Narrador testigo: características, tipos y ejemplos
El narrador testigo es aquel que cuenta los hechos que ocurren dentro de una historia desde su punto de vista, es decir, que es un observador de todos los acontecimientos. Este tipo de narrador forma parte de los sucesos, pero no es el personaje principal o protagonista, así que conoce y sabe lo que ocurre desde afuera.
Por otro lado, este tipo de narrador no conoce a profundidad los pensamientos, ideas y sentimientos del resto de los personajes, sino que su relato se limita a lo que como testigo pudo presenciar. El relato del narrador testigo puede darse en tercera persona y en ocasiones en primera persona del singular.
Ahora bien, en el universo literario existen distintos tipos de narradores, los cuales cuentan la historia de acuerdo a su participación en la misma. Así que los narradores pueden ser: protagonista, omnisciente, equisciente, múltiple, deficiente y narrador enciclopédico.
Índice del artículo
El narrador testigo presenta las siguientes características:
El narrador testigo es un personaje que interviene en el relato, pero los acontecimientos no giran en torno a él. Por lo tanto cuenta los hechos de la misma manera que los observó, así que su visión es objetiva.
El hecho de ser testigo de lo que ocurre le impide a este tipo de narrador estar en todos los acontecimientos de la historia. Su visión y conocimiento sobre el pensar y sentir de los demás personajes son limitados.
El narrador testigo se encarga de describir solo lo que ve, de tal manera que no emite opiniones ni juicios de valor. En todo caso sus suposiciones sobre el pensamiento, decisiones, acciones y sentimientos del resto de los personajes carecen de certeza.
La forma en que el narrador protagonista cuenta los hechos crea un vínculo directo y especial con el lector, eso sucede precisamente por su calidad de testigo.
El lenguaje que utiliza el narrador testigo está relacionado con su personaje. Esto quiere decir que los hechos los cuenta de acuerdo con su personalidad y su forma particular de pensar y sentir. Ahora bien, lo anterior no significa que la función de este narrador deje de ser objetiva.
Si bien el narrador testigo no es el protagonista de la historia, tampoco es el autor. Su participación se justifica porque así el relato se da a conocer de una manera más precisa e imparcial.
Así como existen distintos tipos de narradores en el campo de la literatura, también el narrador testigo cuenta con varios tipos. Los más comunes son los siguientes:
El narrador testigo impersonal cuenta los hechos como si los observara desde una pantalla, da la sensación de que no forma parte del relato. Por lo general este tipo de narrador presenta los sucesos en tiempo presente.
El testigo presencial es uno de los narradores más comunes puesto que de alguna manera participa en la historia y cuenta las cosas tal como las observó, bien sea en tiempo pasado o presente. Su intervención para dar a conocer el relato es siempre objetiva.
El narrador testigo informante da a conocer la historia a manera de transcripción. Esto significa que los hechos son contados como si se plasmaran en un documento o informe. Los acontecimientos pueden narrarse en pasado o en presente.
Aquí se presentan algunos ejemplos de cómo se puede hacer una obra con narrador testigo:
El hombre misterioso está esperando en la esquina desde hace ya media hora. Tiene su carro aparcado frente a un McDonalds. María sale de casa a buscar a José, su hijo. El niño sale de la escuela en 15 minutos.
El hombre en el automóvil espera a que el semáforo frente a él se ponga en rojo para que María pase. La mujer, al ver la luz a su favor, pasa. Se escucha el carro acelerar y llevarse con violencia a María, y ella queda tendida en el piso, con múltiples fracturas. El asesino para el coche, se baja, la mira a los ojos, sonríe, y le dice: “Yo busco a José, no te preocupes”. María entra en crisis, y cuando trata de gritar le sobreviene un paro respiratorio.
El hombre se va, y nadie hizo nada. De José, no se sabe mucho, solo que está esperando a su madre en la puerta de la escuela. La ambulancia llega al lugar y al rato llega la policía, pero no hay suficientes pruebas para que logren deducir nada.
Cuando vi a José correr aquella madrugada, mis ojos no daban crédito a lo que veían ni mis oídos a lo que oían. Él estaba notablemente borracho, a lo lejos pude notarlo por cómo se tambaleaba y por el sonido peculiar de sus gritos mal articulados. El pobre muchacho no tenía camisa, y tenía unas extrañas marcas de arañazos en el cuerpo.
Yo, ya despierto por la bulla que él hacía y a manera de caridad para ayudarlo —porque lo conocía de niño—, salí a socorrerlo. Me le paré en frente y detuve su inestable andar con mis manos y mi cuerpo (yo soy notablemente más grande que él). Él no dejaba de gritar “La Llorona me persigue, auxilio, auxilio”. “Cálmate, hombre”, le repetí tres veces, pero no me hacía caso. Ya harto de la situación, le di una cachetada que permitió que entrara en razón. Pasados cinco minutos, me empezó a contar todo lo ocurrido…
Yo pude no haberle creído, pero 10 minutos después de que empezó a decir su historia, un espectro vestido de novia se acercaba a nosotros gritando sus lamentos justo desde el lugar de donde José venía corriendo. A mí… a mí me tocó salir corriendo también.
Lo que aquí se va a narrar aconteció en un pueblo de Nueva Esparta llamado Agua de Vaca, el cual queda en la Isla de Margarita. La historia versa sobre Javier, un joven de 15 años, y un extraño evento que vivió mientras jugaba en su Súper Nintendo la mañana después de Navidad.
Javier siempre soñó con tener esa consola de videojuegos. Durante todo un año hizo las cosas correctas para ganarse el favor de sus padres y que estos le compraran el regalo que tanto anhelaba. El joven salió excelente en sus clases, colaboró en las tareas del hogar, ayudó en la comunidad, en fin, hizo todo lo humanamente posible, así que sus padres lo consintieron.
Todo iba bien con la consola, hasta que, mientras jugaba la escena dos del único videojuego que trajo el aparato, notó que el escenario que se mostraba de fondo era muy parecido a su vecindario. “Qué curioso”, se dijo. Por un instante pudo ver una edificación que lucía como su casa, así que, por curiosidad, decidió entrar. La sorpresa fue mayor cuando vio que el interior de aquel lugar era idéntico al del sitio donde siempre había vivido.
Él siguió curioseando y se fue al que se supone era su cuarto. Justo cuando entró, pasó lo inesperado. En la vida real también se abrió su puerta, el pobre muchacho pegó un brinco, y, al voltear, allí estaba él mismo en el umbral.
Sí, esto parece ficción, pero lo cierto es que hace ya 20 años hay un hogar en Agua de Vaca donde viven dos hombres idénticos, y uno de ellos salió de un videojuego.
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