Historia

Despotismo ilustrado: concepto, origen, características, reyes


¿Qué es el despotismo ilustrado?

El despotismo ilustrado o absolutismo ilustrado fue un sistema político que apareció en Europa durante la segunda mitad del siglo XVIII. Aunque el gobierno seguía en manos de las monarquías absolutas, los reyes de la época intentaron introducir algunas reformas relacionadas con las ideas de la Ilustración.

El concepto despotismo ilustrado no surgió hasta el siglo XIX, cuando los historiadores alemanes comenzaron a usarlo para distinguirlo del absolutismo clásico. Los monarcas ilustrados promulgaron una serie de reformas que pretendían reactivar la economía, eliminar algunos de los privilegios de la nobleza y el clero y mejorar la situación del pueblo.

Muchos historiadores califican este sistema como paternalista, ya que todas esas reformas teóricamente favorables al pueblo se realizaron sin ningún tipo de participación de este. El lema que ha definido al absolutismo ilustrado muestra claramente esta circunstancia: Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.

Algunos de los reyes que siguieron esta corriente fueron Carlos III de España, José I de Portugal, José II de Austria o Federico II de Prusia. Sin embargo, los expertos dudan de que algunos de ellos realizaran las reformas correspondientes por la influencia de la Ilustración.

Origen del despotismo ilustrado

El concepto “despotismo ilustrado” no se utilizó durante el tiempo en que este sistema de gobierno estuvo vigente. Fueron los historiadores alemanes quienes, en el siglo XIX, comenzaron a usarlo para denominar el sistema político que apareció en la segunda mitad del siglo XVIII.

Los monarcas que gobernaron con este sistema se basaron en las ideas de la Ilustración. Los filósofos de la época idealizaron la figura del rey-filósofo y muchos gobernantes quisieron acercarse a ese concepto.

Definición

El despotismo ilustrado fue una forma de gobierno que intentó unir el absolutismo con las ideas de la Ilustración. Esto suponía que los monarcas debían conciliar sus propios intereses con el bienestar de su pueblo.

A pesar de realizar numerosas reformas económicas, culturales y políticas, los monarcas no abandonaron el absolutismo. El rey, por lo tanto, siguió concentrando todo el poder del Estado.

Mantenimiento del absolutismo

Como se ha señalado, el despotismo ilustrado no abandonó el sistema de gobierno característico del Antiguo Régimen: la monarquía absoluta. Todo el poder estaba en manos del rey, no había constituciones y los derechos de cada grupo social eran concedidos, o no, directamente por el monarca.

No obstante, la influencia de los filósofos de la Ilustración provocó algunos cambios. Aunque los reyes no cedieron nada de su poder, sí comenzaron a realizar algunas reformas que beneficiaban a sus súbditos. Además, la razón empezó a sustituir a la religión como el aspecto clave en la sociedad.

La Ilustración

La Ilustración fue una corriente filosófica que apareció en el siglo XVIII. Los autores ilustrados empezaron a poner al conocimiento por encima de los dogmas religiosos. Por otra parte, los ilustrados afirmaban que todos los seres humanos nacían iguales y, por lo tanto, debían tener los mismos derechos.

Ambas ideas era, en principio, peligrosas para las monarquías y para la estructura social de la época. Los reyes habían utilizado la religión para legitimar su poder absoluto y, por otra parte, la igualdad de derechos era totalmente contraria con una sociedad jerarquizada en la que los nobles y el clero gozaban de todos los privilegios.

Sin embargo, algunos monarcas decidieron adaptarse a esas nuevas ideas. Según algunos historiadores lo hicieron convencidos de la necesidad de reformas, mientras otras sostienen que se trató de una estrategia para que sus tronos no corrieran peligro.

De esta forma, en lugar de afirmar que su derecho a ejercer el poder provenía de Dios, empezaron a explicar que provenía del llamado contrato social, un concepto creado por los ilustrados.

Características del despotismo ilustrado

Los monarcas que asumieron el despotismo ilustrado se caracterizaron por su intento de modernizar sus países. Según el caso, también fueron más tolerantes con la libertad de expresión y prensa que sus antecesores.

Su relación con la Iglesia varió mucho dependiendo del país. En algunos de ellos, los reyes mantuvieron buenas relaciones, mientras que en otros se produjeron enfrentamientos importantes.

Todo para el pueblo, pero sin el pueblo

La frase “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” se convirtió en el lema del despotismo ilustrado. En ella se puede contemplar el carácter paternalista de este sistema de gobierno, en el que los reyes supuestamente gobernaban en favor de sus súbditos pero sin cederles nada de su poder.

Ese paternalismo era opuesto a las ideas de los ilustrados, que defendían la necesidad de que el pueblo participara en los asuntos políticos. Algunos filósofos, como Rousseau, consideraban que el pueblo debía ser el sujeto principal de la soberanía (soberanía popular), lo que tendría una gran importancia en la Revolución francesa y en las revoluciones burguesas.

Pacto entre la monarquía y la burguesía

Uno de los grandes cambios sociales que se había producido en la Europa de la época había sido el ascenso de la burguesía. Aunque aún no pudiera acceder a puestos de poder, esta clase social se había convertido en muy importante gracias a las riquezas acumuladas.

Por ese motivo, las monarquías debieron llegar a acuerdos con la burguesía para realizar las reformas ilustradas que pretendían. En muchas ocasiones, esas medidas favorecieron a los burgueses frente a la nobleza y el clero.

Modernización de la monarquía

Con el nuevo sistema de gobierno, los monarcas debieron cambiar su concepción del poder. A partir de entonces, debían empezar a gobernar pensando en el bienestar de su pueblo y no solo en su propio beneficio.

En este sentido, el despotismo ilustrado obligaba a los reyes a realizar una política paternalista: las elites debían tomar decisiones que mejoraran en lo posible las condiciones de vida de la mayoría.

Modernización de las estructuras económicas

La situación económica de los países europeos en la segunda mitad del siglo XVIII era muy negativa. La crisis que atravesaban acabó provocando un aumento de los conflictos sociales y el riesgo de que estallaran revoluciones estaba muy presente.

Los monarcas absolutistas comprendieron que era necesario tomar medidas si no querían que el pueblo se levantara contra ellos. Algunas de las reformas aprobadas tenían como objetivo desarrollar el comercio, la industria y la modernización de la agricultura.

Limitaciones del despotismo ilustrado

Frente al éxito cosechado en la economía, la administración o la educación, el despotismo ilustrado fracasó en el ámbito social.

Este fracaso se debió a que los monarcas estaban de acuerdo en ceder en algunos campos, pero no estaban dispuestos a acabar con la sociedad jerarquizada propia del Antiguo Régimen.

Rechazo de la libertad política

Muy relacionado con el punto anterior se encuentra el rechazo de los monarcas del despotismo ilustrado a cualquier idea de libertad política. Mientras que los filósofos de la Ilustración sostenían que el pueblo debía ser el sujeto de la soberanía, los reyes no estaban dispuestos a ceder nada de su poder.

Finalmente, este punto fue uno de los causantes del final de este sistema de gobierno. La burguesía, influida por la Ilustración y cada vez más poderosa económicamente, pretendía tener mejor consideración social y política. Las revoluciones fueron la consecuencia de este deseo.

Reformas

Para poder conciliar el sistema de gobierno absolutista con algunos de los ideales de la Ilustración, los reyes debieron acometer una serie de reformas estructurales. Aunque las medidas variaron según el país, en general se centraron en aspectos administrativos, educativos, culturales y económicos.

Fisiocracia y laissez faire

Una de las ideas que estaba comenzando a popularizarse en la época era la de la libertad de comercio. La corriente teórica que defendía este concepto se denominó fisiocracia, que se oponía al mercantilismo que hasta entonces se había impuesto como doctrina económica.

Mientras que los partidarios del mercantilismo defendían la necesidad de que el Estado interviniera en la economía, los fisiócratas eran contrarios a esta idea. Para ellos, las regulaciones estatales, la creación de monopolios y los impuestos eran negativos para el crecimiento del país.

Esta teoría tenía bastantes puntos en común con la Ilustración. En ambos casos, confiaban en la razón frente a la fe y eran firmes defensores de los derechos individuales.

El despotismo ilustrado, aunque con bastantes reticencias, promulgó algunas leyes que favorecían ese libre comercio y, sobre todo, limitó el poder que en este campo aún mantenían la nobleza y el clero.

Fortalecimiento de los Estados

Los monarcas ilustrados, como antes los absolutistas, estaban interesados en limitar cada vez más el poder de la aristocracia y del clero. Se trataba de fortalecer el concepto de Estado, con ellos como figura central, mientras suprimían los restos que quedaban de la estructura feudal.

Para ello, tomaron medidas que suponían centralizar la administración. Además, unificaron las leyes vigentes, así como las instituciones. Por último, no dudaron en intervenir en los asuntos de la Iglesia.

Modernización de la economía y de las infraestructuras

La agricultura, como base de la economía de la época, fue objeto de una serie de reformas que buscaban mejorar su productividad. Entre otras medidas, los monarcas impulsaron la construcción de canales y pantanos. Además, en países como España, también intentaron reformar la propiedad de la tierra.

Por otra parte, las ciudades también fueron objeto de una importante modernización. De esa época datan muchos monumentos y los sistemas de alumbrado público.

Reformas judiciales y educativas

Las reformas en la justicia se centraron en eliminar algunas prácticas poco humanitarias, como la tortura.

En el ámbito educativo, por otra parte, los reyes ordenaron la apertura de numerosas escuelas y universidades.

Reyes representantes

El despotismo ilustrado se extendió por buena parte del continente europeo. Entre los reyes más importantes se encuentran Carlos III de España, Maria Teresa y José II, de Prusia y Catalina la Grande, en Rusia.

Maria Teresa I de Austria

María Teresa I fue Archiduquesa de Austria entre 1740 y 1780. Su gobierno se caracterizó por un fuerte enfrentamiento con la nobleza y la Iglesia, ya que aprobó medidas para arrebatarles amplias parcelas de poder. Así, incrementó los impuestos al clero y apartó a los Jesuitas de cualquier decisión política.

Igualmente, Maria Teresa I se distinguió por promover la tolerancia hacia los judíos. Su país se convirtió en refugio seguro para ellos y llegó a prohibir a los sacerdotes católicos que intentaran convertirlos. Curiosamente, según los historiadores, ella tenía un muy mal concepto de los judíos.

Por último, su intento de aprobar una reforma que mejorar la educación y redujera el analfabetismo encontró un gran rechazo entre los sectores más favorecidos. La Archiduquesa, en respuesta, ordenó encarcelar a los opositores.

José II de Austria

Hijo de la anterior, José II se convirtió en Archiduque de Austria a la muerte de su madre, en 1780. Su reinado duró solo diez años, durante los cuales siguió las mismas ideas que su antecesora.

De esta forma, José II mantuvo a la Iglesia apartada de los órganos de poder y propulsó medidas para extender la tolerancia religiosa. Además de hacía los judios, el gobernante amplió esa tolerancia a luteranos, ortodoxos y calvinistas.

La nobleza fue otro de los objetivos de las reformas de José II. Su intención era limitar su poder, para lo que liberó a los siervos y prohibió a los nobles que administraran justicia a los campesinos.

Continuando con la obra de su madre, el monarca profundizó en su reforma educativa. En este ámbito, su gran logró fue escolarizar a un 25% de los niños de la nación.

Federico el Grande

Federico II de Prusia, conocido por el sobrenombre de el Grande, ocupó el trono entre 1740 y 1786. Desde muy joven fue un gran lector de filosofía y trabó relación con uno de los más importantes pensadores ilustrados, Voltaire.

Una de sus medidas más populares fue entregar semillas y herramientas a los campesinos para que pudieran reparar sus granjas tras la Guerra de los Siete Años. De igual forma, introdujo novedades como la rotación de cultivos o el arado de hierro.

Por otra parte, Federico el Grande no se caracterizó por su defensa de la libertad. Durante su mandato mantuvo una férrea censura a la prensa y no dudó en represaliar a los autores que escribían en su contra.

Catalina II de Rusia

Catalina II, conocida también como Catalina la Grande, fue la emperatriz de Rusia entre los años 1762 y 1796. Según sus biógrafos, era muy aficionada a la literatura y el arte. Además, llegó a escribir algunas obras propias.

La emperatriz mantuvo contacto con filósofos ilustrados de la talla de Diderot, Montesquieu y Voltaire.

Con estos intereses no es de extrañar que mostrara un gran interés en promover la educación y la cultura. Catalina II participó en la financiación de la enciclopedia de Diderot y compró numerosas piezas de arte que hoy se exponen en el Museo Hermitage de San Petersburgo.

La emperatriz fue también la autora de un manual educativo destinado a los niños. Para escribirlo se basó en las ideas de John Locke. Por último, impulsó la creación de muchas nuevas escuelas.

Todo lo anterior no impidió que Catalina la Grande desterrara a los intelectuales que se oponían a su gobierno. Además, cuando estalló la Revolución francesa, la gobernante empezó a rechazar algunas de las ideas centrales de la Ilustración.

Carlos III de España

La modernización de la capital de España ha provocado que Carlos III sea denominado por el sobrenombre de “el Mejor Alcalde de Madrid”. Su labor incluyó la construcción de grandes avenidas y monumentos, así como la instalación de alumbrado público.

Además de estas reformas urbanas, Carlos III trató de reformar la propiedad de la tierra en España. La Iglesia y la nobleza eran los grandes terratenientes del país y el monarca pretendía que esos terrenos pasaron a manos de los campesinos. Sin embargo, la oposición de ambos sectores paralizó casi totalmente el proyecto.

Carlos III se rodeó de varios ministros ilustrados para que lo asesoraran. Las medidas que llevaron a cabo tenían como propósito desarrollar la industria, además de acabar con el monopolio de los gremios. Igualmente, fundo las Reales Fábricas y potencio la industria textil en Cataluña.

En el ámbito del comercio, el monarca tomó medidas para eliminar las aduanas interiores. Durante su reinado se liberalizó el comercio con América, lo que significó el final del monopolio de la Casa de Contratación. No obstante, mantuvo la política proteccionista con las otras potencias europeas.