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Las 47 mejores frases de La forma del agua


La forma del agua(The shape of water, su título original en inglés) es una película de fantasía romántica norteamericana, estrenada en 2017. Su director, el mexicano Guillermo del Toro, también la escribió, en colaboración con Vanessa Taylor.

Aclamada por la crítica y el público, el film se presentó por primera vez en el Festival de Cine de Venecia, donde recibió el León de Oro a la mejor película. Es una tierna historia donde se mezclan el horror, el amor y la imaginación, para ofrecer un resultado muy del estilo de Del Toro, que conmueve y a un tiempo desconcierta y aterra.

Hemos hecho una lista con las mejores frases de La forma del agua, que según los críticos es la mejor película del director mexicano desde El laberinto del Fauno, merecedora de 4 óscares, entre ellos al de mejor película y mejor dirección.

Lista de frases de La forma del agua

-Responde al lenguaje, a la música…- Hoffstetler.

-Esta criatura es inteligente. Capaz de comunicarse a través de lenguaje… de comprender emociones.- Hoffstetler.
-También los soviéticos, y los vietcongs, y aun así los matábamos.- Strickland.

-Oh, no. Un hombre se lava las manos antes o después de realizar sus necesidades. Eso te dice mucho acerca del hombre. Si lo hace ambas veces, indica una debilidad en el carácter.- Strickland.

-Está sangrando. ¿Qué ocurrió?- Hoffstetler.
-Es un animal, Hoffstetler. Tan solo lo estamos manteniendo a raya.- Strickland.

-Elisa, querida, haz un sonido en el teléfono si puedes escucharme. Muy bien. Él va por ti. Tienes que irte ya y llevarte esa cosa contigo.- Zelda.

-Como alguna vez Lenin dijo, no existe ganancias en el pescado de la semana pasada.- Hoffstetler.

-No tengo a nadie. Y tú eres la única persona a la que le puedo hablar. Ahora, sea lo que sea esta cosa, lo necesitas. Así que solamente dime lo que hay que hacer.- Giles.

-¿Qué estoy haciendo entrevistando a los empleados domésticos? A los limpia-mierdas. A los trapea-orines.- Strickland.

-¿Y qué importa si está solo? Todos estamos solos.- Giles.

-Termina el trabajo, hijo.- Hoyt.

-Ahora, ¿sabes lo que esta historia en particular significa para nosotros, Delilah?- Zelda.
-Significa que si sabes algo que no me estás contando, me lo vas a decir.- Strickland.

-Eso es mucha sangre. ¿Qué ocurrió aquí?- Zelda.

-Déjenme decirles esto de frente. Limpian este laboratorio y se salen. La cosa que tenemos aquí es una afrenta. ¿Sabes qué es una afrenta, Zelda?- Strickland.
-¿Algo ofensivo?- Zelda.

-Los nativos en el Amazonas lo veneraban. Como a un dios. Necesitamos disecarlo, aprender cómo funciona.- Strickland.

-Ahora. No quiero apoyar ni exagerar la situación, pero, eh, este podría ser el activo más sensible que jamás haya sido albergado en estas instalaciones.- Fleming.

-¿Más feliz? El papá se ve como si acabara de descubrir la posición del misionero.- Giles.

-Es un antojo el cual puedo permitirme. Sé que no podría ser bueno para mí, pero nada que me gusta lo es.- Giles.

-¡Oh, mujer! Vamos a arder en el infierno.- Zelda.

-Las personas de estatura baja son crueles. Nunca he conocido a una persona de baja estatura que se pueda mantener de buen humor. Son unos malditos apuñala-espaldas, todo ellos. Tal vez es el aire que pueden respirar a su estatura, no tienen suficiente oxígeno o algo así.- Zelda.

-¡No podemos hacer nada! Pero esto, esto, ¡ay, Dios!, ni siquiera es humano. ¡Dios!- Giles.
-Si no hacemos nada, tampoco nosotros.- Elisa.

-Si te contara acerca de ella, de la princesa sin voz, ¿qué dirías?- Giles.

-¡Hay gotas de pipí en el techo ahora! ¿Cómo llegaron ahí? ¿Qué tan grande necesitan su objetivo? Eso sí, tienen suficiente práctica, eso es seguro.- Zelda.

-Nunca te conté cómo terminaba la historia de Sansón. Después de que los filisteos lo torturaron y cegaron, Sansón le pidió la fortaleza que necesitaba a Dios, y se la concede al último momento. (…) Muere, pero mata a todos los desgraciados.- Strickland.

-Ahora bien, dijiste que era venerado como a un dios. ¿Pero es un dios? No sé si es un dios. Digo, se comió a un gato, así que no lo sé, no lo sé. Pero digo, debemos mantenerlo cerca un momento más.- Giles.

-Sí, así está bien, mantén eso. Da la imagen de que no sabes nada. Dios mío, ayúdame si me preguntan algo. No soy una buena mentirosa. Excepto con Brewster. Se necesitan muchas mentiras para mantener un matrimonio funcionando.- Zelda.

-Cuando él me mira, la manera en que me mira… no sabe lo que me hace falta, o cómo es que estoy incompleta. Él me ve por lo que soy. Está feliz de verme, cada vez, todos los días. Ahora, puedo ya sea salvarlo, o dejarlo morir.- Giles interpretando a Elisa.

-Él es una criatura salvaje. No podemos pedirle que sea otra cosa.- Giles.

-¿Siempre has estado solo? ¿Alguna vez has tenido a alguien? ¿Sabes lo que te ocurrió? Porque yo no lo sé. No sé que me ocurrió.- Giles.

-¡Estabas hablando ruso, Bob!- Strickland.

-Podrás pensar, “esa cosa se ve humana”. Camina en dos piernas, ¿verdad? Pero nosotros fuimos creados a la imagen y semejanza del Señor. ¿Piensas que el Señor se parece a esa cosa?- Strickland.

-No soy competitivo. No quiero que algo tan complejo, algo tan bello sea destruido.- Hoffstetler.

-¿Por qué estás sonriendo, querida? Deja de verme así. ¿Qué ocurrió? … ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Acaso él tiene un …?… Dios mío. Nunca confíes en un hombre. Incluso cuando se les vea plano ahí debajo.- Zelda.

-Sabes, los cereales en forma de hojuelas de maíz fueron inventados para prevenir la masturbación. No funcionó.- Giles.

-Yo no fracaso. Yo cumplo.- Strickland.

-¿Qué me dijiste?- Strickland.
-(En lenguaje de señas) V-E-T-E A L-A…- Elisa.
-¿Qué está diciendo?- Strickland.
-… M-I-E-R-D-A.- Elisa.
-Em, no le entendí.- Zelda.
-¡¿Qué está diciendo?!- Strickland.
-Le está diciendo “Gracias”.- Zelda.

-Ten un poco de verdadera decencia, hijo. Ve y deshaz este caos.- Hoyt.

-Si te contara acerca de ella, ¿qué te diría? Me pregunto.- Giles.

-Fuiste tú quien encontró mis dedos. Había mostaza en ellos.- Strickland.

-Me miro en el espejo y lo único que logro reconocer son estos ojos. En esta cara de un hombre viejo. A veces pienso que nací demasiado temprano o demasiado tarde para mi vida. Tal vez ambos somos reliquias.- Giles.

-¡No hagas esto, Elisa! ¡No lo hagas!- Zelda.

-¿Sacarlo? ¿De qué estás hablando? ¡No! ¡Absolutamente no!- Giles.

-¡Ay, Dios mío, el ser joven y bello! Si pudiera regresar el tiempo a cuando tenía 18. No sabía nada de nada, me daría unos cuantos consejos.- Giles.
-¿Qué te dirías?- Elisa.
-Me diría: cuida mejor tus dientes y ten mucho más sexo.- Giles.

-Sí, eso está bien. Mantente así, mirándote como si no supieras nada.- Zelda.

-Tú cumples. Tú cumples, eso es lo que haces, cumplir. ¿Verdad? ¡¿Verdad?!- Strickland.

-Algunas de las mejores mentes del país las tengo orinando en todo el piso de estas instalaciones.- Zelda.

-Un hombre tiene la decencia de no meter la pata. Eso es una cosa. Eso es verdaderamente decente de su parte. Pero el otro tipo de decencia, esa no importa. La vendemos, pero es una exportación. La vendemos porque no la usamos.- Hoyt.

-Cuando el río llene el canal que fluye hacia el mar.- Zelda.