Biografías

Manuel Blanco Romasanta: biografía del hombre lobo de Allariz


Manuel Blanco Romasanta (1809-1863) fue un psicópata español que admitió haber asesinado a 13 personas en el siglo XIX, convirtiéndose en el primer asesino en serie del que se tienen registros en el país. Condenado a la pena de muerte, su condena fue posteriormente conmutada a cadena perpetua por considerarse el primer caso de licantropía clínica.

Romasanta, tras confesar sus crímenes, aseguró no tener la culpa de lo que había hecho. Según contó, él era víctima de una maldición que lo convertía en un lobo. Por ello, fue conocido también como “El Hombre Lobo de Allariz”, el “Sacamantecas” o el “Hombre del Saco”, estos dos últimos apodos debido al oficio que tenía.

Todo comenzó con unas extrañas desapariciones en Allariz, aunque al principio nadie lo notó. Resulta que el modus operandi de este asesino se basaba en acompañar a mujeres que salían del pueblo en busca de una vida mejor. Romasanta se ofrecía como guía porque no solo conocía los caminos sino que además aseguraba poder encontrarles trabajo a estas personas.

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Primeros años

Manuel Blanco Romasanta nació el 18 de noviembre de 1809 en la aldea de Regueiro, ubicada en la provincia de Orense, localidad perteneciente a la comunidad autónoma de Galicia, donde vivió con sus padres Miguel Blanco y María Romasanta.

Una curiosidad en la vida de este asesino es que en su partida de nacimiento aparece como Manuela Blanco Romasanta, ya que al principio creyeron que era una niña. De hecho se dice que fue criado como una niña hasta los seis años cuando un médico descubrió su verdadero sexo.

Familia

No existen demasiados detalles sobre sus primeros años de vida. Pero se cree que provenía de una familia acaudalada debido a que Romasanta sabía leer y escribir, una habilidad poco común para la época.

Además, Romasanta parecía haber sido criado bajo los valores cristianos, ya que según los registros, a los 15 años él y sus dos hermanos recibieron la confirmación en abril de 1825.

Apariencia física

Romasanta fue descrito como un chico de aspecto físico normal, rubio y con facciones tiernas, según algunos historiadores. Sin embargo, se dice que su estatura era más baja que la promedio, siendo esta de solo 1.37m.

De niño tenía agilidad mental y mucha destreza manual, algo que puede deducirse por los múltiples oficios que aprendió. Fue tendero, sastre, buhonero, carpintero, entre otros. Fueron estas habilidades las que en un futuro se convirtieron en su modo de vida y las que le abrirían las puertas al terrible camino que emprendió.

Boda

Con 21 años, Romasanta se casó con Francisca Gómez Vázquez. Contrajeron nupcias el 3 de marzo de 1831, pero la felicidad no duró demasiado. En marzo de 1834, su esposa falleció.

Hasta este momento, Romasanta no se había estrenado como asesino, así que no tuvo nada que ver con la muerte de Francisca. El hecho de no haber tenido hijos le facilitó a Romasanta el trabajo de abandonar el lugar.

Vida nómada

Cambió su vida sedentaria para convertirse en un vendedor ambulante que viajaría en un principio por diferentes zonas de la provincia de Esgos, para posteriormente abarcar toda la comunidad de Galicia.

Siendo un hombre viudo y con solo 24 años, decidió recorrer otros lugares de España llegando incluso a Portugal. Aquellos viajes no solo le permitieron conocer diferentes caminos, sino que también lo enseñaron a moverse con soltura por los bosques, un lugar donde tiempo después cometería sus crímenes.

Su primer crimen

El primer crimen que cometió Romasanta ocurrió en 1843 cerca del municipio de Ponferrada, ubicado en la comunidad autónoma de Castilla y León. Se trató de un alguacil de la localidad.

Se dijo que este fue a embargarle por una deuda de 600 reales que tenía con un comerciante. Después de aquella supuesta reunión, el alguacil apareció muerto. Y por ello lo culparon de homicidio. Pero antes de ser juzgado, huyó a Rebordechao (Allariz), una localidad montañosa ubicada en Galicia.

En los siguientes años, Romasanta comenzó a mezclarse poco a poco entre la población local. No solo fue estableciendo relaciones personales con ellos sino que incluso se hizo amigo de muchas mujeres, sobre todo porque se llegó a desempeñar como tejedor, un oficio casi exclusivo de mujeres.

Para aquella época parecía un ciudadano más que ejemplar. Pero fue después de llevar un tiempo asentado en el pueblo que comenzó a su larga cadena de asesinatos.

Modus operandi

La primera víctima fue una mujer llamada Manuela García Blanco, quien tenía una hija de seis años. En 1846 Manuela decidió buscar su futuro fuera de Galicia y pensaba ir a Santander para encontrar una casa a la cual servir.

Así Romasanta, conocido como el tendero ambulante, se ofreció a acompañarla hasta su destino, para enseñarle el camino y ayudarla a asentarse en el nuevo lugar. La mujer se despidió de sus hermanas y partió con su pequeña hija. Unas semanas después, el asesino volvió y aseguró que la había dejado bien ubicada en la casa de un cura.

Otras mujeres del lugar, alentadas por la perspectiva de poder conseguir una mejor vida como Manuela, decidieron buscar su rumbo también en compañía del asesino. La segunda víctima fue la propia hermana de Manuela, Benita.

En 1847 el asesino la convenció de ir a donde estaba su hermana y la mujer partió junto a su hijo de nueve años. Jamás se volvió a saber nada ni de las hermanas ni de sus hijos. Hasta ese momento no había ninguna sospecha, porque el criminal se aseguraba de escribir unas cartas que supuestamente eran enviadas por Manuela.

En 1850 Romasanta atacaría a otra víctima. Se trataba de Antonia Rúa, quien también tenía una pequeña hija que apenas llevaba en brazos. Así lo hizo con un par de mujeres más. Sin embargo, a ese punto ya muchos comenzaban a sospechar de que algo podría haberles pasado a las mujeres que el hombre acompañaba hacia aquella tierra que prometía riquezas y felicidad.

La desconfianza se hizo mayor cuando descubrieron que el tendero había vendido algunas ropas de las personas a las que supuestamente había acompañado. También comenzaron a difundirse rumores de que Romasanta vendía ungüento hecho de grasa humana. Todo lo que se decía llegó a oídos del asesino, quien entonces decidió huir de Galicia portando un pasaporte falso.

Detención y confesión de sus asesinatos

Romasanta comenzó a ser conocido por los lugareños como el hombre del unto. La voz se difundió rápidamente y las autoridades comenzaron a relacionar los crímenes. Por ser sospechoso de los asesinatos, se inició una búsqueda para dar con su paradero. Así, estando en el pueblo de Nombela, Toledo, fue reconocido por unas personas y fue detenido en 1852.

Tras su detención, Manuel Blanco Romasanta confesó doce asesinatos. Sin embargo, en su declaración aseguró que fueron cometidos no bajo su forma humana sino como un lobo.

Según el asesino, tenía una maldición familiar que hacía que lo dominara una fuerza irresistible, la cual lo hacía convertirse en un lobo. Al perder la forma humana, era cuando atacaba a sus víctimas para devorarlas y alimentarse de sus carnes.

Supuesta transformación

Contó que la primera vez que se transformó lo hizo en la montaña de Couso. Cayó al suelo y comenzó a tener convulsiones. Cuando todo paró, se había convertido en un lobo. Aseguró que estuvo unos cinco días merodeando el lugar junto a dos lobos más que había encontrado.

Después, cuando recuperó su cuerpo, los otros dos animales también lo hicieron. Supuestamente se trataba de unos valencianos a quien llamaba Antonio y Don Genaro. Estos, que también tenían la misma maldición, se convirtieron en sus compañeros de fechorías. Aseguró haber salido con ellos en múltiples ocasiones para devorar personas.

No obstante, después de todas esas confesiones, Romasanta alegó que no sufría de una maldición sino de una enfermedad. También declaró que una vez que recobró su forma humana, podía recordar lo que había pasado. Esta información fue determinante para su sentencia, que llegó el 6 de abril de 1856.

Sentencia

Aunque sus primeras declaraciones ciertamente parecían la invención de un demente, el asesino fue examinado por varios médicos quienes certificaron su cordura legal. Tras el juicio se llegó a la conclusión de que no estaba loco, que no sufría ninguna enfermedad mental.

Además, su culpabilidad se había determinado más allá de su confesión. Se demostró que había vendido las pertenencias de las personas desaparecidas, y además dio información clave que condujo a las autoridades hasta los restos humanos de algunas de sus víctimas. Fue sentenciado a muerte y a pagar una multa de 1000 reales por cada víctima.

Reducción de la condena

Sin embargo, el caso tuvo tanta atención mediática, que un hipnólogo francés que había estado siguiendo el caso decidió enviar una carta al Ministro de Gracia y Justicia. En esta comunicación el especialista expresaba sus dudas sobre la condición del asesino, respecto a si sufría o no licantropía.

El hombre aseguró que había curado a otras personas con la hipnosis y pidió que le permitieran hipnotizarlo antes de que fuera ejecutado. El hipnólogo también envió una carta a la reina Isabel II solicitando su intervención. Al final terminó por convencerla y posteriormente la Reina firmó una orden en la que se reducía la sentencia del asesino de pena capital a cadena perpetua.

De su muerte no se sabe mucho. Algunos la ubican el 14 de diciembre de 1863 en Ceuta. Sin embargo, también se dice que murió en 1854 en la prisión de Allariz, dos años después de haber sido encerrado. El problema parece ser que no hay registros. Si bien está asentado que ingresó a dicha prisión, no hay nada que constate su salida, vivo o muerto.

Por otro lado, en 2009, en un documental de TVG Europa, se señaló la posibilidad de que el asesino haya muerto en el castillo de San Antón (La Coruña).

Perfil psicológico de Romasanta

Según pesquisas del Centro de Investigación y Análisis de la Criminalidad Violenta y Sexual (CIAC) sobre Romasanta, esta historia es un caso arquetípico de un psicópata en serie.

El asesino planeaba el momento en el que cometería el crimen y se aseguraba de no ser visto. Se encargaba de ocultar los cuerpos para no ser descubierto e incluso falsificaba cartas para cubrir sus huellas. También sacaba provecho de las pertenencias de sus víctimas vendiéndolas.

Este comportamiento indicó a los expertos que el asesino contaba con la cordura suficiente para elaborar estrategias que lo hicieran evitar a la justicia. Además, se sospecha que probablemente el criminal usaba algún tipo de arma para someter a sus víctimas.

Esto debido a que según los registros, el hombre no medía más de 1.37 metros de estatura. Lo que significa que era difícil que pudiera someter con demasiada fuerza a las víctimas, sobre todo a algunos hombres, que según su confesión, llegó a asesinar.

Con todos estos elementos, los especialistas aseguraron que Romasanta encajaba a la perfección en la clasificación de psicópata.

Las películas inspiradas en Romasanta

El caso de Manuel Blanco Romasanta, más que una historia de la vida real, parece más bien una historia extraída de un guion cinematográfico. Tanto fue así que de hecho los crímenes de este psicópata llegaron a la pantalla grande con dos cintas: “El bosque del lobo” y “Romasanta. La caza de la bestia”.

“El bosque del lobo” es una película de drama española estrenada en 1971. Escrita y dirigida por Pedro Olea y Juan Antonio Porto. La cinta se basó en la novela titulada “El bosque de Ancines” escrita por Carlos Martínez-Barbeitoestá, la cual se centra en el caso de Manuel Blanco Romasanta y en el mito de que era un licántropo.

“Romasanta. La caza de la bestia” es una cinta de terror de origen española-italiana y británica. Fue estrenada en 2004 y dirigida por Paco Plaza. Esta película también está basada en una novela, pero en este caso es la de Alfredo Conde. El argumento de esta obra también se basa en la historia real de Manuel Blanco Romasanta.