Definición de nación
El concepto de nación tiene su origen en el vocablo en latín nātio, que a su vez deriva de nāscor (noción que, en español, significa “nacer”). Dicha palabra latina se emplea como sinónimo de “nacimiento” y “pueblo”, pero también se utiliza para hacer referencia a “especie” y “clase”.
En este sentido, tenemos que determinar que al utilizar al término nación nos podemos estar refiriendo tanto a lo que es el territorio de un país en concreto como a los vecinos de este que se encuentran bajo el amparo de un mismo sistema de gobierno.
Asimismo se hace necesario subrayar que el sentido que hoy le damos a dicho sustantivo tiene sus antecedentes en el siglo XVIII pues es cuando se produce el paso definitivo del Antiguo régimen a lo que es la Edad Contemporánea. Y a ello contribuyen de manera sólida y consistente los trabajos realizados por los conocidos ilustrados.
De esta manera, un ejemplo que podría servirnos para expresar lo especificado es el siguiente: “España es una nación que en estos momentos disfrutar de una monarquía parlamentaria donde la democracia es la base”. Una oración a la que también podríamos añadir esta: “Javier manifestó sentirse muy orgulloso de la nación a la que pertenece”.
El concepto de nación, en la actualidad, posee dos representaciones: una que se aborda desde la perspectiva política, la cual está basada en criterios de tipo jurídico y político y habla sobre la soberanía que rige dentro de un determinado Estado, y otra que describe a una nación de tipo cultural, una noción socio-ideológica de espíritu más ambiguo y de mayor subjetividad que describe a un grupo humano donde se comparten determinados aspectos culturales comunes. De todas formas, en el lenguaje cotidiano se utiliza la palabra nación como sinónimo de país, territorio, pueblo y Estado, por ejemplo.
Es importante tener en cuenta que la concepción cultural de una nación indica que sus integrantes tienen conciencia de que forman parte de un cuerpo ético-político distinto a otros, ya que allí se comparten, entre otros rasgos, la (etnia, la lengua, la religión, la tradición o la historia común).
Partiendo de estos mencionados argumentos, por ejemplo, podemos mostrar como todo ello se muestra reflejado en las señas de identidad de un país como España. Así, sus ciudadanos tienen el castellano como lengua oficial la cual se establece en la Constitución que todos tienen el deber de conocer y el derecho a utilizar.
En este sentido, va muy en relación el concepto de nacionalismo. Con él lo que se define, entre otras acepciones, es la tendencia de carácter político e ideológico a establecer que un territorio en concreto es el único que debe aceptarse como referente de identidad. No obstante dentro de esta definición generalizada podrían incluir muchos tipos de nacionalismo como, por ejemplo, los integradores y los centrífugos o desintegradores.
Cuando un Estado se reconoce de forma concreta como el hogar de una determinada nación cultural, se habla de la existencia de un Estado-nación. Hay Estados que, pese a las disputas y las contradicciones que implica esta definición, intentan legitimarse de esta forma.
También hay naciones culturales que intentan definirse sólo por motivos de etnia o raza. Este hecho ocasiona que existan numerosas naciones que carecen de territorio propio, como la nación gitana, lo que demuestra que no siempre una nación cultural conforma un Estado con independencia y que éste no en todos los casos se entiende como parte de una nación cultural. Incluso, existen naciones que, con el correr de los años, logran formar su propio Estado, como en el caso del pueblo judío, que constituyó una nación cultural sin Estado propio hasta 1948.