Anatomía y fisiología

Metáfisis: descripción, histología, funciones, lesiones


¿Qué es la metáfisis?

La metáfisis es la zona de los huesos largos que se encuentra entre la epífisis (parte superior e inferior) y la diáfisis (parte central). En los huesos de niños y adolescentes que se encuentran en período de crecimiento, la metáfisis está separada de la epífisis por una zona transicional denominada cartílago de crecimiento, la cual permite que los huesos se alarguen.

Una vez que termina el desarrollo óseo, alrededor de los 18 años para las mujeres y de los 21 años en los hombres, el cartílago de crecimiento se calcifica y la metáfisis se une definitivamente con la epífisis. Esta unión se conoce como línea epifisaria.

Histológicamente esta parte del hueso está conformada por tejido óseo trabecular o esponjoso, es decir, que contiene médula ósea, que es la encargada del desarrollo de células sanguíneas y su liberación al torrente.

El área de la metáfisis está ricamente vascularizada y estos vasos sanguíneos se encargan de irrigar el cartílago de crecimiento que se encuentra cerca de ella.

Cuando ocurre fractura de la metáfisis, puede estar involucrado el cartílago de crecimiento. Este tipo de lesión ocurre en niños deportistas o en el caso de traumatismos severos.

El tratamiento es sencillo, pero el diagnóstico puede pasar desapercibido, por lo que el paciente debe ser atendido por un especialista si presenta una lesión en un hueso largo.

Histología

Los huesos largos constan de tres partes, las epífisis que se ubican en los extremos, la diáfisis, que forma la parte media del hueso, y la metáfisis que se ubica entre estas dos porciones.

La metáfisis es un área que se encuentra en los huesos largos. Durante el crecimiento está separada de la epífisis por un cartílago celular especializado, el cual se llama cartílago de crecimiento.

En grandes huesos como el fémur, la tibia o el radio, se encuentran dos metáfisis. Una en la parte superior, o proximal, y una inferior o distal. Huesos largos más pequeños, como los interfalángicos o metacarpianos, tienen una sola metáfisis.

El tejido óseo que forma la metáfisis es de tipo trabecular o esponjoso. Este tipo de tejido soporta bien el impacto de rebote y transfiere las vibraciones de estos golpes al tejido óseo duro o compacto. Además tiene una arquitectura que consta de pequeños tabiques óseos dentro de los cuales se encuentra la médula ósea.

Dentro de la médula ósea se forman las células sanguíneas que serán liberadas hacia la circulación.

La metáfisis es una parte fundamental del hueso que contiene una red complicada de vasos sanguíneos que se encargan de nutrir los cartílagos cercanos.

Embriología

Las células que formarán los huesos comienzan a diferenciarse a partir de la 4a semana de gestación, sin embargo, no es hasta la 8a semana que se puede reconocer una formación organizada de lo que será el esqueleto.

Los huesos largos se originan entre la 9a y 10a semana y su proceso empieza por la formación de tejido cartilaginoso alrededor del cual se agrupan células que se diferencian en osteocitos, o células óseas.

Las diáfisis son las primeras estructuras en calcificarse mientras que las epífisis y metáfisis tienen un proceso de formación más complejo.

La diáfisis está conformada por tejido óseo, pero en su extremo de unión con la metáfisis se forma un tejido cartilaginoso que impide la calcificación y adhesión entre estas partes.

El cartílago que se encuentra en esta zona, es un tejido especializado y tiene la propiedad de alargarse con el crecimiento.

En los huesos largos puede observarse claramente la diferenciación entre la metáfisis y la diáfisis a través de un estudio radiológico convencional.

Cuando el niño nace, su esqueleto se encuentra formado por completo y los huesos largos presentan estas secciones de cartílago que permitirán el crecimiento.

Funciones

Durante el período de crecimiento, los huesos no se encuentran completamente calcificados. Esto quiere decir que hay zonas que se mantienen con un tejido más blando y elástico que el hueso, lo que le permite alargarse.

Entre las epífisis y las metáfisis se encuentra este tejido denominado cartílago de crecimiento o placa de crecimiento.

El cartílago de crecimiento no contiene vasos sanguíneos. En niños pequeños se nutre de la vasculatura de la epífisis, pero en adolescentes y adultos la red vascular de las metáfisis se encarga de irrigar esta zona.

La irrigación viene dada de manera 1) intraósea, a través de los canales que se forman en el interior del tejido esponjoso, 2) y extraósea, por los vasos sanguíneos que se encuentran en la superficie de la metáfisis.

Este tipo de irrigación evita que el cartílago de crecimiento pierda su aporte sanguíneo en caso de un traumatismo que lesione la epífisis.

Otra función importante de la metáfisis es la de absorber los impactos de las articulaciones y transferirlos hacia la diáfisis que es un tejido óseo más fuerte y resistente. De esta forma evita que el complejo articular se sobrecargue.

Lesiones

Las lesiones de las metáfisis son especialmente importantes durante el período de crecimiento. Esto es debido a su relación con la placa de crecimiento.

Alrededor de 30% de las fracturas en individuos en crecimiento involucran el cartílago de crecimiento y, de este porcentaje, se extra que el 75% tiene lesión de la metáfisis.

Las fracturas de la metáfisis que implican la lesión del cartílago de crecimiento se denominan fracturas de Salter-Harris. Estas se dividen en cinco tipos, dependiendo de los elementos que estén involucrados en la lesión y de la gravedad de la misma.

Este tipo de fracturas ocurre en niños muy activos, por lo general deportistas. Las más comunes se denominan Salter tipo II; son rupturas lineales que separan parcialmente la metáfisis y el plato de crecimiento de la epífisis.

En algunos casos es complicado observarlas claramente en una radiografía convencional. El diagnóstico se hace correlacionando el interrogatorio con el examen físico y los hallazgos radiológicos.

Las fracturas Salter tipo II son de manejo sencillo, con inmovilización y reposo, y no interfieren en el crecimiento del niño.

Estas lesiones deben ser evaluadas por un especialista, ya que cuando no se realiza el diagnóstico oportuno el paciente puede tener repercusiones en el crecimiento que no son reversibles.