Cultura general

Experimento ruso del sueño: historia, datos, ¿verdad o leyenda?


El experimento ruso del sueño, también conocido como “Orange Soda” en las redes sociales, es una supuesta investigación que se habría llevado a cabo en los años 40 en Rusia sobre los efectos de la falta de sueño en el cuerpo humano.

A pesar de haberse vuelto extremadamente popular en Internet y de que muchas personas piensan que es real, la historia se publicó por primera vez en una página dedicada a relatos de ficción.

Según la historia del experimento ruso del sueño, varios investigadores rusos mantuvieron despiertas a cinco personas durante quince días utilizando para ello un estimulante experimental basado en gases. Los participantes (que eran prisioneros de guerra) permanecieron encerrados en un entorno sellado desde el que se podía observar sus reacciones.

Debido a que durante los años 40 todavía no existían las cámaras de circuito cerrado, el relato cuenta que los investigadores tenían que utilizar micrófonos y pequeñas ventanas para observar lo que ocurría con los sujetos del experimento. Aunque al principio todo parecía ir bien, finalmente los participantes perdieron poco a poco su cordura; y poco después, la vida.

La historia del experimento ruso del sueño se ha convertido en una de las leyendas urbanas más extendidas por todo el mundo. Aunque no está basada en hechos reales, muchas personas han creído en algún momento en su veracidad. Debido a su popularidad, se han publicado novelas y películas basadas en ella.

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Historia en redes sociales

La historia conocida como “Orange Soda”, y más tarde como “el experimento ruso del sueño”, apareció por primera vez en un sitio web llamado “Creepypasta”. Este portal está dedicado a historias de ficción destinadas a incomodar a los lectores. Se considera que este relato en concreto es el que ha alcanzado una mayor popularidad de todos los publicados en la página.

Según el relato, después de la Segunda Guerra Mundial se le dio a cinco prisioneros a los que se consideraba enemigos de la Unión Soviética la oportunidad de recuperar su libertad si accedían a someterse a un experimento. Durante el mismo, tendrían que permanecer despiertos durante 30 días, utilizando para ello un gas especial que serviría como estimulante.

En este tiempo, los prisioneros permanecerían dentro de una sala cerrada que solo se comunicaría con el exterior mediante unos micrófonos instalados dentro, además de por unas pequeñas ventanas con cristales blindados a través de las cuales los científicos podrían observar el interior.

La sala en sí habría estado equipada con libros, colchones en los que los prisioneros podrían tumbarse, agua corriente, un baño, y suficiente comida como para que los cinco pudiesen sobrevivir durante más de un mes sin ningún problema. En todo momento, los científicos estarían observando a los participantes para contemplar qué ocurría.

Primeros días

Según la historia, durante los primeros cinco días no ocurrió ningún incidente. Los participantes del experimento, a pesar de no poder dormir, todavía estaban en un estado mental normal. Los científicos observaron que hablaban entre ellos e ignoraban los micrófonos; aunque a partir del cuarto día se dieron cuenta de que sus conversaciones cada vez se volvían más oscuras.

Sin embargo, a partir del quinto día los participantes dejaron de hablar entre ellos y comenzaron a susurrarle a los micrófonos, tratando de ganarse la confianza de los experimentadores revelando los secretos de sus compañeros. A partir de este momento comenzaron a mostrar paranoia severa, y a quejarse de sus circunstancias, diciendo que habían sido engañados.

Comienzan los sucesos extraños

Pero todo empezó a torcerse a partir del noveno día de cautividad. La historia del experimento ruso del sueño afirma que de repente, uno de los participantes comenzó a correr por la sala gritando con toda la fuerza de la que era capaz. Después de tres horas, se calló de repente, aunque seguía intentando emitir sonidos. Los científicos pensaban que se había roto las cuerdas vocales debido al esfuerzo.

Sin embargo, lo más extraño fue que los otros cuatro sujetos no reaccionaron de ninguna manera a los gritos de su compañero: siguieron susurrándole a los micrófonos. Poco después, otro de los cautivos empezó a gritar también, y los tres que quedaban arrancaron las páginas de los libros que estaban leyendo y las pegaron sobre las ventanas de la habitación utilizando para ello sus propias heces.

Durante los siguientes tres días, tanto los gritos como los susurros se habían detenido por completo. Los experimentadores pensaban que los micrófonos podrían haberse roto, ya que los niveles de oxígeno de la habitación indicaban que aún había cinco personas vivas dentro.

En el día 14 del experimento, decidieron tratar de provocar una reacción en los cautivos, ya que no podían observar nada de lo que ocurría dentro. A través de los micrófonos, les indicaron que iban a abrir la puerta, y que debían tumbarse en el suelo o se les dispararía. Si lo hacían, uno de ellos sería liberado de inmediato. Sin embargo, una voz les respondió que ya no tenían interés en recuperar su libertad.

Dentro de la cámara

Tras debatirlo durante un tiempo, los investigadores decidieron abrir la habitación y extraer de ella a los cautivos. El día 15 del experimento, extrajeron el gas de la cámara y lo sustituyeron con aire limpio; pero inmediatamente, tres de los participantes empezaron a suplicar que les devolvieran el gas. Ignorando sus voces, los científicos enviaron a un equipo de soldados al interior para descubrir qué había pasado.

Cuando los soldados entraron, descubrieron con horror que cuatro de los cinco cautivos aún seguían con vida; pero se encontraban en un estado mucho peor que la muerte. Se habían arrancado grandes trozos de su propia piel y carne, de la que se habían estado alimentando todo este tiempo. La comida que habían dejado en el interior estaba intacta.

Nada más entrar los soldados en la cámara, los sujetos comenzaron a atacarles con ferocidad, exigiendo que volvieran a inyectar el gas en el interior para evitar que pudieran dormirse de nuevo. Varios de los soldados rusos perdieron la vida en la operación, y algunos más se suicidaron en las siguientes semanas debido a lo que habían visto.

Uno de los sujetos que permanecía con vida falleció durante el asalto a la cámara debido a una herida; pero los soldados consiguieron capturar a los otros tres y les extrajeron de allí para estudiar lo que había ocurrido.

Supuestos datos del experimento

Las investigaciones con los sujetos supuestamente revelaron datos muy extraños. Todos ellos eran inmunes a los sedantes, hasta el punto de que uno pudo aguantar una dosis de morfina diez veces superior a la que haría falta para dormir a un humano adulto. Cuando se le consiguió dormir utilizando otro tipo de anestesia, este murió en el momento en que cerró los ojos.

Durante todo el tiempo que se tardó en dormirle, el sujeto estuvo luchando contra las correas que le sujetaban; y tras su fallecimiento, se comprobó que la fuerza de sus músculos había bastado para romper gran cantidad de sus huesos. Además, su corazón latía con una fuerza muy superior a la normal, y su sangre tenía aparentemente una mayor cantidad de oxígeno de lo habitual.

Más tarde, los científicos trataron de operar a los participantes que quedaban para evitar que fallecieran. Debido a que no podían dormirles, les operaron sin anestesia; y cada vez que un instrumento quirúrgico les cortaba la piel, los sujetos se reían y pedían que les hicieran más daño. Cuando se le preguntó a uno de ellos por qué se habían autolesionado, la respuesta fue simplemente que tenían que permanecer despiertos a toda costa.

El fin del experimento

Los dirigentes de la base secreta donde se estaba llevando a cabo la operación querían que se volviera a encerrar a los tres sujetos que aún quedaban con vida en la cámara y se conectara de nuevo el gas. Sin embargo, uno de ellos murió antes de que se le pudiera introducir en la habitación, al quedarse dormido.

Cuando se estaba preparando todo para continuar con el experimento, uno de los soldados que había entrado por primera vez en la cámara irrumpió en la misma y disparó a uno de los dos sujetos que quedaban con vida. Mientras apuntaba al último, le preguntó qué era exactamente.

El sujeto, con voz tranquila y aparentemente lúcido, le dijo que no era más que el horror que habita en el fondo de la mente de todas las personas, y que solo el sueño es capaz de mantener a raya. Tras oír esto, el soldado le disparó en el corazón; y mientras moría, el último sujeto dijo las siguientes palabras: “Tan cerca de la libertad…”.

¿Verdad o leyenda urbana?

A pesar de que muchas personas creen que el experimento ruso del sueño sucedió realmente tras la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que la historia no es más que un relato de ficción extremadamente popular que apareció por primera vez en una web dedicada a cuentos de miedo.

Sin embargo, la historia se ha vuelto viral desde su publicación, e incluso se han publicado una novela y una película basadas en ella.