Medicina

Oxigenoterapia: técnica, procedimiento, tipos, dispositivos


La oxigenoterapia consiste en la administración de oxígeno (02) a los pacientes con fines terapéuticos a fin de mantener niveles de oxigenación adecuados a nivel tisular. Puede administrarse en todos aquellos casos en que el paciente no logra mantener una saturación de O2 adecuada por sí mismo.

La oxigenoterapia puede administrarse en casos de dificultad respiratoria, durante procedimientos quirúrgicos durante los cuales el paciente es incapaz de respirar por sí solo o en casos de traumatismos o intoxicaciones graves, para garantizar el máximo aporte de oxígeno a los tejidos.

La oxigenoterapia es un procedimiento médico, y como tal debe ser administrado por personal calificado para ello. El oxígeno empleado en este tratamiento se considera un medicamento, por lo que está sujeto a regulaciones estrictas.

En este sentido existen diversas técnicas, materiales y procedimientos, los cuales deben conocer los profesionales sanitarios responsables de la administración de esta medida terapéutica.

Así mismo, es fundamental conocer detalladamente los principios fisiológicos que sustentan la administración terapéutica de oxígeno, ya que de otra manera se hace imposible realizar los cálculos necesarios para garantizar un aporte adecuado de este gas.

Índice del artículo

Conceptos importantes

Fracción inspirada de oxígeno 

El primer concepto que se debe manejar en el campo de la oxigenoterapia es el de la fracción inspirada de oxígeno, dado que este parámetro se modifica con la administración de O2 por cualquiera de los métodos disponibles.

Se entiende por fracción inspirada de oxígeno (Fi02) a la cantidad de O2 que entra a la vía aérea con cada inspiración.

En condiciones normales estándar (respirando aire ambiente, al nivel del mar y con una temperatura promedio de 27 ºC) la FiO2 es de 21%, lo cual representa una presión parcial de oxígeno de 160 mmHg o 96 kPa.

En individuos con buena salud, la presión y cantidad de oxígeno son suficientes para lograr una saturación de O2 entre 95 y 100%. Esto nos lleva al segundo parámetro de importancia: la saturación de oxígeno en sangre.

Saturación de O2 

El oxígeno circula en la sangre unido a una molécula transportadora conocida como hemoglobina (Hb), la cual representa más del 50% del contenido de los glóbulos rojos.

Esta proteína tiene la capacidad de acomodar el oxígeno en su interior, aumentando la capacidad de transporte de O2 en la sangre muy por encima de lo que esta podría llevar si este gas solo se disolviera en ella.

Por lo general, la sangre arterial tiene una saturación de oxígeno que oscila entre 95 y 100%; es decir, que prácticamente la totalidad de las moléculas de Hb llevan su carga de oxígeno completa.

En condiciones ambientales anormales o debido a condiciones patológicas particulares, el porcentaje de moléculas de Hb que transportan O2 puede disminuir, es decir, disminuye la saturación de O2 en sangre.

Para prevenir esto (o corregirlo si ya ha sucedido), a veces es necesaria la administración de oxígeno suplementario.

Cambio de la presión parcial de oxígeno con la altura

Como se mencionó anteriormente, la presión parcial de oxígeno inspirada se calcula con un modelo estándar a nivel del mar. Sin embargo ¿qué pasa cuando se modifica la altitud?

Pues bien, hasta los 10.000 metros de altura la composición del aire casi no varía. Por lo tanto, cada litro de aire ambiente contendrá:

– 21% de oxígeno.

– 78% de nitrógeno.

– 1% de otros gases (de los cuales el CO2 es el más abundante).

Sin embargo, conforme se asciende la presión atmosférica disminuye, y por tanto también lo hace la presión inspirada de oxígeno. Esto se puede visualizar mejor con un ejemplo.

Ejemplo

A nivel del mar, la presión atmosférica es de 760 mmHg y la cantidad de oxígeno 21%; por tanto la presión inspirada de oxígeno es 760 x 21/100 = 160 mmHg

Cuando se asciende a 3.000 metros de altura, la cantidad de oxígeno en el aire sigue siendo la misma (21%), pero ahora la presión atmosférica ha disminuido a unos 532 mmHg.

Ahora bien, al aplicar la fórmula: 532 x 21/100 obtenemos una presión inspirada de oxígeno mucho menor, en torno a 112 mmHg.

Con esta presión de oxígeno, el intercambio gaseoso en el pulmón es menos eficiente (a menos que el individuo esté aclimatado), y por lo tanto la saturación de O2 en sangre tiende a disminuir un poco.

Si este descenso es lo suficientemente severo como para comprometer la entrega de oxígeno suficiente para que los tejidos funcionen bien, se dice que la persona sufre de hipoxia.

Hipoxia 

Se entiende por hipoxia la disminución de la saturación de O2 en sangre por debajo de 90%. En aquellos casos donde la cifra desciende por debajo de 80% se habla de hipoxia severa.

La hipoxia implica un riesgo vital para el paciente, dado que conforme disminuye la saturación de O2 se compromete el aporte de oxígeno a los tejidos. Si esto ocurre, pueden dejar de funcionar, ya que el oxígeno es indispensable para las funciones metabólicas celulares.

De aquí radica la importancia de garantizar una saturación adecuada que a su vez asegure un aporte tisular de oxígeno óptimo.

Diagnóstico de hipoxia 

Existen diversos métodos para diagnosticar la hipoxia y, a diferencia de lo que suele ocurrir, los signos clínicos suelen ser los menos precisos. Esto se debe a que suelen presentarse solamente con hipoxia severa.

Sin embargo, es fundamental conocerlos, dado que dan una idea clara de la severidad de la situación y, sobre todo, de la eficacia de la oxigenoterapia.

La hipoxia se caracteriza clínicamente por:

– Taquipnea (aumento de la frecuencia respiratoria).

– Uso de músculos accesorios de la respiración (síntoma inespecífico, ya que puede haber dificultad respiratoria sin evolucionar a hipoxia).

– Alteración del estado de conciencia.

– Cianosis (coloración violácea de las uñas, mucosas e incluso la piel en casos muy severos).

Para una determinación más precisa de la hipoxia se cuenta con herramientas diagnósticas como la oximetría de pulso y la medición de gases arteriales.

Oximetría de pulso

La oximetría de pulso permite la determinación de la saturación de O2 en sangre a través de un dispositivo capaz de medir la absorción de luz roja e infrarroja por parte de la sangre que atraviesa los capilares de la piel.

Se trata de un procedimiento no invasivo que permite determinar en pocos segundos y con bastante precisión el nivel de saturación de la hemoglobina. Esto a su vez confiere al personal sanitario la capacidad de hacer ajustes de oxigenoterapia en tiempo real.

Gases arteriales

Por su parte, la medición de gases arteriales es un procedimiento más invasivo, ya que se debe extraer por punción una muestra de sangre arterial del paciente. Esta será analizada en un equipo especial capaz de determinar con mucha precisión no solo la saturación de O2, sino también la presión parcial de oxígeno, la concentración de CO2 en sangre y varios otros parámetros de utilidad clínica.

La ventaja de la gasometría arterial es la amplia variedad de datos que aporta. Sin embargo, hay una demora de entre 5 y 10 minutos entre el momento de la toma de muestra y el reporte de los resultados.

Es por esto que se complementan la medición de los gases arteriales con la oximetría de pulso para tener una visión global y a la vez en tiempo real del estado de oxigenación del enfermo.

Causas de la hipoxia 

Existen múltiples causas de hipoxia, y aunque en cada caso se debe instaurar un tratamiento específico para la corrección del factor etiológico, siempre se debe administrar oxígeno para el soporte inicial del paciente.

Entre las causas más frecuentes de hipoxia están las siguientes:

– Viaje a áreas con altitud superior a los 3.000 m.s.n.m. sin período de aclimatación previo.

– Dificultad respiratoria.

– Intoxicaciones (intoxicación por monóxido de carbono, cianuro).

– Envenenamiento (cianuro).

– Distrés respiratorio (neumonía, bronquitis crónica, enfermedad broncopulmonar obstructiva crónica, cardiopatías, etc).

– Miastenia gravis (por parálisis de los músculos respiratorios).

En cada caso será necesario administrar oxígeno. El tipo de procedimiento, flujo y demás detalles dependerán de cada caso en particular, así como de la respuesta al tratamiento inicial.

Técnica de oxigenoterapia 

La técnica de oxigenoterapia va a depender de la condición clínica del paciente, así como de su capacidad para ventilar espontáneamente.

En los casos donde la persona puede respirar pero no es capaz de mantener por sí misma una saturación de O2 superior a 90%, la técnica de oxigenoterapia consiste en enriquecer el aire inspirado con oxígeno; es decir, aumentar el porcentaje de O2 en cada inspiración.

Por otra parte, en los casos donde el paciente es incapaz de respirar por sí solo, es necesario conectarlo a un sistema de ventilación asistida, bien sea manual (ambú) o mecánico (máquina de anestesia, ventilador mecánico).

En ambos casos el sistema de ventilación está conectado a un sistema que provee oxígeno, de manera que se puede calcular con exactitud la FiO2 que se va a administrar.

Procedimiento

El procedimiento inicial consiste en evaluar las condiciones clínicas del paciente, incluyendo la saturación de oxígeno. Una vez hecho esto se decide el tipo de oxigenoterapia a implementar.

En los casos donde el paciente respira espontáneamente se puede optar por alguno de los diversos tipos disponibles (bigote nasal, mascarilla con o sin reservorio, sistemas de alto flujo). Después se prepara el área, y se le coloca el sistema al paciente.

Cuando se requiere asistencia ventilatoria, el procedimiento inicia siempre con ventilación manual (ambú) a través de mascarilla ajustable. Una vez que se alcanza una saturación de O2 del 100%, se procede a la intubación orotraqueal.

Una vez asegurada la via aérea se puede continuar con la ventilación manual o conectar al paciente a un sistema de apoyo ventilatorio.

Tipos

En el medio hospitalario el oxígeno que se administra a los pacientes suele venir de cilindros presurizados o tomas de pared conectadas a un suministro central de gases medicinales.

En ambos casos se requiere un dispositivo humidificador, a fin de evitar daño a la vía respiratoria por oxígeno seco.

Una vez que el gas se mezcla con el agua en el vaso humidificador, este se entrega al paciente a través de una cánula nasal (conocida como bigote), una mascarilla facial o una mascarilla con reservorio. El tipo de dispositivo de administración dependerá de la FiO2 que se desea alcanzar.

Por lo general, con la cánula nasal se pueden alcanzar una FiO2 máxima de 30%. Por su parte, con la mascarilla simple la FiO2 llega a 50%, mientras que usando máscara con reservorio se puede alcanzar hasta 80% de FiO2.

En el caso de los equipos de ventilación mecánica hay botones o perillas de configuración que permiten fijar la FiO2 directamente en el ventilador.

Oxigenoterapia en pediatría

En el caso de los pacientes pediátricos, especialmente en neonatología y con bebés de corta edad, es necesario el uso de dispositivos especiales conocidos como campanas de oxígeno.

Estas no son más que pequeñas cajas de acrílico que cubren la cabeza del bebé acostado,  mientras se nebuliza la mezcla de aire y oxígeno. Esta técnica es menos invasiva y permite la vigilancia del bebé, algo que sería más difícil de hacer con una mascarilla.

Oxigenoterapia hiperbárica

Aun cuando el 90% de los casos de oxigenoterapia es normobárica (con la presión atmosférica del lugar donde está el enfermo), en ocasiones es necesario aplicar oxigenoterapia hiperbárica, particularmente en los casos de submarinistas que sufrieron descompresión.

En estos casos el paciente se ingresa en una cámara hiperbárica, la cual es capaz de aumentar la presión a 2, 3 o más veces la presión atmosférica.

Mientras el paciente está en esa cámara (muchas veces acompañado por un enfermero), se administra O2 por mascarilla o cánula nasal.

De esta forma se incrementa la presión inspirada de O2 no solo por aumento de la FiO2 sino también por presión.

Dispositivos de oxigenoterapia

Los dispositivos de oxigenoterapia están diseñados para ser empleados por los pacientes en el medio extrahospitalario. Si bien la mayoría de los pacientes podrán respirar aire ambiente de manera normal una vez que se recuperen, un grupo pequeño necesitará O2 de manera constante.

Para estos casos existen pequeñas bombonas con O2 presurizado. Sin embargo la autonomía de las mismas es limitada, por lo que en casa se suelen usar dispositivos que “concentran el oxígeno” para luego administrarlo al paciente.

Dado que el manejo de cilindros de oxígeno presurizado resulta complejo y costoso en casa, aquellos pacientes que requieren oxigenoterapia crónica y sostenida se benefician de estos equipos capaces de tomar el aire ambiente, eliminar parte del nitrógeno y otros gases para ofrecer un “aire” con concentraciones de oxígeno superiores a 21%.

De esta manera se consigue incrementar la FiO2 sin necesidad de suministro externo de oxígeno.

Cuidados de enfermería

Los cuidados de enfermería resultan cruciales para la correcta administración de la oxigenoterapia. En este sentido es fundamental que el personal de enfermería garantice lo siguiente:

– Las cánulas, mascarillas, tubos o cualquier otro dispositivo de administración de O2 deben estar correctamente colocados sobre la vía aérea del paciente.

– Los litros por minuto de O2 en el regulador deben ser los indicados por el médico.

– No deben existir acodaduras ni dobleces en los tubos que transportan O2.

– Los vasos humidificadores deben contener la cantidad de agua necesaria.

– No se deben contaminar los elementos del sistema de administración de oxígeno.

– Los parámetros de ventilación de los ventiladores (cuando se usen) deben ser los adecuados según las indicaciones médicas.

Además, se debe vigilar en todo momento la saturación de oxígeno del paciente, ya que es el principal indicador del efecto de la oxigenoterapia en el paciente.

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