden existir anticuerpos naturales contra los antígenos menores. Entre ellos los más comunes son Lewis, MNSs, anti N, Kell, Duffy, anti Fyb y Kidd. Todos ellos responsables de reacciones hemolíticas y postransfusionales muy graves.

Además puede darse el caso de sensibilización contra antígenos menores por contacto previo, bien sean con dichas proteínas antigénicas debido a transfusiones previas o debido a inmunidad cruzada.

Inmunidad cruzada

Se dice que existe inmunidad cruzada cuando dos antígenos provenientes de dos fuentes diferentes (por ejemplo un glóbulo rojo y una bacteria) son muy similares, al punto que los anticuerpos contra una de dichas proteínas antigénicas reacciona también con la otra debido a que son casi idénticas.

Para comprenderlo mejor, tómese el ejemplo hipotético previo (antígenos de un glóbulo rojo y una bacteria). En ninguno de los dos casos existen anticuerpos naturales, pero si una persona se expone a la bacteria generará anticuerpos contra la misma.

Tales anticuerpos reaccionarán más tarde contra un glóbulo rojo si los antígenos de este son muy similares a los de la bacteria que indujo la formación de los anticuerpos.

Si esto ocurre, los glóbulos rojos con esa proteína antigénica particular no pueden ser administrados a la persona que tiene los anticuerpos, ya que habría rechazo. Aquí radica la importancia de las reacciones cruzadas.

Para qué sirven las pruebas cruzadas

Dado que es imposible caracterizar en grupos la sangre de distintos individuos con base en los antígenos menores, la única forma de saber si en la sangre de una persona existen anticuerpos contra los antígenos menores de los glóbulos rojos de otra es a través de las pruebas cruzadas.

En aquellos casos donde los anticuerpos están presentes se desencadena una reacción de hemólisis o de aglutinación por lo que se concluye que la reacción fue positiva; es decir, hay anticuerpos contra antígenos menores (aunque no se sabe con exactitud cual). En caso contrario la prueba es negativa.

Fundamento

Las pruebas cruzadas se fundamentan en la reacción antígeno-anticuerpo. Por lo tanto, con ellas es posible detectar si en el suero de un receptor hay anticuerpos contra los antígenos de los glóbulos rojos del donante (o viceversa) induciendo una reacción antígeno-anticuerpo.

Si no hay anticuerpos no se da ninguna reacción y la prueba se reporta como negativa. Por el contrario, si la reacción es positiva (hay hemólisis o aglutinación durante la prueba) se puede concluir que los anticuerpos están presentes.

En este sentido, es importante destacar que puede haber anticuerpos contra los glóbulos rojos tanto en el suero del donante como en el del receptor. Este es el motivo de que existan dos tipos de reacciones cruzadas.

Tipos de reacciones cruzadas

Es posible que existan anticuerpos contra los eritrocitos del donante en el suero del paciente; pero también puede darse el caso contrario, es decir, anticuerpos en el suero del donante contra los glóbulos rojos del paciente.

Es por ello que existen dos tipos de pruebas cruzadas:

– Prueba cruzada mayor.

– Prueba cruzada menor.

Ambos tipos se realizan de rutina en el banco de sangre antes de transfundir hemoderivados, dado que de ser positiva alguna de las pruebas existe alto riesgo de reacciones transfusionales que pueden llegar a poner en peligro la vida del paciente.

Prueba cruzada mayor

En esta prueba se evalúa si en el suero del receptor hay anticuerpos contra los glóbulos rojos del donante.

Si esto ocurre, no se pueden administrar los hemoderivados, ya que una gran cantidad de anticuepos presentes en el plasma del paciente destruirán muy rápido los glóbulos rojos del donante, generando en el proceso reacciones catastróficas en el cuerpo del receptor. Estas reacciones son tan severas que pueden llegar a amenazar su vida.

Prueba cruzada menor

En este caso se determina si en el suero del donante existen anticuerpos contra los glóbulos rojos del receptor.

De ser así, los anticuerpos comenzarán a destruir los eritrocitos del receptor. Sin embargo dado que la cantidad de anticuerpos es limitada, la reacción es de menor intensidad; aunque no deja de ser peligrosa.

Fases

Tanto la prueba cruzada mayor como la menor se dividen en tres fases:

– Salina.

– Térmica o de incubación.

– Coombs.

En la primera fase los glóbulos rojos y el suero se mezclan en solución salina. Posteriormente se añade albúmina, y se incuba la muestra a 37º C por 30 minutos para finalmente proceder con la fase de coombs.

Técnica

La técnica de las pruebas cruzadas es relativamente sencilla, ya que consiste en agregar glóbulos rojos del donante al suero del paciente (prueba cruzada mayor) así como eritrocitos del receptor al suero del donante (prueba cruzada menor).

A fin de inducir la reacción antígeno-anticuerpo en un lapso relativamente breve, se debe proceder con una serie de pasos estandarizados. Estos pasos se resumen de manera simplificada a continuación.

Es importante tener en cuenta que en el siguiente apartado se describe la prueba de compatibilidad mayor, aunque los pasos son los mismos para la de compatibilidad menor, pero intercambiando el origen de glóbulos rojos y suero.

Fase salina

– Agregar a un tubo de ensayo 2 gotas de suero del receptor (del donante si se trata de la prueba cruzada menor).

– Tomar un muestra de glóbulos rojos del donante (del receptor si se trata de la prueba cruzada menor).

– Lavar y centrifugar los glóbulos rojos.

– Resuspender en una solución entre 3% y 5%.

– Colocar una gota de esta solución en el tubo que contiene el suero del receptor .

– Mezclar suavemente.

– Centrifugar.

– Leer el resultado en lámpara de visualización.

Fase Térmica

– Agregar 2 gotas de albúmina al 22% al tubo donde se completó la fase salina.

– Incubar a 37ºC por 30 minutos.

– Centrifugar por 15 segundos.

– Leer el resultado en lámpara de visualización.

Fase de Coombs

– Tomar las células del tubo y lavarlas con solución salina.

– Eliminar el sobrenadante.

– Agregar dos gotas de reactivo de Coombs.

– Mezclar suavemente.

– Centrifugar de 15 a 30 segundos.

– Resuspender las células y evaluar en la lámpara de visualización en busca de aglutinación o hemólisis.

Si en cualquiera de las fases hay aglutinación o hemólisis se considera que el resultado es positivo.

Referencias 

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