Historia

Antiguo Régimen: qué es, origen, características, pirámide social


¿Qué es el Antiguo Régimen?

Antiguo Régimen se llamó a la forma de gobierno y estructura social, económica y política anterior a la crisis de la Revolución francesa, que ocurrió en 1789. Fue el modo en que los revolucionarios llamaron, de forma despectiva, al sistema monárquico absolutista francés, que luego se extendió hacia los otros sistemas europeos parecidos.

Los revolucionarios llamaron al sistema implantado después “Nuevo Régimen” en contraposición al Antiguo Régimen. En España, bajo la influencia francesa y con sus propias características, se llamó Régimen Liberal.

Históricamente, con Antiguo Régimen se hace referencia a la denominada Edad Moderna, que va desde el final del siglo XV y comienzos del XVI hasta los procesos revolucionarios en los ámbitos político, científico e industrial, en el siglo XVIII. En este sentido, no tiene ninguna carga negativa.

Origen del Antiguo Régimen

La expresión “Antiguo Régimen” (del francés Ancien Régime, que significa régimen viejo o antiguo) nace gracias a la Revolución francesa, donde los revolucionarios llamaban despectivamente a la época que querían abolir. Lo hicieron por primera vez en la Asamblea Constituyente del 26 de agosto de 1789, y señalaban con la expresión un sistema que consideraban injusto y decadente.

Pero fue Alexis de Tocqueville (1805-1859), un jurista, pensador e historiador francés (que luego será considerado como un precursor de la sociología clásica y uno de los ideólogos del liberalismo), quien fija el término gracias a un ensayo titulado El Antiguo Régimen y la Revolución.

Aludía en ese ensayo que la Revolución francesa dio nombre a aquello contra lo que luchaba, es decir, la monarquía absolutista del rey borbón Luis XVI, decapitado en la guillotina.

Si bien para los revolucionarios este nombre indicaba todo aquello que querían eliminar dentro de la política, la estructura social y la economía, el apelativo fue reivindicado por los simpatizantes monárquicos y se le dio un sentido positivo y hasta nostálgico, refiriéndose a aquella época como una ideal a la que había que volver.

Los historiadores del siglo XIX y comienzos del XX utilizaron ampliamente el término para referirse no solo al proceso francés particular, sino a la Edad Moderna europea occidental, cuyo fin fue sin duda la Revolución francesa y el advenimiento de un sistema económico, político y social distinto.

Este sistema antiguo vivía, sobre todo, en las monarquías autoritarias de Europa, que luego derivarían en monarquías absolutistas, y las naciones a las que se puede aplicar el término son Francia, España, Portugal e Inglaterra (esta última hasta el siglo XVII, cuando su propia historia la llevó a un proceso diferente y a lo que se llama Estado-nación).

Para el resto de Europa, el concepto es muy confuso y problemático, pero en líneas generales, acuerdan llamar más bien feudalismo o monarquía absolutista a este periodo histórico hasta la transición hacia la industrialización incipiente.

Características del Antiguo Régimen

El Antiguo Régimen se caracterizaba por una economía de base agraria, de transición hacia el capitalismo, una sociedad estamental (es decir, dividida en estamentos o estratos sociales) y un sistema político basado en una monarquía absoluta o autoritaria, centralizando el poder en la figura del rey y agrupando todos los privilegios en las clases superiores.

Economía

En este periodo, la sociedad de Francia y de Europa en general estaba constituida en sus tres cuartas partes activas en una sociedad rural dedicada al sector primario: labores agrícolas y explotación de recursos naturales sin transformarlos. Se sembraba y se recogía la cosecha, por ejemplo, pero no había un proceso industrial.

Por ello la industria aún era artesanal, manteniendo ciertos rasgos gremiales; en los talleres de artesanos los empleados eran muy pocos, no había casi maquinaria y la energía se obtenía del agua o del viento y de la fuerza animal (bueyes, caballos…).

Por otra parte, el grado de especialización en algún ramo era muy escaso y la fabricación de mercancías se podía controlar de principio a fin por una limitada cantidad de personas o por una sola (telares, herrerías, etc.).

Asimismo, el comercio era sobre todo a larga distancia, ya que los intercambios económicos internos prácticamente no existían porque las vías de comunicación eran deficientes y no existía un mercado.

Tampoco el desarrollo urbano era notable, y el centro de la producción y la organización era la aldea. Había muy pocas ciudades que pudiesen tener más de 50.000 habitantes.

Algo significativo ocurrió a mediados del siglo XVIII: la tasa de mortalidad disminuyó, lo que en términos prácticos significó un aumento de la demografía. Esto se debió, entre muchos factores, a un control más eficiente de las epidemias (peste, viruela, tifus, etc.).

Este “exceso” de población comenzó a migrar del campo a las ciudades, y favoreció e impulsó lo que se llamaría urbanismo, es decir, la organización de los espacios urbanos en las ciudades.

Sin embargo, aún persistían las posesiones señoriales, los latifundios de grandes extensiones de terreno, cuyos propietarios percibían inmensas cantidades de dinero gracias a la explotación feudal de campesinos, que no tenían derechos y mucho menos tierras.

Sociedad

La sociedad del Antiguo Régimen era estamental. Estamental significa que está dividida en estamentos o estratos rígidos e inamovibles, grupos cerrados a los que se accede solo por nacimiento.

Si alguien nacía entre el campesinado, toda su vida sería campesino (en el 99% de los casos, aunque había casos en que ocurría un ennoblecimiento por méritos de guerra o por compra de títulos nobiliarios, en los casos de la burguesía), y si alguien nacía en la nobleza, siempre sería noble.

La característica más resaltante es que las clases compartían un estilo de vida común y había una función social parecida. Básicamente, era una sociedad impermeable y estática, pues los miembros de un estrato no podían pasar a otro.

En función de su pertenencia a uno u otro grupo social, una persona tenía o no privilegios, que consistían en exenciones de impuestos y el derecho a gozar de ventajas exclusivas.

Esta rígida sociedad estamental sufrió una grave crisis con todos los cambios producidos a lo largo del siglo XVIII, lo cual fortaleció a una burguesía cada vez más poderosa, que dirigía la economía.

Esta clase, la burguesía, poco a poco fue reivindicando derechos políticos y prestigio social, y cada vez estaba menos dispuesta a concederlos a las clases estamentales de poder, como la nobleza o el clero.

Es así que la lucha por estos derechos desembocaría en acciones revolucionarias, y finalmente en el final del feudalismo.

Sistema político: monarquía absolutista

El sistema político reinante durante el Antiguo Régimen era la monarquía absoluta, un sistema de gobierno donde el rey o monarca centralizaba en su persona todo el poder (que era absoluto).

No existe la división de poderes que luego sería indispensable en una sociedad moderna, el ejecutivo, el legislativo y el judicial. En relación con este último, la administración de la justicia podía tener una cierta autonomía y hasta instituciones parlamentarias, pero el rey tenía el poder de cambiar las leyes y dictámenes de tribunales según su voluntad.

Se pensaba que el poder centrado en el rey provenía de Dios, y que el monarca ejercía su soberanía por derecho divino. En términos prácticos, el rey no respondía de sus actos ante nadie sino ante Dios.

El siglo XVIII fue conocido también como Siglo de las Luces porque un grupo de intelectuales elaboraron la Enciclopedia, una obra monumental que pretendía reunir todo el conocimiento acumulado hasta el momento.

Fue dirigida por Denis Diderot (1713-1784), y entre los autores más renombrados estaban Voltaire (1694-1778), Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), Étienne de Condillac (1714-1780) o Paul Henri d’Holbach (1723-1789), entre otros destacados filósofos, naturalistas, ingenieros, médicos o militares.

En esta Enciclopedia todos sus autores tenían opiniones políticas diversas y hasta opuestas, pero todos condenaban el feudalismo y se pronunciaban contra las castas y sus privilegios y abogaban por los derechos del Tercer Estado (el pueblo llano), con la burguesía como dirigente.

Además, defendían la idea de que el poder no es divino (no procede de ningún dios) y que solo puede proceder de la voluntad del pueblo. Todas estas ideas desembocaron finalmente en la Revolución norteamericana primero, cuando el país se independizó del imperio inglés, y luego en la Revolución francesa, que en Europa significó el fin del sistema feudal.

Pirámide social del Antiguo Régimen

Esta pirámide estaba dividida primordialmente en dos estamentos u órdenes principales, basados en la desigualdad jurídica, social y económica: los privilegiados y los no privilegiados.

Los privilegiados eran los nobles y el clero, encabezados por el rey, que gozaban de derechos y ventajas.

Los no privilegiados se diferenciaban también entre el campo y la ciudad, y consecuentemente entre las actividades propias de cada sector: los campesinos y los comerciantes.

La base de la pirámide la formaba el 85% de la población, tanto rural como urbana. Los puestos, de inferiores a superiores, estaban ocupados de la siguiente manera:

En el campo:

La base eran los pobres, los mendigos. Encima estaban los jornaleros y siervos, que estaban bajo los campesinos medios –arrendatarios–, y estos por debajo de los campesinos ricos, o propietarios.

En la ciudad:

La base eran los vagabundos, luego estaban las clases populares formadas por empleados y sirvientes, que estaban al servicio de la pequeña burguesía –artesanos y pequeños comerciantes–, que a su vez estaban bajo la burguesía media –profesionales liberales y grandes comerciantes–.

La burguesía media estaba bajo la alta burguesía, que eran los banqueros y rentistas.

Tanto los campesinos o propietarios más ricos y la alta burguesía estaban bajo la pequeña nobleza y la nobleza de toga, respectivamente, y el bajo clero; este estrato estaba bajo la nobleza de corte y la alta nobleza, que compartía espacios con el alto clero. Tanto el alto clero como la alta nobleza estaban por debajo del rey, que era la cabeza de la pirámide.

Había una pequeña movilidad o posibilidad de ascenso social entre el estamento de los no privilegiados, pudiendo pasar de una clase a otra: los mendigos podían convertirse en jornaleros y siervos, así como los vagabundos en empleados y sirvientes.

La pequeña burguesía podía convertirse en burguesía media y tanto los campesinos ricos como la burguesía media podían pasar a formar parte de la alta burguesía por acumulación de capital.

Solo la alta burguesía podía pasar a la pequeña nobleza o nobleza de toga, y de allí en adelante, la rigidez estamental impedía el paso al ascenso social.

Esta pirámide social refleja las desigualdades entre las personas según su origen, y la imposibilidad, en el 99% de los casos, de lograr traspasar los estamentos.