Bufonofobia (fobia a los sapos): qué es, síntomas, causas y tratamientos
¿Qué es la bufonofobia?
La bufonofobia es el miedo exagerado e irracional a los sapos. No suele ser muy incapacitante, pero sí molesto para quienes la sufren y se ven expuestos a estos anfibios.
Sin embargo, síntomas como la ansiedad incontrolada, la incapacidad de actuar de manera normal debido a ella o la sensación de que se debe hacer todo lo posible para evitar a los sapos, son compartidos por la mayoría de los bufonofóbicos.
Causas
Las fobias pueden desarrollarse en cualquier etapa de la vida, y aunque no se conoce cuál es la causa exacta que las provoca, sí se sabe que su aparición se debe a la combinación de distintos factores (aprendizaje, genética y sucesos traumáticos).
Aprendizaje
Los niños tienden a desarrollar fobias que sus familiares (sobre todo sus padres o sus hermanos mayores) poseen.
Ellos pueden adquirir conductas que sus padres realizan tras haber observado las respuestas ansiosas de estos cuando entran en contacto con determinadas personas, objetos o situaciones.
Genética
Se ha demostrado que algunas personas nacen con tendencia a ser más ansiosas que otras. Sin embargo, esto no permite predecir qué tipo de fobia desarrollará, o si desarrollará alguna. Tan solo es un factor de riesgo.
Sucesos traumáticos
Los eventos estresantes o traumáticos pueden hacer que las personas tengan miedo de determinados objetos o situaciones que les recuerden dichos sucesos. Otras veces el niño recibe información amenazadora relacionada con un objeto o una situación, lo que puede provocar la aparición de un miedo intenso hacia ellos.
Entre las posibles causas de la bufonofobia, podemos mencionar el hecho de que existen sapos que son venenosos.
Por ejemplo, el sapo gigante emite un tipo de veneno que puede matar tanto a personas como a animales. Debido a ello, la gente tiende a generalizar asumiendo que todos los sapos son venenosos.
Síntomas
Los síntomas de la bufonofobia pueden ser de carácter psicológico, emocional o físico. A continuación vamos a establecer una clasificación atendiendo a dicha división, separando, por tanto, los síntomas en psicológicos, emocionales y físicos:
Síntomas psicológicos
– Pensamientos obsesivos: la persona que padece bufonofobia no puede parar de pensar en los sapos, o bien en cualquier cosa relacionada con ellos, y lo hace de manera involuntaria, por lo que son pensamientos egodistónicos (que producen malestar al entrar en conflicto con las necesidades del “yo”).
– Dificultad para pensar en cualquier cosa distinta a la fobia: los pensamientos obsesivos hacen muy difícil que el bufonofóbico pueda centrar sus pensamientos en otro tema.
– Imágenes o películas mentales relacionadas con sapos: con frecuencia suelen aparecer imágenes mentales relacionadas con sapos, bien sea en forma de fotografías estáticas, como puede ser la imagen de un sapo, o en forma de recuerdo de alguna situación, real o imaginaria, en la que aparezcan sapos o elementos relacionados con los mismos (partes de un sapo, un estanque, etc.).
– Sentimientos de irrealidad o de descorporización del yo: es una sensación que se produce, por ejemplo, como forma de escape ante una situación fóbica, y en la que la persona que la padece se siente alejada de la realidad del momento estresante, produciéndose una desconexión entre el cuerpo y la mente.
– Miedo a perder el control o “volverse loco”: es común en las personas con algún tipo de fobia que posean este síntoma, puesto que el miedo irracional que conlleva puede hacer creer a las personas que la fobia es algo externo a ellas y que, por tanto, no pueden controlarla.
– Miedo a desmayarse: la exposición al objeto fóbico puede conllevar niveles de ansiedad tan elevados que puede llevar al desvanecimiento de la persona. En consecuencia, uno de los motivos de la evitación o el escape de la situación fóbica es el miedo a sufrir una pérdida de conciencia o desmayo.
Síntomas emocionales
– Ansiedad anticipatoria: es la preocupación persistente que se produce ante la posible aparición del estímulo fóbico, en este caso, un sapo. La persona anticipa la reacción emocional que tendría si se diera la situación fóbica, lo que conlleva una alta activación fisiológica que se manifiesta en forma de sudoración, respiración entrecortada o un número de pulsaciones elevadas, entre otras.
– Terror: es el miedo persistente y abrumador que invade a la persona, sobre todo cuando se encuentra ante el objeto de su fobia.
– Deseos de huir: también denominado escape, es la necesidad instintiva de huir de la situación, ya sea real o imaginada.
– Otros sentimientos: en mayor o menor medida, el bufonofóbico experimenta sentimientos de enfado, tristeza, miedo, daño o culpa como consecuencia de su fobia, lo que le produce un malestar significativo en su vida diaria.
Síntomas físicos
– Mareos, temblores y palpitaciones en la cabeza.
– Respiración entrecortada y sensación de ahogo.
– Palpitaciones en el pecho y aceleración del pulso.
– Dolor o malestar pectoral.
– Sudoración excesiva.
– Náuseas y molestias gastrointestinales.
– Sensación de inestabilidad, excitación y desmayo.
– Sofocos o escalofríos.
Tratamiento
La mejor forma de tratar cualquier tipo de fobia es con un diagnóstico precoz, ya que las conductas de evitación repetitivas con frecuencia generan un malestar mayor en la vida diaria del individuo.
Por tanto, cuando el comportamiento normal de la persona se ve afectado, la ayuda profesional es la más adecuada.
Además, según la complejidad de la fobia, el tipo de terapia variará. En el caso de las fobias más simples o menos arraigadas en el sujeto, la exposición al objeto fóbico es la mejor forma de tratamiento.
Por otro lado, las fobias más complejas requieren un mayor tiempo y esfuerzo por parte del paciente, y las técnicas empleadas pueden variar.
Terapia cognitivo-conductual
Una de las más utilizadas en este tipo de casos es la terapia cognitivo-conductual. Esta terapia ayuda a los pacientes a reconsiderar la forma en la que procesan los sucesos estresantes, proporcionando a su vez nuevas formas más constructivas de lidiar con la ansiedad que dichos sucesos les producen.
Además, los terapeutas cognitivo-conductuales animan a sus pacientes a buscar las posibles causas de su ansiedad, de forma que su respuesta pueda arrojar algo de luz al origen de la fobia en cuestión.
Otro tipo de tratamiento muy utilizado es el de la terapia grupal. Este tipo de terapia consiste en la reunión de un grupo de personas que tengan problemas semejantes, en este caso, relacionados con alguna fobia.
La principal ventaja de esta terapia radica en el hecho de que los miembros del grupo se motivan los unos a los otros durante y después de las sesiones, y sirve de apoyo en cuanto a que comparten sus problemas con personas que entienden por lo que están pasando.
Por último, en algunos casos el tratamiento de fobias incluye una combinación de medicación y terapia. Los tres principales tipos de medicamentos que se prescriben para tratar los aspectos ansiógenos relacionados con las fobias son los antidepresivos, los beta-bloqueadores y tranquilizantes, así como medicamentos que regulan los niveles de serotonina en el cerebro.
En definitiva, los tratamientos para fobias son una forma gradual y controlada de disminuir la ansiedad y ayudar a la gente a desarrollar nuevas formas de pensar y de comportarse que promueva el bienestar y la realización vital.
Otras fobias relacionadas con los animales
La zoofobia es el miedo intenso o fobia hacia cualquier especie animal. Sin embargo, como hemos podido comprobar, por lo general la fobia suele estar relacionada con un animal en concreto, recibiendo distintas denominaciones en función del mismo.
A continuación presentaremos una lista con aquellas fobias relacionadas con animales.
– Apifobia: fobia a las abejas.
– Ornitofobia: fobia a los pájaros.
– Ailurofobia: fobia a los gatos.
– Ictiofobia: fobia a los peces.
– Entomofobia: fobia a los insectos.
– Musofobia: fobia a los ratones.
– Ofidiofobia: fobia a las serpientes.
– Aracnofobia: fobia a las serpientes.
– Helmintofobia: fobia a los gusanos.