Decisiones autónomas: definición, características, ejemplos
¿Qué son las decisiones autónomas?
Las decisiones autónomas son aquellas que una persona toma conscientemente por sí misma, sin que sean impuestas por un tercero. Frente a las decisiones heterónomas, obligadas por las leyes, la religión o la presión social, en las autónomas solo tienen importancia las creencias morales del individuo.
Este concepto está muy ligado a la autonomía moral. Solo siendo autónomo moralmente se pueden tomar decisiones propias. Igualmente, es necesario ser capaz de analizar las situaciones para que la decisión sea la más acertada. En este aspecto, la autonomía requiere tomar más riesgos que la heteronomía.
Sin embargo, algunos pensadores consideran que el margen real de esa autonomía es limitado. Esto se debe a que todo individuo es educado dentro de un determinado contexto cultural y social, aspectos que inevitablemente condicionan su toma de decisiones.
Otra característica fundamental de las decisiones autónomas es su componente ético. Estrictamente, tomar una decisión que perjudique a otros formaría parte de este concepto, pero los filósofos que han tratado el tema afirman que se debe elegir lo correcto éticamente.
Una decisión autónoma sería, por ejemplo, decidir estudiar una carrera sin que exista ningún tipo de motivación externa, como podrían ser la imposición de los padres o la facilidad para encontrar un trabajo al terminarla.
Características de las decisiones autónomas
Las decisiones autónomas provienen de la moral, creencias y propósitos de la persona que debe tomarlas. La voluntad de ese individuo no está condicionada por ningún factor exterior, sino que solo se debe a la determinación personal.
La autonomía, por la tanto, puede definirse como la capacidad de regirse por sí mismo, sin que la conducta elegida sea impuesta por nadie.
Autonomía moral
Este tipo de decisiones están estrechamente relacionadas con la autonomía moral. Se trata del conjunto de normas morales que el individuo ha elegido como guía para su conducta, ya sea consciente o inconscientemente.
Esto no impide que parte de esas normas morales estén influidas por la sociedad en la que la persona vive. Tanto la educación como la cultura de la sociedad son fuerzas que moldean casi inevitablemente las creencias de cada individuo.
Por otra parte, la autonomía moral también incluye la capacidad de decidir si una decisión es aceptable o no.
Autonomía
La autonomía es considerada como uno de los principales principios bioéticos. Según su definición, se trata de la capacidad que cada persona tiene para imponerse normas que rijan su comportamiento. Se trata de tomar decisiones sin que exista coacción exterior.
Varias escuelas filosóficas han aportado sus ideas al concepto de autonomía, aunque casi todas coinciden en los puntos fundamentales. Una de las aportaciones más importantes es que esa autonomía no debe utilizarse contra las decisiones tomadas por el resto de las personas, a las que se debe respetar.
Desarrollo de la autonomía
La autonomía, tanto la asociada a las decisiones como al resto de los ámbitos de la vida, comienza a desarrollarse durante la infancia. Los niños más pequeños no tienen ninguna y la van adquiriendo conforme están creciendo.
Una etapa decisiva en la formación de la autonomía es la adolescencia. Los jóvenes empiezan a tomar sus propias decisiones, aunque muchas veces esa autonomía no es tan real como ellos piensan.
Así, por las propias características de ese rango de edad, muchas decisiones provienen de su deseo de formar su personalidad frente a los padres, mientras que otras están fuertemente influidas por la dinámica de sus grupos sociales.
Autonomía y ética
El filósofo Immanuel Kant es considerado como el autor del concepto moderno de autonomía. Para este pensador, se trataba de la capacidad personal de gobernarse mediante normas propias, sin que estas sean impuestas por ningún ente ajeno.
A pesar de que esta definición hace hincapié en el individuo, para Kant esto no significaba que fuera un concepto egoísta. Según sus planteamientos, las normas exclusivamente individuales eran catalogadas como inmorales. Por ese motivo, las decisiones tomadas desde la autonomía no deben nunca perjudicar a otros.
Confianza
La libertad que ofrece tomar decisiones con autonomía es un reflejo de confianza en uno mismo, así como de madurez. De esta forma, esa autonomía hace que la persona viva de acuerdo a su ética, sin dejarse llevar por la necesidad de gustar a los demás o plegarse a sus deseos.
Cuando una persona actúa buscando complacer a los demás, es decir, de manera no autónoma, acaba provocando un sentimiento de culpabilidad y frustración.
Heteronomía y autonomía
Las decisiones autónomas son el opuesto a las decisiones heterónomas. Las primeras solo tienen como motivación la voluntad propia, nacida de la moral y la ética de la persona. Al contrario, las segundas son aquellas que se toman por iniciativa de factores exteriores. Estos pueden ser desde las creencias religiosas heredades, las expectativas creadas por la familia o la presión social.
Sin embargo, existe una línea en la que ambos tipos de decisiones se solapan. Así, las decisiones heterónomas vienen impuestas muchas veces por factores sociales, como las tradiciones de cada país, la religión o las costumbres.
Dado que todas las personas crecen y moldean su personalidad dentro de esas sociedades, algunos autores afirman que la autonomía es muchas veces más aparente que real. Según esto, algunas personas creen estar decidiendo por sí mismas cuando, en realidad, están influidos por los condicionamientos sociales.
Ejemplos de decisiones autónomas
Moda
Resistir a la influencia de la moda de cada momento y de los amigos a la hora de elegir la ropa es un ejemplo de decisión autónoma. Lo mismo ocurre cuando uno se viste de determinada manera aunque a los padres no les guste.
Religión
Elegir que religión profesar, sin prestar atención a las creencias familiares o a la tradición de su lugar de nacimiento, es uno de los ejemplos más claro de este tipo de decisiones.
Elegir pareja
Empezar o seguir con la pareja que libremente se ha elegido a pesar de la oposición familiar o social.
Divorciarse
En el sentido contrario que el anterior, decidir romper o divorciarse es muchas veces difícil por factores ajenos a la voluntad individual. Mantener la decisión demuestra la autonomía personal.
Denunciar un comportamiento incorrecto
La presión social o de las amistades puede hacer difícil que se denuncien algunos comportamientos que, personalmente, se consideran incorrecto. Un ejemplo de decisión autónoma es cuando un niño avisa a sus profesores de que un compañero está siendo acosado.
Fumar
Aunque nunca es una decisión acertada, no deja de mostrar autonomía ante las advertencias de los médicos.
No beber alcohol
En algunas circunstancias, como en una fiesta o en celebraciones determinadas, puede existir bastante presión para beber alcohol. Negarse a ello es un buen ejemplo de decisión autónoma.
Elegir sus propias creencia políticas
Elegir la ideología política y el sentido del voto es otra decisión autónoma, ya que a veces pueden existir presiones por parte del entorno de la persona.
Practicar deporte
Empezar a practicar un deporte es una decisión que, casi siempre, se toma de manera autónoma.
Hacer voluntariado
Convertirse en voluntario para mejorar alguna situación social es también una decisión autónoma de cada individuo.
Referencias
- Ministerio de Educación. Autonomía y heteronomía moral. Recuperado de mimosa.pntic.mec.es
- Secundaria 108. Características de la autonomía moral. Conciencia de la propia capacidad para juzgar. Criterios que justifican las acciones y decisiones personales. Recuperado de sites.google.com
- Christman, John. Autonomy in Moral and Political Philosophy. Obtenido de plato.stanford.edu
- International Encyclopedia of the Social Sciences. Autonomy. Obtenido de encyclopedia.com
- Dryden, Jane. Autonomy. Obtenido de iep.utm.edu