Psicología educativa

Estrés infantil: síntomas, causas y prevención


El estrés infantil es una sensación de preocupación e incomodidad que provoca malestar. Los niños pueden sentirse frustrados, con miedo o con odio, pudiendo desarrollar dolor de cabeza o de estómago. A pesar de que los niños, por lo general, suelen tener unos factores ambientales menos estresantes que los adultos, también pueden padecer estrés en ciertas situaciones.

El estrés puede originarse ante cualquier estímulo (sea o no estresante), en el momento en el que la persona percibe el factor ambiental como angustioso o desagradable, y tiene problemas para adaptarse adecuadamente a él.

Entendemos con facilidad que una persona que trabaja 10 horas al día, tiene que cuidar a sus hijos, realizar sus estudios universitarios y llevar a cabo todas las tareas del hogar, estará fácilmente estresada.

En cambio, nos cuesta más entender que un niño con poca actividad, pocas exigencias y que dispone de mucho tiempo libre para descansar padezca estrés. Sin embargo, el estrés surge de las respuestas que realiza una persona sobre sus factores ambientales, por lo que no son estos últimos los que determinan su presencia o su ausencia, sino que es la propia adaptación de la persona.

De este modo, una persona con pocas actividades, obligaciones y responsabilidades puede estar mucho más estresada que una persona con una agenda permanentemente ocupada.

Índice del artículo

Síntomas del estrés infantil

La manifestación del estrés en los niños difiere de los síntomas que padecen los adultos debido a las diferencias cognitivas, emocionales y conductuales entre mayores y pequeños.

Así mismo, la etapa de desarrollo es otro factor importante a la hora de explicar, ya que las manifestaciones de estrés que realiza un niño de pocos años de vida son distintas a las que realiza un niño más mayor.

De este modo, se dividen los síntomas de estrés infantil en dos grupos distintos en función de la edad del niño que lo padece.

Síntomas de estrés en niños menores de 5 años

Los niños más pequeños pueden manifestar sus sensaciones de estrés a través de un estado de irritabilidad constante, llantos frecuentes y deseos de estar siempre en los brazos de sus padres para intentar mitigar su malestar.

Así mismo, pueden padecer pesadillas, miedos exagerados, normalmente a la oscuridad, a los animales o a separarse de sus padres, y modificaciones en su apetito.

Finalmente, el estrés infantil en niños de esta edad puede provocar dificultades en el habla y motivar un retroceso de comportamientos, realizando conductas más infantiles de lo que sería normal para su edad, como orinarse en la cama o succionar el dedo.

Los niños de estas edades no son capaces de reconocer sus sensaciones como un estado de estrés, por lo que pueden manifestar su malestar a través de distintas modalidades de expresión.

Síntomas de estrés en niños mayores de 5 años

Los niños más mayores también pueden manifestar su estrés a través de un estado persistente de irritabilidad o aumentando sus episodios de llanto inmotivados.

Así mismo, a medida que el niño se va haciendo más mayor es habitual que se muestre más agresivo de lo normal, realice comportamientos para llamar la atención, adquiera una actitud negativa hacia sus hermanos y se queje de dolores y molestias físicas.

A pesar de que niños más mayores o preadolescentes puedan tener un mayor entendimiento sobre lo que es la ansiedad y el estrés, no suelen ser capaces de interpretar sus sensaciones, y el malestar puede desembocar en distintas alteraciones conductuales y emocionales.

Causas del estrés infantil

El estrés puede estar originado tanto por factores externos como por factores internos, y sobre todo por la interacción entre ambos factores.

De este modo, las causas del estrés infantil no distan mucho de las del estrés que padecen los adultos, ya que este se origina a través de una mala adaptación psicológica y personal sobre las exigencias o requisitos del ambiente.

Factores internos

Cuando hablamos de factores internos hacemos referencia a características que forman parte del funcionamiento mental y psicológico del niño que padece estrés. Como factores internos que pueden verse involucrado en el desarrollo de estados de estrés encontramos la personalidad, los pensamientos y las actitudes del niño.

Cuando el niño necesita enfrentarse a situaciones difíciles, el niño puede no tener recursos necesarios para adaptarse de forma adecuada y responder ante ellos con sensaciones de estrés.

De esta forma, el estrés infantil puede ser generado por el mismo niño (al igual que sucede con los adultos), de acuerdo con su manera de percibirse a sí mismo y al mundo que le rodea.

Ciertas características internas que pueden hacer al niño más susceptible a padecer estrés son la ansiedad, la timidez, el deseo de agradar a los demás, el miedo a fracasar, el temor al castigo, las preocupaciones sobre su aspecto físico, las dudas sobre su capacidad de rendimiento, entre otros.

Factores externos

Al igual que sucede con los adultos, en los niños el estrés aparece cuando sus recursos personales son incapaces de adaptarse adecuadamente al ambiente, es decir, cuando los factores externos sobrepasan las capacidades de adaptación del niño.

Habitualmente, las exigencias externas a las que se ve expuesto un niño suelen ser menos “estresantes” que las que pueden aparecer en la vida de un adulto, sin embargo, este hecho no garantiza que el niño nunca vaya a padecer estrés.

Dependiendo de los factores internos del pequeño, cambios significativos o relevantes en su vida cotidiana pueden ser suficientes para provocarle sensaciones y estados de estrés.

Así mismo, a medida que se va haciendo mayor, poseer responsabilidades superiores a su capacidad, presenciar crisis familiares, divorcios o separaciones de sus padres pueden ser también factores de riesgo para padecer estrés.

Otros aspectos como el fallecimiento o el padecimiento de una enfermedad grave por parte de algún familiar cercano, el nacimiento de un hermano, periodos de hospitalización, cambios en el ámbito escolar o problemas con sus amistades también pueden exponer al niño a padecer periodos de estrés.

Ámbitos de estrés en la infancia

Cuando los niños son más pequeños, los estresores suelen estar más relacionados con el contexto familiar y escolar. En cambio, durante la adolescencia y la pre adolescencia se encuentra una mayor vulnerabilidad ante la transformación corporal, el cambio en las relaciones con padres y amigos, y el inicio de las relaciones sentimentales.

En este sentido, comentaremos los tres ámbitos de estrés principales:

Escuela

En la literatura sobre el estrés infantil, se ha identificado en los alumnos de educación primaria una serie de eventos referentes al ámbito escolar que pueden actuar como factores estresantes. Estos son:

  • Ser rechazado por los iguales.
  • Ser molestado por niños y mayores.
  • Ser el último en alcanzar una meta.
  • Ser ridiculizado en clase.
  • Cambiarse de centro escolar.
  • Exceso de demandas escolares.
  • Realizar exámenes.
  • Llevar a casa malas notas.
  • Tener conflictos con los profesores.
  • Tener preocupaciones referentes al futuro académico.
  • Ponerse metas de éxito y tener exigencias deportivas.

Familia

Los factores familiares más estresantes que se han detectado en la población infantil recaen básicamente en:

  • El nacimiento de un hermano.
  • Conflictos en la relación con los padres.
  • Fallecimiento de abuelos o amigos próximos.
  • Enfermedad grave de algún miembro de la familia.
  • Cambio de domicilio.
  • Tensiones y dificultades que afecta a los padres en el ámbito laboral, económico o matrimonial.

Salud

El dolor y la enfermedad pueden constituir una de las principales fuentes de estrés para los niños. La hospitalización y las enfermedades crónicas son dos de los estresores más relevantes en la población infantil.

¿Cómo prevenir el estrés en la infancia?

Ser modelos de conducta para los niños

En primer lugar, es necesario que los padres se presenten como modelos a seguir para sus hijos, por lo que estos deben ser capaces de gestionar adecuadamente sus estados de ansiedad y sus periodos de estrés delante del niño.

Si no se cumple este primer requisito, el niño puede aprender a responder antes los factores externos de misma forma que sus padres, por lo que será más vulnerable a padecer estrés.

Mostrar actitudes positivas

Así mismo, actitudes positivas como la paciencia, la alegría, la tranquilidad, la calma y la capacidad reflexiva de los padres hacia su hijo, ayudan al niño a desarrollar actitudes parecidas ante sus factores externos y permiten poseer más recursos para evitar estados de estrés.

Hacer que participen

Otro aspecto importante para prevenir el estrés infantil es hacerlos partícipes de la resolución de problemas cotidianos y familiares, promoviendo una forma simple, realista y optimista de enfrentar este tipo de desafíos. De este modo, el niño desarrollará un patrón de conducta regido por la aceptación y la coherencia sobre los problemas.

Cuando un niño ha empezado a padecer estrés o está en una situación que puede iniciar su padecimiento, es importante escucharle y valorar sus opiniones.

A pesar de los niños pequeños no deben decidir las actividades que realizan y las que no realizan en su totalidad, conocer sus opiniones puede ser muy beneficioso para detectar las posibles áreas y eventos que pueden estresarle.

Evitar el perfeccionismo

Por otro lado, es importante también respetar el “ritmo del niño”, evitar hacer comparaciones con sus hermanos o amigos, infravalorar sus cualidades o recriminarle sus capacidades y destrezas.

Finalmente, en esta línea, los padres deben evitar que su hijo crea que es valorizado, respetado y amado por tener un desempeño perfecto en lo que hace.

Este factor puede originar mucho estrés en el niño, por lo que se le deberá motivar a esforzarse y exigirle el desempeño que sea capaz de conseguir, pero nunca saturarle ni basar la relación entre padre e hijos en estos términos.

Referencias

  1. Achenbach, T. M., McConaughy, S. M. y Howell, C. T. (1987). Child/adolescent behavior and emotional problems: Implications of crossinformant correlations for situational specificity. Psychological Bulletin, 101, 213–232.
  2. Barrett, S. y Heubeck, B. G. (2000). Relationships between school hassles and uplifts and anxiety and conduct problems in grades 3 and 4. Journal of Applied. Developmental Psychology, 21, 537-554.
  3. Cohen, L. H. y Park, C. (1992). Life stress in children and adolescents: An overview of conceptual and methodological issues. En A. M. La Greca, L. J. Siegel, J. L. Wallander y C. E. Walker (Eds.), Stress and coping in child health (pp. 25–43). New York: Guilford.
  4. del Barrio, M. V. (1997). Estresores infantiles y afrontamiento. En M. I. Hombrados (Coord.), Estrés y Salud (pp. 351-378). Valencia: Promolibro.
  5. Martínez, A. M. (2005). Salud física. En L. Ezpeleta (Ed.), Factores de riesgo en psicopatología del desarrollo (pp. 177-202). Barcelona: Masson.