Las 48 Mejores Frases de Ciudades de Papel
Te dejo las mejores frases de Ciudades de papel, novela publicada en 2008 y película lanzada en 2015, dirigida por Jake Schreier. En el filme el protagonista (Quentin) va en busca de su vecina (Margo), quien ha desaparecido misteriosamente.
La noche antes de desaparecer, Margo le propuso a Quentin armar un plan para vengarse de todos los que le han hecho daño. También pueden interesarte estas frases de películas románticas.
-De la manera en la que lo veo, a todos les sucede un milagro (…). Pero mi milagro era diferente. Mi milagro era este: de todas las casas en las subdivisiones de Florida, terminé viviendo al lado de Margo Roth Spiegelman. –Quentin.
-Nueva York era el único lugar de los Estados Unidos donde una persona en realidad puede vivir a medias una vida llevadera. –Margo a Jase.
-Una ciudad de papel para una chica de papel. –Margo.
-He vivido aquí por dieciocho años y nunca en mi vida me había topado con alguien a quien le importaran esas cosas. –Quentin.
-Es difícil irse, hasta que te vas. Entonces se convierte en la cosa más endemoniadamente fácil del mundo. –Quentin.
-Mi corazón de verdad está latiendo fuerte. –Quentin.
-Así es como te das cuenta de que te estás divirtiendo. -Margo.
-Debe de ser grandioso ser una idea que a todo el mundo le gusta. –Quentin.
-En algún punto debes de parar de mirar hacia el cielo, o uno de estos días mirarás de vuelta hacia abajo y te darás cuenta que te fuiste flotando también. –Detective Warren.
-La ciudad era de papel, pero los recuerdos no lo eran. Todas las cosas que había hecho aquí, todo el amor, la lástima, la compasión, la violencia y el rencor seguían morando dentro de mí. –Quentin.
-Digo, somos ninjas. -Margo.
-Bueno, tal vez tú seas una ninja. -Quentin.
-Eres tan solo un ninja raro y ruidoso. Pero ambos somos ninjas. -Margo.
-No importa cuánto apeste la vida, siempre vence a la alternativa. –Margo.
-Esta fue la primera vez de mi vida en la que muchas cosas nunca volverían a suceder. –Quentin.
-Vaya vida era aquella mañana: nada realmente importaba tanto, ni lo bueno, ni lo malo. Estábamos ocupándonos del entretenimiento mutuo y éramos bastante prósperos. –Quentin.
-Es tan fácil olvidar cuán lleno está el mundo de personas, lleno hasta reventar, y cada una de ellas es inimaginable y consistentemente mal concebida. –Quentin.
-En tanto no muriéramos, esta iba a ser una gran historia. –Radar.
-Me imagino que es difícil regresar una vez que has sentido los continentes en la palma de tu mano. –Quentin.
-Nada nunca sucede como te imaginas que sucederá. –Margo.
-O ella confiaba en mí, o quería que me cayera. –Quentin.
-Hablar con una persona ebria era como hablarle a un niño de tres años extremadamente feliz, y con daño cerebral severo. –Quentin.
-Qué cosa tan engañosa es creer que una persona es más que eso, una persona. –Quentin.
-Incluso si podía verla a ella ahí, me sentía completamente solo entre todos esos grandes y vacíos edificios, como si hubiera sobrevivido a un apocalipsis y como si el mundo se me hubiese dado, este gran, maravilloso e infinito mundo, para que yo lo explorara. –Quentin.
-Nada es tan aburrido como los sueños de otras personas. –Quentin.
-Creo que el futuro se merece nuestra fe. –Quentin.
-Quizá esto era lo que necesitaba hacer sobre todas las cosas. Necesitaba descubrir lo que era Margo cuando ella no era Margo. –Quentin.
-Una vez que el recipiente se rompe, el final se vuelve inevitable. –Quentin.
-Conocía tan bien estos pasillos que finalmente comenzaba a sentir como si me conocieran también. –Quentin.
-El espacio físico entre nosotros se evapora. Tocamos las cuerdas de nuestros instrumentos una última vez. –Quentin.
-Si no lo imaginas, nunca nada pasará del todo. –Quentin.
-Porque si no te ocurre a ti, no ocurre para nadie, ¿verdad, Margo? –Quentin.
-Siempre me ha parecido ridículo el hecho de que las personas quieran estar cerca de alguien porque son bien parecidos. Es como escoger tu desayuno por los colores en vez de por el sabor. –Margo.
-Nunca había visto sus ojos muertos como esa vez, pero de nuevo, tal vez nunca antes había visto sus ojos. –Quentin.
-Heme aquí en este estacionamiento, dándome cuenta de que jamás había estado tan lejos de casa, y aquí esta chica que amo pero no puedo seguir. Espero que este sea el llamado del héroe, porque no seguirla ha sido lo más difícil que he hecho. –Quentin.
-No digo que todo pueda sobrevivirse. Solo que todo excepto lo último, sí. –Quentin.
-¿Crees que te necesitaba? No te necesitaba, idiota. Te escogí y luego tú me escogiste también. –Margo.
-Tan solo recuerda que algunas veces la manera en la que piensas de una persona puede no coincidir con como son de verdad… Las personas son diferentes cuando las puedes oler y ver de cerca. –Ben.
-De repente me sentí asustado de nuevo, como si personas que no pudiera ver me estuvieran observando. –Quentin.
-Orinar es como un buen libro, es difícil de parar una vez que comienzas. –Quentin.
-La preparatoria no es ni una democracia ni una dictadura, ni, contrario a la creencia popular, un estado anárquico. La preparatoria es una monarquía de derecho divino. Y cuando la reina se va de vacaciones, las cosas cambian. –Quentin.
-¿Sabes cuál es tu problema, Quentin? Sigues esperando que las personas no sean ellos mismos. –Radar.
-Entre más hago mi trabajo, más me doy cuenta de que la gente carece de buenos espejos. Es muy difícil para alguien el mostrarnos como nos vemos, y muy difícil para nosotros el mostrarle a alguien cómo nos sentimos. –Papá de Quentin.
-Irás a las ciudades de papel y nunca más volverás. –Grafiti de Margo.
-Siempre me gustó la rutina. Supongo que nunca encontré el aburrimiento muy aburrido. –Quentin.
-Margo siempre amó los misterios. Y dado todo lo que ocurrió después, nunca pude dejar de pensar que amaba los misterios tanto que se convirtió en uno de ellos. –Quentin.
-Me gusta esto. Me gusta su consistencia. Me gusta que puedo conducir quince horas desde casa sin que el mundo cambie mucho. –Quentin.
-El error fundamental que siempre cometí, y que ella, de manera justa, siempre me dejó cometer, fue el siguiente: Margo no era un milagro. Ella no era una aventura. Ella no era una cosa fina y preciosa. Ella era una chica. –Quentin.
-¿Se acuerdan, chicos, de aquella vez, en la minivan, hace veinte minutos, que de alguna manera no morimos? –Radar.
-Soy demasiado vanidosa para arriesgarme a tener ese destino. –Margo.
-¿No será también que, en cierto nivel fundamental, nos es difícil entender que otros son seres humanos al igual que nosotros? Los idealizamos ya sea como dioses o los ignoramos como animales. –Mamá de Quentin.