Herbert Marcuse: biografía, teoría y aportes
Herbert Marcuse (1898-1979) fue un sociólogo y filósofo nacido en Berlín, Alemania, en el año 1898, conocido por sus pensamientos críticos a la sociedad capitalista, lo que lo consagró como una de las más relevantes personalidades de la primera generación de la Escuela de Frankfurt.
Procedente de una familia judía, Marcuse realizó labores como soldado a los 16 años de edad en la Primera Guerra Mundial, fue partícipe de la revolución alemana de noviembre de 1918 y en 1919 se unió al Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), uno de los grupos políticos más importantes y antiguos del mundo.
Su marcada tendencia hacia la participación social lo llevaron a cursar estudios de Germanística, Economía y Filosofía en la Universidad de Berlín, y posteriormente un doctorado en la Universidad de Friburgo de Brisgovia en el año 1922.
Tras su estancia por un tiempo en Berlín y posteriormente a su casamiento con Sophie Wertheim, en 1928 regresó a Friburgo para estudiar Filosofía junto con Martin Heidegger y Edmund Husserl, dos grandes figuras pensadoras del siglo XX.
Influencias
Los pensamientos críticos de Marcuse inicialmente se vieron influenciados en su formación por Georg Hegel, Karl Marx, Gyorgy Lukacs y Max Weber, intelectuales e investigadores que promovieron las teorías del psicólogo alemán Sigmund Freud en la Escuela de Frankfurt.
Adicionalmente, fue parte del Instituto para la Investigación Social de Frankfurt, un apartado de la misma escuela de filosofía, junto con Theodor Adorno y Max Horkheimer.
Sin embargo, con la llegada de Adolf Hitler al poder en enero de 1933 se complicó el desarrollo de los proyectos debido a su condición de judío, por lo cual emigró hacia Ginebra, Suiza, y posteriormente a París, Francia.
Para entonces, ya Marcuse contaba con cierto estatus por sus aportaciones filosóficas dentro del grupo de intelectuales y se trasladó hacia Estados Unidos, país en el que se nacionalizó y continuó su carrera en la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde se instauraba una nueva sede del Instituto para la Investigación Social.
Igualmente, ejerció laborales en la Universidad de Harvard y en Berkeley como filósofo político y como activista en los asuntos sociopolíticos entre los años 1950 y 1960.
Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial Marcuse fue considerado unos de los miembros de la Escuela de Frankfurt con la más marcada y expresa tendencia izquierdista, ya que él mismo solía identificarse como marxista, socialista y hegeliano, así como también promovió diversas teorías emancipadoras y movimientos protestantes juveniles.
En esta etapa de su vida el reconocimiento por sus percepciones tuvo su punto máximo, ya que fue un líder en las revoluciones juveniles de la década de los 60, en las que emitía importantes conferencias, artículos y discursos que promovían el quebrantamiento del modelo industrial capitalista.
Teoría de Marcuse
Las principales tendencias filosóficas que estudió Marcuse fueron la fenomenología, el existencialismo y el marxismo, trío del que en sus inicios realizó una síntesis y que posteriormente estudiarían otros filósofos como Jean-Paul Sartre y Maurice Merleau-Ponty.
Sus críticas al capitalismo en la síntesis Eros y la civilización (1955) y en su libro El hombre unidimensional (1964) le otorgaron el apodo de “El padre de la nueva izquierda”, término que él desconocía.
Fundamentalmente, su pensamiento estuvo marcado por la concepción de la existencia de un método de dominación social que oprime al sujeto unidimensional, pero con potencial de liberarse de dicha opresión, idea que él diferenció como capitalismo temprano.
En cambio, en el capitalismo avanzado —según describió— el proletariado posee un mejor nivel y los movimientos revolucionarios ya son aceptados por la sociedad.
Tal concepto fue uno de sus grandes aportes dentro del campo, ya que este marcó una transición entre la primera y la segunda generación de la Escuela de Frankfurt.
Importancia de las necesidades
Dentro de la misma teoría, Marcuse distingue además diferentes necesidades que el hombre posee.
Por un lado, se encuentran las necesidades ficticias, las cuales son creadas por la sociedad industrial moderna a través de la alienación, con el objetivo de mantener el modelo capitalista; y, por otro lado, están las necesidades reales, aquellas provenientes de la naturaleza humana.
Sin embargo, según la teoría de Marcuse, el hombre no es capaz de hacer tal distinción entre sus necesidades porque su conciencia y su pensamiento están alienados por el sistema opresor.
Entre las necesidades reales que el filósofo identificó está principalmente la libertad, un instinto que, para sus ideas, la sociedad industrial reprime y dispone para la producción capitalista.
En tal distinción entre las necesidades del hombre se aprecia la influencia freudiana de las tres instancias de la consciencia: el “ello”, las necesidades primitivas humanas; el “yo”, punto mediador entre los estímulos del hombre y su entorno social; y el “superyó”, que representa la instancia moral.
Por lo tanto, Marcuse destaca así una síntesis para analizar el ser y el deber ser en la cotidianidad del ser humano y su relación con el sistema.
Marxismo crítico
Marcuse se destacó también por su marxismo crítico, ya que además de seguir el mismo pensamiento, también planteó sus propias diferencias con los ideales de Marx.
Principalmente, el concepto de “alienación” Marcuse lo describe desde el punto de vista de la consciencia humana, ya que es esta la que utiliza el sistema para coaccionar a la sociedad y con ello no hay forma de rebelarse.
En cambio, para Marx la alienación está enfocada en el valor laboral y la energía que utiliza el hombre en el ámbito laboral para la producción de la sociedad industrial, lo que le privatiza de la libertad.
Otra diferencia entre ambos intelectuales es que, según Marcuse, el marxismo favorecía la idea de la liberación individual y el bienestar del hombre, pero relegaba parcialmente el problema del individuo.
División de ideas
Ligado al razonamiento hegeliano, el pensamiento de Marcuse llegó a un punto decisivo cuando se mezcló con las teorías críticas de la sociedad de Max Horkheimer, en la que llevó a cabo análisis que plantearan la forma idónea de la teoría y la praxis. Dicha influencia quedó marcada en su célebre obra Ontología de Hegel y teoría de la historicidad (1932).
Esta investigación buscó revalorizar la dialéctica hegeliana y contribuir a sus estudios debido a la importancia que tenía para él la teoría idealista del espíritu y el hecho de comprender la historia, sobre todo en Europa, lugar donde estaba teniendo auge este pensamiento.
Aportaciones
A los ideales de este filósofo de contracultura no le faltaron fuertes controversias y críticas etiquetándolo como “tendencioso” o “sectario”.
Sin embargo, Marcuse dejó a su paso una estela de ideas sociales y políticas que marcaron transiciones entre pensamientos e investigaciones, pero sobre todo entre generaciones de intelectuales, ya que sus teorías dieron inicio al desarrollo de otros razonamientos críticos llevados a cabo por pensadores de igual relevancia dentro del ámbito.
Sus ideales emancipadores y movimientos protestantes juveniles y estudiantiles fueron difusores de la tendencia izquierdista no solo en Europa y Estados Unidos, sino también en América Latina.
Su legado teórico podría traducirse en la concepción de cuestionar que lo que está establecido no tiene por qué ser así, para que el individuo pretenda buscar esa necesidad real de la libertad a través del estudio de su propia consciencia con el arma de la filosofía.
Posterior a su muerte en el año 1979, Herbert Marcuse perdió la influencia que en vida logró, pero siempre se mantuvo como uno de los intelectuales más influyentes, especialmente por sus debates sociopolíticos en la década de 1960, e incluso luego de esta.
Académicamente, el alemán dejó una serie de importantes artículos, libros, conferencias, material inédito y manuscritos de diversos temas como la guerra, la tecnología y el totalitarismo, que se encuentran actualmente en la Stadtsbibliothek en Frankfurt.
Estudios en estética
Durante los últimos años de su vida, Marcuse desarrolló parte de sus estudios en la estética y el arte en una de sus obras finales llamada La dimensión estética (1979), en la que apostaba por la emancipación cultural como parte de la transformación revolucionaria de las sociedades.
Tal percepción estuvo influenciada por el italiano Antonio Gramsci, quien cuatro décadas antes había postulado dicho pensar.
Esa liberación cultural también la fusionó con la relación del hombre en aspectos tecnológicos y económicos en su desarrollo cotidiano, especialmente cuando estos métodos especializados iban avanzando constantemente con la evolución humana.
Además, señaló que el marxismo “ortodoxo”, que no proviene de Marx, reprime la apertura de nuevos caminos de cambio que fomenten la creación de formas diferentes, todo a través en una falsa idea artística.
Finalmente, las ilustraciones de Marcuse compilan aspectos psicológicos, sociales y políticos que se fusionan entre sí para el desarrollo del hombre en el mundo.
Estudian de esta manera, y desde varias perspectivas y corrientes del pensamiento, un conflicto teórico fundamental que busca dar respuesta a la interrogante de si las sociedades son capaces de evolucionar y cambiar desde adentro, desde cada individuo, y trascender el sistema.
De no ser así, la psicología del individuo forma parte de una disciplina influenciada que no posee las habilidades ni las posibilidades de ser para sí mismo, sino en función de las fuerzas sociales a las que es sometido sin tener consciencia de ello.